Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







martes, 22 de diciembre de 2015

TOPAZ











SINOPSIS 
(innecesaria para quien vio la película y la recuerda pero indispensable para quien no lo ha hecho)

1962. Estamos en plena Guerra Fría en tiempos de Khrushev y Kennedy. Boris Kusénov (Per-Axel Arosenius) un alto funcionario de la KGB en la Embajada soviética en Copenhage, solicita y logra asilo a los Estados Unidos junto con su esposa (Sonja Kolthoff) y su hija Tamara (Tina Hedstron). El asunto, que debía ser secreto de estado, se filtra extrañamente en la Embajada de Francia, lo que pone sobre aviso a André Devereaux (Fredérick Stafford)  del Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje francés quien sospecha complicidad con los soviéticos de algún funcionario del gobierno francés.  Basándose en su antigua amistad, el  funcionario de la CIA  Michael Nordstron (John Forsythe), quien coordinó la fuga de Kusénov  y está enterado por éste del plan soviético para instalar misiles en Cuba,  le pide a André investigue la existencia y localización de estos misiles y de los planos que un miembro del entorno de Fidel Castro llamado Enrique “Rico” Parra (John Vernon) lleva consigo durante la Asamblea General de la ONU.



Aprovechando el viaje de luna de miel a Nueva York de su hija Michele (Claude Jade) André y su esposa Nicole (Dany Robin), André Devereaux contacta a su amigo Rosco Lee Browne (Philippe Dubois) un agente de André  que funge de  periodista, y en la acera de enfrente del hotel de Harlem donde se hospeda la delegación cubana, ve cómo Rosco logra sobornar a Luis Uribe, secretario de Parra, fotografiar estos documentos, entregarlos a Devereaux y escapar ileso.


André viaja a Cuba como agregado comercial de la embajada francesa, a pesar de los celos de Nicole, quien sospecha que tras tanta viajadera a Cuba se esconde una cubana. En efecto, allí se reencuentra con Juanita de Córdoba, viuda de uno de los héroes de la revolución y dirigente de un movimiento clandestino de oposición, así como antigua amante de André, aunque aparenta ser la protegida de Rico Parra. Juanita y su organización fotografían los misiles, pero Devereaux comete la imprudencia de asistir al mitin dado por Fidel Castro




en la Plaza de la Revolución. Allí un lugarteniente de Parra llamado Hernández (Carlos Rivas) lo identifica como el hombre que sustrajo las fotografías en el hotel de Harlem. Descubierto, es urgido a abandonar la isla después de ser requisado. La pareja encargada de fotografiar los misiles es descubierta y apresada. Son torturados y la mujer le dice al oído de Rico Parra el nombre del jefe de la operación: Juanita de Córdoba.






Parra verifica las actividades contrarrevolucionarias de Juanita y  entre el amor a Juanita y a la Revolución, prefiere matarla a que sea sometida a la inevitable tortura.
André Devereaux regresa a Washington, donde se entera de que Nicole lo ha abandonado y se ha marchado a Paris. Aunque logra salvar los negativos de las fotos y entregárselas a Nordstron, se encuentra con que sus jefes del Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje francés están muy irritados con él porque el gobierno de La Habana se quejó de su actitud inamistosa. Le ordenan que vaya inmediatamente a Paris a rendir declaraciones sobre su viaje a Cuba y  su colaboración con los Estados Unidos ¿Qué estuvo realmente haciendo en Cuba, país con el que Francia mantiene buenas relaciones diplomáticas? Nordstrom es consciente de la gravedad de la situación: sabe que si André Devereaux revela la información delante del traidor, la Unión Soviética puede tomar acciones bélicas contra Estados Unidos y los países miembros de la OTAN. Por tanto, invita a André
a una reunión en el hogar-escondite de Kusénov,  quien le informa de la existencia de “Topaz”, una organización de franceses infiltrados en el gobierno que trabajan para la Unión Soviética. El  poderoso jefe de “Topaz” es conocido como “Columbine”, y ni siquiera Kusénov sabe su identidad, pero se comunica con él a través de Henri Jarre, un economista amigo de Devereaux.

Obligado a asistir a esta interpelación, pero tratando de evitar que el infiltrado de “Topaz” delate la información a los rusos, al llegar a Paris decide desenmascarar al agente. Para ello realiza una investigación en Paris entre sus antiguos amigos de la Resistencia, donde nota una extraña actitud de  Henri Jarre (Philippe Noiret). Éste se dirige a la casa de “Columbine”, quien no es otro que Jacques Granville (Michel Piccoli), alto funcionario del gobierno y antiguo camarada de André y Nicole en la Resistencia antinazi, quienes formaban un trío tan bien avenido que - decía Jacques: - “la gente se preguntaba con quién se casaría Nicole…terminó casándose con André”. Pero Nicole, cansada de la vida agitada de André y decepcionada por su aventura cubana, después de la separación de André, ha entablado una relación amorosa con Jacques, con quien se encuentra en el momento en que Jarre se dirige a su casa. Al salir ella, se encuentra con Jarre, quien justo está llegando a la casa de Jacques / “Columbine”. Éste  le reprocha a Jarre que se haya puesto en evidencia durante la reunión con André y lo disuade de eliminarlo, al menos por el momento.




                 Tratando de investigar más, André le pide a su yerno François, periodista y dibujante, que entreviste a Jarre.  Sintiéndose amenazado, accede a entrevistarse con André a solas, pero mientras François lo llama por teléfono, llegan dos hombres de “Columbine”, quienes lo golpean y  dejan sin sentido. André, alarmado,  se dirige con Michele, su hija, al apartamento de Jarre, a quien encuentran muerto sobre un automóvil, como si se hubiera lanzado por la ventana. También logra recuperar el retrato de Jarre dibujado por François, pero éste no se encuentra.  Al fin aparece herido de bala en la casa de André, donde cuenta que los dos sujetos lo introdujeron en un carro para llamar por teléfono a “Columbine” y pedir instrucciones acerca de qué hacer con él. Logra escapar, pero le disparan, causándole sólo una leve herida. Lamenta haber dejado su dibujo en el apartamento, pero André se lo entrega. François, aliviado, le muestra el retrato a Michele a la vez que le dice “he aquí el retrato de un traidor”. Nicole, atribulada, reconoce al hombre que encontró cuando salía de la casa de Jacques Granville. Súbitamente, François recuerda que uno de los secuestradores le dictó al otro el número teléfono adonde llamaron en el momento de lo ocurrido. André se propone a rastrear el teléfono, pero Nicole, con los ojos inundados de lágrimas se ve obligada a revelar que el número pertenece a Granville.


Antes de rendir declaraciones a sus superiores, Devereaux revela a Nordstrom  la identidad de “Columbine”. Por otra parte, en una reunión de alta seguridad de ambos gobiernos en la cual se encuentra “Columbine”, Nordstrom le explica discretamente a cada uno de los miembros que allí hay un traidor y quién es. Amablemente, el traidor Jacques Granville es  invitado a abandonar el salón antes de que se rinda el informe sobre los misiles soviéticos en Cuba.

La escena siguiente transcurre en el Aeropuerto. Dos aviones se preparan a despegar: uno de Pan American a Estados Unidos, con André y Nicole Devereaux , y otro de Aэрофлот (Aeroflot) con destino a la Unión Soviética, donde Granville saluda desde la escalerilla a la pareja:
“¡Bien! ¡Bon voyage!”
André intenta responder el saludo con un gesto entre incrédulo y amistoso.
NICOLE: -“¿Cómo pueden permitirle escaparse así?”
ANDRÉ: - “Te lo dije, mi amor: no se le escapa una. No tienen nada contra él. De todos modos, es el fin de “Topaz”.
En la escena siguiente un parisino lee la edición europea del “Herald Tribune” cerca del Arco de Triunfo. En primera plana que el hombre no está leyendo,  pero nosotros sí, aparece el titular:
RESUELTA LA CRISIS CUBANA. KRUSHCHEV ACEPTA RETIRAR LOS COHETES.
El parisino arroja el periódico al piso, sin haber leído, a lo mejor, esa noticia. Música de Maurice Jarre y créditos finales.






UN FILM INCOMPRENDIDO

El comentario de Truffaut sobre Topaz fue publicado en su llamada Edición Definitiva de 1983, posterior a la muerte de Hitchcock. Allí, en su capítulo Dieciséis (así, en numeral cardinal) relata los comentarios, relatos y observaciones que Hitchcock le hacía por carta. También describe la entrevista televisiva que pudo realizarle en mayo de 1972, su encuentro al regreso de Cannes una semana después, el 29 de abril de 1974, en el homenaje que la New York Film Society le dedicó en el Avery Fischer Hall del Lincoln Center y una nueva conversación en las Navidades de 1976 en la misma oficina de la Universal donde se había llevado a cabo la entrevista conjunta con Helen Scott que generó la primera edición de Le cinéma selon Hitchcock.



Comencemos por el guión. A Truffaut parece no caerle bien  Leon Uris, autor del libro, como lo fue de “Éxodo”, epopeya sionista, es decir, de derecha. Tampoco le gusta la novela, que considera pesada. Critica que el autor haya tenido demasiada injerencia en la elaboración del guión, por lo que Hitchcock debió pedir la ayuda de Samuel Taylor, que redactó “lo mejor posible” el guión definitivo. Por eso escribe:

“Topaz era una novela de espionaje, cuyos únicos méritos consistían en inspirarse en una historia verdadera (la presencia de un agente comunista en el entorno del general De Gaulle) y en ser un éxito de ventas en Estados Unidos” 

Hitchcock siempre había evitado hablar de política en sus films y aquí, al igual que en Cortina rasgada, según Truffaut, cometió ese error.
Topaz era deliberadamente anticomunista y comportaba demasiadas escenas sarcásticas contra el entorno de Fidel Castro. Se veía, incluso, a policías cubanos torturando a opositores del gobierno. (Las negrillas son mías, FP).



Se dice que el final supuestamente previsto, en el cual “Columbine” se dejaba matar por André Devereaux  en un duelo en el estadio Charlety, fue rechazado con burlas del público en un preestreno en Los Angeles: resultado: Hitchcock, por primera vez en su vida, no sabe cómo terminar la película. Según Truffaut, no se le ocurre nada mejor que imitar a Costa-Gavras haciendo ver, en un nuevo montaje, que Jacques Granville / “Columbine”(Piccoli) se suicida en su casa al ser desenmascarado. Pero esto es imposible porque no hay ningún momento en que se le vea entrando en su casa sino a Jarre (Phillipe Noiret), llevando un bastón que, además,  era algo de la vida real, pues se había lesionado.  Desesperado, le pide a su jefe de montaje que inserte un plano que no ha sido rodado, donde se observa medio cuerpo de un individuo que entra al palacete de “Columbine”; la imagen se congela, se oye un disparo y... colorín colorado, aparecen los créditos finales.

Ese fue el final que se proyectó en Francia. Pero no por las razones que Truffaut –quien no vio el final que nosotros sí pudimos ver –aduce en el libro.  Lo que ocurrió fue que el gobierno de Francia no podía permitir que apareciera impune un funcionario francés que traicionara a su patria. El mismo Truffaut admite, refiriéndose al libro, que “la historia contada en Topaz ponía en escena demasiados lugares, conversaciones y personajes”. ¿Cómo lo supo Truffaut? Porque el libro circuló clandestinamente en una edición canadiense. Es decir, que “razones de estado” impidieron a Hitchcock mostrar el final que he contado – y que cualquiera de nosotros puede verificar en cualquier versión en DVD o Blue Ray – donde el espía y traidor “Columbine”/ Jacques Granville/ Michel Piccoli se va tranquilo a su “mar de la felicidad” soviética de lo más sonreído, mientras –repito – Nicole le pregunta a su marido en la escalerilla del PanAm:
 -“¿Cómo pueden permitirle escaparse así?”. Y éste le responde:
“Te lo dije, mi amor: no se le escapa una. No tienen nada contra él. De todos modos, es el fin de “Topaz”.
También hay que comprender que en el momento en que se rodó esta película, Francia había retirado sus tropas de la OTAN y se había trasladado la sede de la organización de Paris a Bruselas. El gobierno de De Gaulle quería aparecer neutral, equidistante de las dos potencias. La presencia de dos altos funcionarios franceses alineados, uno con los Estados Unidos y trabajando para ellos a espaldas de su gobierno, y el otro espiando para la Unión Soviética, era demasiado para el gobierno de la Quinta República de Francia. A Hitchcock lo tenía muy vigilado la Universal de modo de no disgustar a los franceses. Un James Bond no alineado era intolerable, lo mismo que un traidor pro soviético que se saliera con la suya.
Esto, en lo relacionado con De Gaulle y  las razones de estado, que no comparto pero entiendo.
Vayamos ahora, como dicen los españoles, “a por Truffaut".
El autor de Los 400 golpes no podía escapar de los prejuicios y estereotipos de la Francia cercana a mayo del 68. Por eso concluye su comentario sobre Topaz diciendo lapidariamente:

… “Lo hemos adivinado y comprendido, lo sabemos a pesar de las reales bellezas esparcidas –agrupadas esencialmente en el episodio cubano – Topaz no es una buena película”






Un amigo mío que visitó Francia en los años sesenta, me decía entonces socarronamente:
- “¡Francia olía a marxismo desde que llegabas!”.
Quizá sea una exageración, pero aún es proverbial la beatería de buena parte de los artistas e intelectuales franceses por las revoluciones en América Latina. Y en esos años la Revolución Cubana era intocable. Truffaut no podía digerir que una película fuera deliberadamente anticomunista, que hubiera demasiadas escenas donde se criticara la Revolución Cubana, que se viera, incluso, a policías cubanos, torturando a opositores del gobierno. Mostrar esto era algo no sólo inconcebible sino intolerable. Y esto vale no sólo para Truffaut y para Francia, sino para toda esa generación y la nuestra. Recuerdo que la primera vez que vi Topaz, en televisión, no pude llegar al final. Aquello era demasiado. "¿Cómo Hitchcock había caído tan bajo?" No llegué a decir que se había convertido en agente de  la CIA, pero sí pensé que, después de todo, de un inglés reaccionario que se había naturalizado americano y  llegado a decir que él personalmente era demócrata pero que su bolsillo era republicano, se podía esperar cualquier cosa.

En un extraño documental de archivo en colores aparece el propio Fidel Castro en Topaz, así como Raúl y el Ché Guevara.



Ha tenido que correr mucha agua, pasar muchos años y ocurrir muchos cambios en el mundo para que Topaz pudiera ser visionada de otra forma. A nivel mundial ha tenido que ocurrir el colapso de la Unión Soviética y el bloque socialista, y entre nosotros, la injerencia del gobierno de los hermanos Castro en Venezuela, la asesoría de sus militares, policías y espías y las agresiones y torturas a estudiantes venezolanos, para que esta  película de Hitchcock resultara creíble y no un capítulo de 007. Ha tenido lugar un cambio de paradigma que nos ha hecho, por lo menos a la mitad de la población, ver las cosas de otra manera. Ello ha permitido que en trabajos críticos recientes se evalúe esta cinta no sólo como una buena película de Hitchcock, sino como una de las mejores. 

Quiero destacar algunas escenas que me parecen memorables y que son a manera de citas de otros de sus mejores films:

1) La fuga de Kusénov de la embajada soviética en Copenhague con su familia desde que se intentan esconder en  la Kongelige Porcelænsfabrik (Fábrica Real de Porcelana) mientras  los agentes soviéticos les pisan los talones, es de una maestría digna de Intriga Internacional (¡justamente llamada en España Con la muerte en los talones!). Desde el momento en que su hija Tamara  deja caer adrede una de las figuras de porcelana para tener un pretexto para hablar con la empleada, pedirle prestado un teléfono desde dónde llamar a la Embajada de los Estados Unidos y hablar con Nordstrom, transcurre casi todo en silencio. Es filmada desde el punto de vista de los agentes, especialmente el que sigue a Tamara. Al salir ellos de la fábrica, entrar en  el carro de la embajada estadounidense, con el accidente de Tamara y el viaje a Washington, el punto de vista cambia y se hace objetivo (es decir el del narrador omnisciente).

2) La escena del soborno del secretario cubano Luis Uribe por parte de Rosco, observado por André Devereaux desde la acera de enfrente, también es muda. Sólo se escucha el ruido de la calle, pues la cámara muestra el punto de vista de André: Rosco y Uribe detrás de unos vidrios. Todo esto recuerda lo mejor de La ventana indiscreta

3) La secuencia en que Juanita de Córdoba es asesinada por Rico Parra es una de las más hermosas tragedias jamás filmadas. Parra no aparece como un canalla, sino como un hombre enamorado que es engañado doblemente: Juanita no sólo lo traiciona a él con André, sino a la Revolución. Él la abraza mientras le dice que todo lo que ella ha hecho lo han averiguado o lo van averiguar. Pero él no puede entregarla a los verdugos, donde “las cosas que le harán a tu cuerpo…este cuerpo”… y no termina la frase. Le dispara un tiro al corazón y ella cae al mosaico de cuadrados blancos y negros, cual reina sobre el inmenso ajedrez, mientras su falda violeta se despliega sobre el piso y ella fallece. En lugar de una wagneriana Liebestod (muerte por amor), tenemos un Mord aus Liebe (asesinato por amor). La reminiscencia  de la muerte de Kim Novak en Vértigo me resultó inevitable. Sólo que la de Topaz es mucho más conmovedora.





Además: el anticomunismo de Topaz no impide que Hitchcock vea a sus personajes con justicia y equidad. Rico Parra no es un cínico. Es un revolucionario que cree en una causa. No traiciona sino que es traicionado, a diferencia de casi todos los demás personajes del film. André traiciona a su país al actuar para los estadounidenses a espaldas de Francia. A su vez, traiciona a Nicole, quien lo traiciona con Jacques Granville, quien traiciona a su esposa y a su amigo de la Resistencia, André y sobre todo, a Francia, al espiar para la Unión Soviética. Juanita traiciona a Rico Parra y al gobierno de su país, aunque se trata de una “traición altruista”, pues ella, viuda de la Revolución, no acepta que Fidel Castro haya convertido a su país en una cárcel. Pudiendo irse de Cuba, prefiere quedarse y morir en él. También los miembros de la organización anticastrista traicionan a Juanita, si bien que bajo tortura, como Juanita dice tratando de excusarlos
Kusenov es también un traidor, no tanto porque haya desertado de la Unión Soviética, sino por sus motivaciones ulteriores: mientras toma el café de la tarde y pasea por sus jardines prestados de Washington, llega a aconsejarle a André Devereaux que haga como él, que no vacile entre su conciencia y la buena y nueva vida que los americanos le ofrecen en caso de que se le ponga la cosa fea con el gobierno de De Gaulle.
Quizá los únicos impolutos que quedan en la película sean Michele, la hija de Devereaux, y François, su esposo.



Film de espionaje, Topaz no se queda en el acontecimiento y en el suspenso, sino que muestra las penas y trabajos de sus protagonistas; sus engaños y traiciones bajo la presión de fuerzas oscuras, en este caso el poder de los estados que imponen sus presiones a los sentimientos humanos más nobles. Por eso quiero finalizar dejando la palabra de un comentarista cuya lúcida apreciación de la película me parece digna de reproducirse:

Sublime e incomprendida obra maestra de Alfred Hitchcock.
Con el rodaje de “Topaz” Hitchcock incidía de nuevo sobre la temática de la “guerra fría”. Su fracaso crítico/comercial se debió sobre todo a la coyuntura político-temporal, a unos más que discutibles argumentos extra cinematográficos y a la miopía de quienes, cegados por falsas apariencias, no supieron apreciar en tan soberbia lección de cine más que un panfleto anticomunista, lastrado por un guión, a su entender endeble, una dirección errática del maestro y un final confuso de inadecuada resolución.

Nada más lejos de la realidad. Como afirmaba Enrique Alberich, en su magnífico libro sobre Hitchcock,…”Topaz no es ningún panfleto, sino más bien un lamento, un lamento por los amores imposibles, por la felicidad nunca lograda y por el penoso sufrimiento que todo ello lleva consigo”. Hoy, “Topaz” emerge con la fuerza arrolladora de un Hitchcock que no había perdido ni un ápice de su vigor narrativo y que nos regalaba una joya incomprendida, a la que el árbol de los prejuicios no dejó ver la prodigiosa maestría técnica y la belleza formal de un bosque pleno de hallazgos de gran cine. Con un guión pura filigrana, siempre atento al detalle, -donde destaca la deslumbrante perfección del sobrecogedor episodio cubano-, el film pivota sobre dos grandes ejes: La subordinación de los sentimientos personales a la tiranía de los Estados, y el juego de engaño y traición de todos los protagonistas hacia algo o hacia alguien. La magistral dirección de Hitchcock, su soberbio trabajo con los actores, -todos impecables-, en un film sin estrellas, una precisa puesta en escena y la inspirada partitura de Maurice Jarre hacen de esta obra maestra uno de los films más complejos y brillantes de su autor
. 
Francesc Chico Jaimejuan. Barcelona, España, 2008


Esta crónica forma parte de la entrada del 19 de julio de 2014 . Dada su longitud, la publicamos aparte para no cansar al eventual lector.




lunes, 7 de diciembre de 2015

UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA





Mi habitual caminata mañanera. Las calles del centro-norte solas. Después de detenerme en la misa en la iglesia de La Merced, al lado del Ministerio de Educación y buscar un olvidado frasco de metformina, me desayuno en una cafetería enfrente de la iglesia. Parroquianos, empleados del Ministerio del Trabajo. Abogados que ofrecen sus servicios. Esta vez escasos. Un desconocido repite los clichés. Guerra económica. El Pelucón. Te van a quitar la pensión. El señor Oliveira, un portugués encargado del negocio, que me despacha siempre el café (llevo mis propios sandwichs, por la dieta) me mira y me pregunta:

- "Entonces, doctor, ¿cómo se siente?".
- "Estoy contento", le respondo. Hace un gesto de aprobación. 
- "Así es, doctor. Mire la gente. Está contenta. Esto tenía que pasar"

De regreso, en el cruce de la Avenida Baralt con Balconcito, una esquina peligrosa donde se ceban todas las agresividades de automovilistas y motorizados, esta vez no hay casi vehículos. Veo venir un carro con las luces encendidas. Le hago una seña. Las apaga y al pasar hace un gesto con la mano para darme las gracias. El hombre sonríe. 
-"Está contento", pienso.

Ya llegando a mi casa voy a la panadería que queda enfrente, donde me atiende Arnold, un haitiano que reabrió el local hace poco. Yo siempre inicio el diálogo en mi precario francés, no por petulancia sino por practicar y porque sé que a él le gusta:

- "Bonjour, monsieur Arnold. Avez-vous de pains?"
- "Oui, oui"
- "Donnez-moi, s'il vous plaît, deux baguettes".

(El diálogo continúa en español, aunque a mí me hubiera encantado seguir practicando)

- "¿Cómo se siente, profesor?" 

Otro que se preocupa por mi estado de ánimo. Le respondo igual que al portugués:

- "Yo estoy muy contento"

Se queda pensativo, con los brazos cruzados sobre el mostrador. Luego me dice en voz algo más baja y acercándose un poco:
- "Es que no se puede maltratar a la gente". "No se pueden maltratar así a los seres humanos y seguir así tan tranquilo. Yo me pregunto qué va a hacer ahora Diosdado, cuando tenga que oír desde abajo todo lo que le digan, después de haber mandado a callar a los que no eran de su partido, golpear diputados, mandarle a pegar a una mujer y reírse"

Asiento con el gesto y le digo: 
"Le llegó la justicia"

Me responde, mirando hacia arriba y señalando con el dedo:
"Pero la justicia divina"


Una investigación cualitativa. Porque la cuantitativa fue ayer.


martes, 29 de septiembre de 2015

VENEZUELA EN LA INVENCIÓN DE MOREL





A través de un diario personal nos enteramos de la fuga de un  perseguido político condenado a cadena perpetua y su arribo a una isla desierta del archipiélago de las Islas  Ellice, en el Pacífico, que él supone la isla de Villings, en cuya colina se encuentran un museo, una capilla y una piscina. El museo es un abandonado edificio fuertemente iluminado con energía eléctrica, sin que pueda discernir la fuente de la energía. Después de varios meses ocupando el museo, se queda dormido y lo despierta el sonido de un gramófono y gritos humanos sin que haya visto llegar ningún barco, avión o dirigible. Sin embargo descubre como los pajonales de la colina se llenan de los vacacionistas, quienes ocuparon el museo y en ese momento bailan melodías anticuadas, se pasean y se bañan en la piscina. Visten ropas de una o dos décadas atrás, es decir, ya pasada de moda, y la intensidad de la música es tal que le impide dormir en su escondite. Temeroso de ser descubierto y denunciado a la policía se retira del museo para esconderse en los barrancos de la isla, desde donde observa a los vacacionistas que constantemente bailan, pasean o se bañan en la piscina. Su vida en los bajos de la isla es peligrosa dadas las mareas que suelen adelantarse.

Todas las tardes una mujer del grupo de veraneantes contempla las puestas de sol en la playa desde el acantilado occidental de la isla. El fugitivo primero la espía pero al final se enamora de ella. El jefe y organizador del grupo de vacacionistas y aparente dueño del museo es un sujeto de apellido Morel, quien conversa en francés con la mujer, a quien llama Faustine. El fugitivo decide abordar a la mujer, obsequiarle flores silvestres y hasta disculparse con ella pero ella no parece tomarlo en cuenta, lo que él interpreta como indiferencia o desprecio. Morel tampoco parece percatarse de su presencia, al igual que los otros vacacionistas, quienes se bañan en la abandonada piscina sin darle importancia a las plantas podridas y desechos que se han acumulado en ella, así como a las víboras, los sapos, escuerzos e insectos acuáticos que la ocupan por estar construida en un nivel a ras del suelo.
Poco a poco el fugitivo nota que la conversación entre Morel y Faustine parece repetirse una y otra vez, sin que ninguno de muestras de cansancio. Además, los veraneantes bailan la misma música bajo cualquier condición meteorológica, incluso bajo un torrencial aguacero.
Súbitamente los vacacionistas desaparecen sin dejar rastro. El fugitivo, cuyo nombre desconocemos, por ser el narrador anónimo del diario, vuelve a instalarse en el museo, donde no encuentra evidencia de la anterior presencia de los veraneantes ni de ninguna otra visita humana, lo que le hace pensar que ha estado alucinando. 

Los vacacionistas reaparecen y el fugitivo se esconde de nuevo, evitando ser visto por ellos, no sin dejar de notar con extrañeza que se comportan de modo inadecuado, como hacer ejercicios en la piscina para entrar en calor, cuando hace un calor insoportable. Asimismo, repara en que hay dos soles y dos lunas, y que un libro sobre balística que él había sustraído de la biblioteca está de nuevo en ella sin que su ejemplar desaparezca. Muchas cosas están duplicadas.

Esa noche Morel convoca a todos los vacacionistas para hacer una declaración, en la cual les hace saber que todo el tiempo han sido fotografiados con una máquina de su invención que tiene la propiedad de grabar no sólo las imágenes sino también sus olores, sonidos, texturas y posiblemente sus almas, permitiéndole reproducir perpetuamente esa semana con ellos. Algunos de los vacacionistas reclaman indignados que se les haya grabado sin su permiso y otros, llegando más lejos, lo acusan de ser responsable de sus muertes al haber mencionado sus primerizos ensayos y haber hablado de capturar su alma. Morel se molesta y se retira de la reunión dejando sus notas en el escritorio. Concluida la misma, el fugitivo se apropia de las notas y por ellas se entera del proyecto completo: en el plan original Morel piensa ser grabado también con “la mujer que ama” (que el fugitivo supone Faustine) para estar con ella por la eternidad. También explica cómo obtiene el suministro de energía eléctrica por medio de unas plantas que se alimentan con las mareas. Asimismo se da cuenta de que todo lo que él observa ha sido duplicado por la invención de Morel: los dos soles y las dos lunas aparecen cuando la realidad se superpone con la grabación: uno de los soles es real, el otro la grabación. El mismo museo, al cual penetró a través de un agujero que él mismo abrió en la pared está duplicado… y el grabado no se puede destruir.


El final de esta historia, estimado lector, no obstante, no te lo voy a contar para no arruinarte el empeño que le pongas a tu segura lectura de esta novela (“to spoil” significa eso: arruinar). Aquí no hago más que seguir el ejemplo y el consejo de su prologuista, Jorge Luis Borges, quien se prohibió a sí mismo la revelación de los detalles del argumento. Creo que te cuento sólo lo necesario para intrigarte e interesarte en la lectura del original, que, por cierto, está en Internet. Sólo añado que éste no es más que un sucinto resumen de la trama de la novela La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares.
Esta novela ha sido considerada una de las más logradas narraciones del género del género de literatura fantástica, calificada como novela de aventuras, de ciencia ficción, como objeto artificial, realización creadora de lo irreal y simultánea e igualmente imaginativa desrealización de lo real. Borges llega a decir de ella en el prólogo:
No me parece una imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta.

¿Y VENEZUELA?
Bioy Casares fue un notable escritor argentino, cuyo nombre está unido indisolublemente en la memoria colectiva y en la Historia al de Jorge Luis Borges, de quien fue gran amigo y con quien compartió varios escritos a cuatro manos ( y hasta a seis, con Silvina Ocampo). No he podido hallar en las reseñas que he revisado ninguna mención de algún viaje suyo a nuestro país, especialmente en la época en que escribió La invención, cuando contaba 23 años. Tampoco si hubo alguna persona allegada, alguna amistad venezolana o algún familiar. De modo que me he quedado con la hipótesis de fuentes indirectas como la prensa, lecturas, conversaciones en los finales de los años treinta, poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial. Mi encuentro con la novela fue bastante tardío y me llegó por el cine. Pertenezco a una generación de cinéfilos que se partió la cabeza en los años sesenta en el inútil empeño de entender el argumento de El Año Pasado en Marienbad, de Alain Resnais, con guión suyo y de Alain Robbe-Grillet.


Descifrar su supuesta simbología, aprender el Nim (un juego con cartas o palillos donde el aparente marido de la protagonista derrota una y otra vez al galán del film) se convirtió en una moda, una tortura o un placer, según el caso. En una entrevista que le hicieron a Robbe-Grillet pude releer:
-Hay quienes han visto en el film una influencia no declarada de La invención de Morel, de Bioy Casares.
-Es curioso: esa opinión fue formulada por primera vez por Jacques Rivette, que después hizo
Céline et Julie vont en bateau (1974), un film fuertemente influenciado por La invención de Morel. Es cierto que yo la había leído, y también que fui uno de los primeros que habló de ella en Francia, en un artículo para Critique, antes de Marienbad. La conocía, pero la releí después y no vi ninguna relación. Sigo sin verla. Lo que me gustó de la novela era un tipo de comportamiento de los personajes que ya estaba en obras anteriores, y sí es muy curioso que en el momento en que el personaje de la primera historia reaparece por primera vez, Bioy Casares hable de "gente que baila, que pasea y que se baña en la pileta, como veraneantes instalados de hace tiempo en Los Teques o en Marienbad".

Claro, como no estaba prevenido pues no había leído entonces la novela de Bioy Casares, no terminaba de entender si se trataba de una errata  o qué demonios hacía en esa entrevista el nombre de Los Teques. Una vez que me decidí a leerla, me di cuenta, como es notorio, que desde el comienzo aparecen frases claramente alusivas a nuestro país:

los pajonales de la colina se han cubierto de gente que baila, que pasea y que se baña en la pileta, como veraneantes instalados desde hace tiempo en Los Teques o en Marienbad...

… se apagaron los ruidos, como en un ambiente de nieve, como en las frías alturas de Venezuela.
Mi impuntualidad me exaspera. ¡Pensar que en esa corte de los vicios llamada el mundo civilizado, en Caracas, fue un trabajoso adorno, una de mis características más personales...

...El tipo de ambos corresponde al ideal que siempre buscan los organizadores de largas series de tarjetas postales indecentes... Hasta creo haberlos visto en las mejores colecciones del Pórtico Amarillo, en Caracas...

...Recapitulé mi vida. La infancia, poco estimulante, con las tardes en el Paseo del Paraíso...

la llegada de la policía a mi cuarto de la pensión hedionda y rosada, en Oeste 11, frente a [la iglesia de] la Pastora...
[esta precisa cita la verifiqué tanto con el mapa de Google como caminando por la misma avenida Oeste 11, F.P.]

...Salieron entonces caballeros y criados con sillas de paja, que pusieron a la sombra de un árbol del pan, grande y enfermo (he visto algunos ejemplares menos desarrollados en una vieja quinta, en Los Teques)...

...Uno teme que todo sea un chantaje para vender una lapicera labrada con Bolívar–1783–1830
Es lamentable que Morel haya escondido en esta isla su invento. Tal vez me equivoque; tal vez Morel sea un personaje famoso. Si no, como premio por comunicar el invento, yo podría alcanzar el indebido indulto de mis perseguidores. Pero si Morel no lo comunicó, lo habrá hecho alguno de sus amigos. Con todo, es extraño que no se hablara de esto cuando salí de Caracas...

...Cuando empezara a ser un charlatán famoso —antes de ser un inventor famoso— vendrían las acusaciones de Morel y, tal vez, una orden de arresto, desde Caracas...

...En el Nuevo Diario [periódico de la época de Juan Vicente Gómez] leí la carta encontrada en el submarino...

Por último, esta larga, pero necesaria cita textual:

...Por desgracia, no todas mis cavilaciones son tan útiles: hay —solamente en la imaginación, para inquietarme— la esperanza…de que toda mi enfermedad sea una vigorosa autosugestión; que las máquinas no hagan daño; que Faustine viva, y dentro de poco yo salga a buscarla; que nos riamos juntos de estas falsas vísperas de la muerte; que lleguemos a Venezuela; a otra Venezuela, porque para mí tú eres, Patria, los señores del gobierno, las milicias con uniforme de alquiler y mortal puntería, la persecución unánime en la autopista a La Guayra, en los túneles, en la fábrica de papel de Maracay; sin embargo, te quiero, y desde mi disolución muchas veces te saludo: eres también los tiempos de El Cojo Ilustrado: un grupo de hombres (y yo, un chico, atónito, respetuoso) gritados por Orduño, de ocho a nueve de la mañana, mejorados por los versos de Orduño, desde el Panteón hasta el café de la Roca Tarpeya, en el 10, abierto y deshecho tranvía, fervorosa escuela literaria. Eres el pan cazabe, grande como un escudo y libre de insectos. Eres la inundación en los llanos, con toros, yeguas, tigres, arrastrados urgentemente por las aguas. Y tú, Elisa, entre lavanderos chinos, en cada recuerdo pareciéndote más a Faustine; les dijiste que me llevaran a Colombia y atravesamos el páramo cuando estaba bravo; los chinos me cubrieron con hojas ardientes y peludas de frailejón, para que no muriera de frío; mientras mire a Faustine, no te olvidaré, ¡y yo creí que no te quería! Y la Declaración de la Independencia que nos leía todos los 5 de julio, en la sala elíptica del Capitolio, el imperioso Valentín Gómez, mientras nosotros —Orduño y los discípulos— para desairarlo, reverenciábamos el arte en el cuadro de Tito Salas "El general Bolívar atraviesa la frontera de Colombia"; sin embargo confieso que después, cuando la banda tocaba Gloria al bravo pueblo / (que el yugo lanzó / la ley respetando / la virtud y honor), no podíamos reprimir la emoción patriótica, la emoción que ahora no reprimo...



De modo que la presencia de Venezuela o de lo venezolano es indubitable: el fugitivo es un escritor venezolano perseguido por el gobierno venezolano y quien, aunque se encuentra en una isla desierta en el archipiélago de las islas Ellice (actualmente Tuvalu) constantemente menciona a su país, a la cual llama patria.

La siguiente pregunta es: ¿qué importancia tiene esta circunstancia? La presencia o mención de Venezuela, o la nacionalidad del protagonista, ¿es un hecho relevante?
Recuerdo que una vez nos contaba Aquiles Nazoa que cuando estrenaron en Caracas  El Ciudadano Kane la gente hacía largas colas para verla porque Orson Welles hace en ella un chiste a costas del presidente de  Venezuela, que entonces era  el general Eleazar López Contreras, aunque muchos no entendían la película. 
¿No habrá entonces un elemento provinciano, quizá un tanto patriotero, en estas consideraciones mías, de las que habría que deslastrarse?

El pasado año José Balza se hizo eco de un artículo publicado el 19 de enero de 1941 en el diario El Universal de Caracas,  donde se afirma:

 “a los efectos de la narración, lo mismo habría podido ser la nacionalidad de nuestro héroe argentina o mexicana”. Balza se hizo solidario del articulista al afirmar: En efecto, esa novela no posee nacionalidad y su protagonista menos. (Balza no menciona el nombre del articulista)

Eppur si muove: y sin embargo…
Al comparar las fechas de la escritura y publicación de la novela con el acontecer nacional e internacional, no puedo dejar de hacer ciertas conjeturas y consideraciones:
Si bien es cierto que la novela se publica en 1940, a los 26 del autor, Bioy Casares comienza a escribir La invención de Morel a los 23 años, es decir, en 1937. Si admitimos que es cierta la hipótesis de que “a los efectos de la narración, lo mismo habría podido ser la nacionalidad de nuestro héroe argentina o mexicana”, podríamos afirmar que ese año

1.    De haber sido el protagonista español, hubiera sido un perseguido por el ejército nacionalista (en la España donde triunfaba Franco) o por los comunistas o los anarquistas o los socialistas (en el frente republicano).
2.    De haber sido comunista, gitano, polaco, checoslovaco o judío, en la Alemania de Hitler, hubiera sido perseguido por la Gestapo o por las SS.
3.    Si hubiera nacido en territorio soviético, seguramente lo hubieran condenado y perseguido por trotskista o por ser un elemento peligroso, enemigo del pueblo.
4.    Si, por el contrario, hubiera sido italiano, el paisano de Calcuta habría sido antifascista y al héroe lo habría encarcelado y perseguido el régimen de Mussolini.

Y así sucesivamente. Pero en la novela de Adolfo Bioy Casares La invención de Morel, la nacionalidad del prófugo, del enamorado de Faustina, del rival de Morel, del escritor y memorialista es indefectiblemente venezolana. Y el autor, quien estaba informado de la situación de nuestro país para 1937, cuando recién había muerto Gómez y se iniciaba un prometedor pero aún incierto cambio (del cual a lo mejor no estaba enterado) quiso dar fe en esta extraordinaria novela de misterio, de la situación de persecución en que se encontraban los intelectuales y opositores al régimen militar. El mismo José Balza, quien le había dado la razón al articulista de El Universal, no puede menos que admitir:

Venezuela, como su Patria, es mencionada tres veces, Caracas cinco. Y la decisión del joven Bioy de concebirlo como un perseguido y hacerlo exilar desde esta ciudad, justo cuando en 1937 la reciente muerte del dictador venezolano debió ser noticia fresca en América, no puede ser ignorada: la cruel fama del tirano bien podía justificar un personaje que escapa para salvarse. Es cierto, entonces, para la Venezuela de aquel momento La invención de Morel en nada se relaciona con el criollismo de Gallegos, pero su vínculo es más profundo: es el de la injusticia, la persecución y la muerte, habituales procederes políticos de aquellas décadas y que, cíclicamente, parecen haber vuelto ahora a nuestro país.


Aunque La invención de Morel no es una novela política ni costumbrista tampoco es políticamente neutral o aséptica. Denuncia claramente la persecución de las libertades ciudadanas por un régimen militar dictatorial y escoge a Venezuela por algún motivo, que no creo difícil de adivinar.
Este es un valor adicional a su novela, que nos da a nosotros un motivo más para emprender la grata tarea de su lectura.




N.B. Con la excepción de la portada de la primera edición de La invención de Morel y de los generales Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, las fotografías corresponden a las películas El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961)  L'invention de Morel (Claude-Jean Bonnardot.1967) y L'Invenzione di Morel (Emidio Greco 1974)



                                                        REFERENCIAS


Adolfo Bioy Casares. La invención de Morel. pdf
Balza, José. Todos los tiempos el tiempo (Bioy, Paz, Cortázar). El Nacional. Papel Literario. 7 de diciembre 2014
Thomas C. Meehan. Preocupación metafísica y creación en La invención de Morel por Adolfo Bioy Casares . University of Illinois at Urbana-Champaign. Publicado en pdf por Centro Virtual Cervantes.

Fernando Martín Peña. El año pasado en Marienbad. Entrevista con Alain Robbe-Grillet. Publicado por Marco Antonio Moreno en 21: 26
Wikipedia. Artículo La invención de Morel.

José Miguel García de Fórmica-Corsi. Retorno apasionado a la isla de Morel. En: La mano del extranjero. Blog sobre ficciones del cine, la literatura y el cómic. 23-03-2013 ver: https://lamanodelextranjero.wordpress.com/2013/03/23/retorno-apasionado-a-la-isla-de-morel/

domingo, 27 de septiembre de 2015

UN RETAZO PARA LILIA




Recién graduada de médico, a mi tía Ligia se le ocurrió la peregrina idea de
casarse con un marabino e irse a vivir allá. Todavía faltaba mucho para que se construyera el Puente sobre el Lago y del Zulia nos llegaban esporádicas noticias. En Caracas se conocía muy poco la gaita y tengo la impresión de que los caraqueños hablábamos con un acento más uniforme y marcado, no desfigurado por la influencia de la televisión, inevitablemente en blanco y negro.
Mi primera visita a Maracaibo no tuvo un comienzo muy afortunado. Un desmayo (lipotimia, en el argot médico) debido al excesivo calor, me obligó a levantarme con cuidado de la mano de la señora Rosalía, madre del esposo de Ligia, en una casa situada en una calle al sur de Bella Vista, cerca de una bomba de gasolina que aún llaman "de los Quintero". Tendría entre 12 o 13 años y no conocía a nadie. Luego encontré a tres familiares políticos de mi edad, con quienes salí a la calle y recorrí la ciudad. A pesar del tiempo que ha corrido, recuerdo que vimos la penúltima película de Chaplin, Un rey en Nueva York.
Desde entonces mis visitas a Maracaibo se hicieron consuetudinarias. No había vacaciones que no se convirtieran en pretexto para visitarla. Ligia se mudó a la quinta Marialba en Las Mercedes.

Con mi tía Ligia
Hay que decirlo todo: no me había ido muy bien ese año 1958 con algunas materias cursadas en el Colegio La Salle de Tienda Honda, en Caracas. En agosto del 59 me quedé para tomar unas clases particulares con el profesor Kugler, quien tenía en su oficina la delicia de un aparato de aire acondicionado cuyo olor a limpio no he podido olvidar (me ocurría lo mismo con la desaparecida Sears Roebuck en Caracas y me sigue pasando en el Aula Magna de la UCV).
Bueno, en esas clases conocí a quienes 
fueron desde entonces mis amigos maracuchos de siempre, con quienes compartí ese año que me quedé estudiando allá y con quienes cultivé una inimitable amistad hasta que el desgaste de los años, los diferentes caminos y la muerte de alguno de ellos nos fue separando y dejándolos petrificados en mi memoria a la edad en que los conocí.




Los viajes semestrales se hicieron anuales y progresivamente cada vez más espaciados. Ligia se había casado de nuevo y había empezado a especializarse en psiquiatría. Yo terminaba la secundaria, luego cursaba la carrera médica y seguía sus pasos en la misma especialidad. Finalmente mis viajes al Zulia se distanciaron hasta limitarse a los congresos de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría o al sepelio de los primos que murieron prematuramente, del tío político y por último de la misma Ligia.
Conocía a algunos de los psiquiatras compañeros suyos, especialmente los que cursaron el primer postgrado de esa especialidad de la Universidad del Zulia, así como al director de ese curso, Ramón Ávila Girón, quien visitaba a Ligia y a su segundo esposo.
Hacía yo el Internado Rotatorio en el Hospital Vargas, pero ya tenía decidido el camino a seguir en la psiquiatría. Por ello asistí al II Congreso Venezolano de esa especialidad en la ciudad de Valencia. Ligia participaba ya como especialista y con ella se encontraban algunos residentes de postgrado, aún en formación.  Una pareja muy compenetrada destacaba en esa cohorte: eran Eligio Nucette y Lilia Meléndez, quienes participaban con interés en las tareas del congreso y
disfrutaban de las actividades extra-congreso. Los recuerdo divertidos y cordiales, departiendo con los que estábamos en una discoteca de Valencia, después de terminado un día de las sesiones. 


Eligio me recordaba que una vez que vinieron a Caracas a visitar a Ligia coincidieron con Aquiles Nazoa y Balbino Blanco Sánchez, quienes se encontraban en mi casa de la parroquia Altagracia en una de esas reuniones que inventábamos con cualquier pretexto.

Después nos seguimos encontrando en congresos y jornadas, participando en foros, simposios y mesas redondas. Lilia nos tiene acostumbrados a su presencia en estos menesteres con su  disciplina  y su capacidad de trabajo intelectual y de producción en su numerosa bibliografía de la especialidad psiquiátrica.
Por eso me sorprendí cuando me hizo llegar esta colección de relatos y cuentos. No conocía esa faceta suya. Leyendo el currículo que precede este Itinerario, me enteré de que había publicado algunos cuentos en la prensa zuliana.
Es muy fácil simplificar las cosas y decir que la producción científica de la doctora Nucette es una cosa y estos relatos de Lilia Meléndez son otra. Las dos caras de la moneda. Persona y Sombra. Hemisferio izquierdo y derecho. O usando el símil de las tiras cómicas, que tanto le gustan a ella, Superman y Clark Kent, Batman y Bruno Díaz. Una disociación, en este caso feliz. Quienes no la conocen podrían hacer esa conclusión precipitada.
Pero nada más lejano de la realidad que esta dicotomía. Quienes la conocemos, aunque sea de lejitos, como en mi caso, no podemos haber dejado de percibir la pasión, el compromiso personal de su obra profesional. Y por otra parte, entrever la inteligente ironía, la distancia cordial que establece la narradora de este Itinerario con su relato, su paisaje y sus personajes. Lo que cambia es el punto de vista: allá, la necesaria objetividad para que se trate de un discurso comunicable y compartible (o discutible) por una comunidad científica. Aquí, es el sujeto quien muestra a través de su transparencia como existente, su entorno, su paisaje, su situación.

Por ello, cuando me honró con su invitación a escribir este prólogo,  le pedí que me permitiera expresarme con la mayor libertad posible en un proemio que, más que un análisis del libro, fuera una invitación o más bien incitación a zambullirse en la experiencia de su lectura, desde la perspectiva del lector lúdico que soy, con la carga expresa de subjetividad que esta condición conlleva. Si leer es reescribir, como aquel Pierre Menard de Borges proponía, la lectura de su Itinerario despertó en mí una serie de evocaciones y asociaciones ligadas a mi temprana adolescencia que inevitablemente se convirtieron en un texto que  fue tomando espontáneamente la forma de crónica, de narración.

Este es mi relato, esta mi invitación.

Eligio Nucette, Nelson Cárdenas, Lilia Meléndez, Ligia Padilla y Tomás Godoy

El presente texto, con algunas modificaciones,  es el prólogo del libro Itinerario (Relatos) de Lilia Meléndez de Nucette. Maracaibo. Ediciones Astro Data S.A, 2015