(Una indiscreta ventana en el Hospital Psiquiátrico de Caracas)
A Elio Ferrer
El miércoles 8 de julio de esta semana realizamos un cine-foro sobre la película de Alfred Hitchcock “La ventana
indiscreta”. La primera parte del texto que leímos al finalizar la proyección
corresponde, con algunas modificaciones, a un trabajo publicado ya en este blog el 8 de febrero y el 18 de
mayo, respectivamente, de 2014 con el título de "La pasión de Hitchcock
según Truffaut". La segunda parte se escribió pensando en el auditorio
formado por cursantes de postgrado de Psiquiatría y Clínica Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela con sede en el Hospital Psiquiátrico de Caracas. Por ello trata aspectos relacionados con la
psicopatología así como algunas consideraciones filosóficas acerca de la
curiosidad.
Es muy raro que exista alguna persona medianamente informada que no
sepa quién era Alfred Hitchcock. Su obra se ha difundido a niveles mundiales y
hasta quienes no son aficionados al cine saben de quién se trata cuando se
menciona su nombre o ven en televisión su voluminosa silueta. Incluso hace ya
más de treinta años, cuando el fallecido director y crítico François Truffaut
publicara lo que llamó la "edición definitiva" de su libro El
cine según Hitchcock (Le cinéma selon Hitchcock ) debió
justificar ante el público de 1983 lo que parecía muy evidente en su primera
versión de 1967: la necesidad de mostrar la originalidad creativa y el genio
del director inglés.
Menciona Truffaut que cuando los jóvenes y fieros críticos de la
revista Cahiers du Cinéma (Cuadernos de cine), en la década de
los 50 y comienzo de los 60 del siglo XX, comenzaron a ocuparse de Hitchcock,
se dieron cuenta de que éste era menospreciado por la prensa y la crítica
estadounidense, lo que contrastaba con su enorme éxito. Cada periodista
que Truffaut se encontraba en la visita que hiciera a Nueva York para presentar
su film Jules y Jim, inevitablemente le preguntaba:
-"¿Por qué los críticos de Cahiers du
Cinéma toman en serio a Hitchcock? Es rico, tiene éxito, pero sus
películas carecen de sustancia".
Quedó abismado cuando, después de haber elogiado La
ventana indiscreta (Rear Window) un crítico le dijo, con desdén:
- A usted le gusta La ventana indiscreta porque,
no siendo habitante de Nueva York, no conoce bien Greenwich Village.
Truffaut le respondió:
-No. La ventana indiscreta no es una película sobre
la ciudad, sino sencillamente una película sobre el cine y yo
conozco el cine.
Una película sobre el cine: ¿Qué significa esa enigmática frase de Truffaut? No es una película sobre la filmación de una película, como ocurre en Ocho y medio, de Fellini, o como el mismo Truffaut nos ha mostrado en su delicioso film La noche americana y otros directores han logrado con mayor o menor acierto. Cuando leí la frase la entendí perfectamente porque me llevaba a una experiencia única que me marcó en los años finales de mi infancia y el comienzo de la adolescencia.
Cuando desde pequeño frecuentaba los cines me fijaba generalmente
en la trama y en los intérpretes o "artistas". Sin embargo ocurrieron
tres anomalías en ese prolijo recuento de películas mexicanas,
americanas, casi siempre comedias, musicales o de vaqueros. La primera fue en
el teatro Palace, entre las esquinas de Bolsa y Pedrera, donde hoy está la
estación Capitolio del Metro. En esa sala, especializada en cine francés,
vi la galardonada Juegos Prohibidos de René Clément y
debo haber tenido entre 8 y 9 años pues el film es de 1952 y se trató de un
estreno. Las otras excepciones fueron justamente La ventana indiscreta en
1954 y Para atrapar al ladrón en 1955, ambas de Alfred
Hitchcock. Lo curioso es que cuando, entusiasmado por el anuncio del periódico
con la foto de Cary Grant de espaldas encaramado sobre un techo y haciendo un
gesto de equilibrio, me fui (en realidad me llevaron) a ver Para
atrapar al ladrón, ya sabía que buscaba algo diferente.
Había descubierto tanto en la película de Clément como en La ventana
indiscreta que más que la trama misma y los actores, había
un modo de contar la historia y de mostrar los personajes que
no dependía tanto de las "estrellas" sino de un factor que no podía
decir cuál era ni darle un nombre. No era precisamente la fotografía, ni la
belleza de los decorados o paisajes. No tenía la más remota idea de qué se
trataba, pero había descubierto la existencia del lenguaje
cinematográfico. Es decir, la experiencia visual era lo que sustentaba
tanto la historia que se contaba como el trabajo de los actores, la belleza de
los paisajes y la calidad de la fotografía. Era la organización de todo eso. Había descubierto el cine. Y con él,
sin saberlo, había presentido la figura del director.
Por eso me resulta enteramente familiar la expresión de Truffaut
cuando dice al periodista estadounidense: "... La ventana
indiscreta no es una película sobre la ciudad, sino sencillamente una
película sobre el cine..."
Para Truffaut La ventana indiscreta es, quizás
con Notorious (Encadenados), su
mejor guión, desde todos los puntos de vista: construcción, unidad de inspiración,
riqueza de detalles. En su opinión, a Hitchcock “… le tentó el desafío técnico, la dificultad: un inmenso y único decorado
y [casi] todo el film visto a través
de los ojos del mismo personaje”. “Ahí tenía la posibilidad de hacer un
film puramente cinematográfico”. La presentación o exposición del
protagonista es puramente visual. Desde un plano general, donde la cámara va
recorriendo el patio trasero de un vecindario hasta centrarse en el rostro de
James Stewart adormecido en su silla de ruedas, luego recorre su cuerpo hasta
la pierna enyesada, sigue hasta su equipo fotográfico roto, varias revistas y
algunas fotos de autos de carrera colgadas en la pared. Sin decirse una sola
palabra ya sabemos dónde estamos, quién es el protagonista, de qué se ocupa y
qué le ha ocurrido; todo en un solo movimiento de cámara.
Asimismo, la interpretación del fotógrafo que observa desde
la ventana está construida en tres segmentos: en el primero se nos
muestra a Jeff, interpretado por James Stewart, el hombre inmóvil que
mira hacia fuera; en el segundo, lo que mira, y en el tercero, su reacción ante
lo que mira. Quedamos admirados por las cualidades interpretativas de Stewart,
pero para Hitchcock se trata de un concepto del montaje inspirado en el cineasta
soviético Vsevolov Pudovkin, muy afecto al famoso experimento de su
maestro Liev Kulechov, quien mostraba:
A): Un primerísimo plano del actor Iván Mosjukin.
B): Un niño muerto;
A): El mismo plano del actor.
- Preguntaba a los espectadores y todos veían compasión en su
rostro.
Kulechov ahora mostraba:
Kulechov ahora mostraba:
C): Un plato de comida
A); El mismo plano del actor.
- Preguntaba a los espectadores y éstos veían apetito en su
expresión.
En La ventana indiscreta, Hitchcock hace
algo parecido. Aparece sucesivamente:
A): Un primer plano de James Stewart en la ventana.
B): Un perrito que bajan en un cesto.
C): Stewart sonriendo.
- El espectador interpreta su sonrisa como humor o ternura.
Luego
D): La bailarina llamada “Miss Torso”, casi desnuda, se retuerce
frente a la ventana abierta de su cuarto.
C) Stewart sonriendo.
En inglés, “rear window” significa “ventana trasera”. En
efecto, desde allí se observa el patio trasero del vecindario y allende
el patio trasero están las ventanas de los vecinos. Es un pequeño
catálogo de
comportamientos, una cantidad de pequeñas historias que son
el espejo de un microcosmos. Son la contrapartida necesaria de la historia de Jeff.
Y todas esas historias tienen en común el problema del amor y del
matrimonio. Del lado de acá está Jeff, quien no quiere casarse con Lisa,
mientras ella sí. Del lado de allá está la solterona sin marido ni
amante; los jóvenes recién casados que están día y noche haciendo el
amor; el compositor soltero que se emborracha; “Miss Torso”, la pequeña
bailarina que todos desean; la pareja sin hijos que ha puesto todo su afecto en
un perrito y la pareja casada que pelea cada vez con más violencia hasta que ella
desaparece misteriosamente y su esposo Lars Thorwald (Raymond Burr) se comporta
de manera aún más misteriosa. También hay una curiosa simetría: del lado de
acá, en la pareja Jeff / Lisa; él está impedido por la pierna enyesada y ella
está libre y puede moverse de un lado a otro; mientras que del lado de allá la
mujer enferma está postrada en su lecho y el marido es quien está en
movimiento.
Casi toda la película se ubica en el punto de vista del
apartamento de Jeff. Generalmente es una toma subjetiva, vemos a través de sus
ojos. La cámara sale de ese lugar sólo cuando a la pareja sin hijos le matan su
perrito. Se oye un grito de la mujer, la mujer llora, grita que deberíamos
amarnos más los unos a los otros. Todo el mundo se asoma a las ventanas menos
el misterioso Thorwald. La cámara sale del apartamento de Jeff, se sitúa en el
patio, visto desde varios ángulos, dándonos ahora una mirada objetiva. También ocurre esto en el desenlace, cuando todos acuden a rescatar a
Jeff del suelo.
Hitchcock mantiene generalmente un
principio de economía de imágenes. La dimensión de éstas se debe hacer sólo
en función de lo que se está contando y no de mostrar el decorado. Se reservan imágenes del decorado para los momentos en que, por su
fuerza dramática, se requieran. De ese modo, no se “gastan”
innecesariamente. La ventana indiscreta no es una excepción a
este principio. Hitchcock sólo deja ver fragmentos del vecindario y del
patio. Se reserva todo el decorado para la escena mencionada en la cual la
pareja expresa su aflicción por la muerte del perrito y a la vez adquiere
fuerza la visión del apartamento de Thorwald, que permanece a oscuras y
de quien sólo se ve la lumbre del cigarrillo.
Otro principio muy utilizado por Hitchcock en otras películas es
el de valerse de “lo que hay a la mano” como recurso dramático. Cuando Thorwald
sale de su apartamento, atraviesa el patio y entra al de Jeff,
¿cómo se defiende éste, un hombre postrado en una silla de ruedas con una
pierna enyesada? ¡Pues lo encandila con los flashes de su cámara! Al comentar
con Truffaut esta escena tan celebrada, Hitchcock, le dice con humor:
La utilización de los «flashes» procede del viejo principio
de Secret Agent [Agente secreto]: en Suiza tienen los Alpes, los lagos y
el chocolate. En este caso teníamos un fotógrafo, que observa el otro lado del
patio con sus instrumentos de fotógrafo, y, cuando tiene que defenderse, lo
hace con los instrumentos del fotógrafo, los «flashes». Para mí, es
absolutamente esencial servirse de elementos relacionados con los personajes o
con los lugares de la acción y tengo la sensación de que desaprovecho
algo si no me sirvo de esas cosas.
Un elemento hitchcockiano es siempre el humor y la ironía aún en
los momentos más tensos. Lisa se introduce en el apartamento de Thorwald
para encontrar una prueba de la muerte de la esposa que lo incrimine. Thorwald
la descubre. Jeff, desde enfrente, llama a la policía, temiendo que le ocurra
algo a Lisa. Thorwald le reclama, le pregunta, se le acerca. Ella niega.
Discuten, aunque no se oye nada. Ella forcejea. Llega la policía. Thorwald
habla con el agente. Lisa, con el anillo matrimonial de la mujer de
Thorwald en el dedo, coloca la mano en la espalda para que del otro lado
del patio, Jeff contemple el anillo con su lente de aumento: se ha logrado la
victoria, ¡ninguna mujer casada se va de viaje sin su anillo! Pero también ella
le da una señal a Jeff: “¡El anillo en mi dedo!” “¡Me quiero casar
contigo, tonto!”
El tema del voyeurismo ha
sido trajinado por la crítica hasta la saciedad. Antes de escribir estas líneas consulté en Internet y encontré más de 20 referencias a La ventana indiscreta como el relato acerca de un voyeur. El mismo Hitchcock le dice a
Truffaut que Jeff “era un “voyeur”, un mirón”., al mencionar una
crítica del “London Observer”, donde una tal Srta. Lejeune “…"escribió que Rear Window era un film «horrible» porque había un
tipo que se pasaba la película mirando constantemente por la ventana. Creo que
no debió escribir que era horrible. Sí, el hombre era un voyeur, pero ¿no somos todos voyeurs?”
Si tomamos literalmente esta afirmación, y la sometemos a una
confirmación en las clasificaciones actuales de los trastornos mentales,
nos daremos cuenta de que carece de fundamento.
En la DSM-5, por ejemplo, se mencionan los siguientes
criterios para el diagnóstico de Trastorno voyeurístico:
A. Durante un período de al menos 6 meses, una recurrente e
intensa excitación sexual al observar a una persona desprevenida que está
desnuda, en el proceso de desnudarse, o involucrada en la actividad sexual, lo
cual se manifiesta por fantasías, impulsos o comportamientos.
B. La persona ha actuado sobre estos impulsos sexuales con una
persona que no ha dado su consentimiento, o los impulsos o fantasías sexuales
causan malestar clínicamente significativo o deterioro en las áreas sociales,
ocupacionales, u otras importantes del funcionamiento.
C. El individuo que experimenta la excitación y / o actúa sobre
los impulsos es de al menos 18 años de edad.
Si bien Jeff ya es mayorcito y ha pasado un buen tiempo (no
sabemos cuánto) observando a sus inadvertidos vecinos, lo que le vale la
reprensión inicial del detective Doyle (Wendell Corey), de Lisa y de la
enfermera Stella (Thelma Ritter), en ningún momento se muestra que Jeff
experimente “una recurrente e intensa excitación sexual”, que es el criterio
más importante para hablar de parafilias.
La opinión de Truffaut, expresada tímidamente, es mucho más moderada. Dice que la
actitud de James Stewart constituye la
curiosidad pura, sin utilizar en ningún momento la palabra (francesa)
“voyeur”.
La quaestio de la curiosidad merece que nos detengamos algo para una consideración, por lo menos histórica. Heidegger dedica todo el § 36 del capítulo quinto de Ser y Tiempo para tratar este asunto desde la analítica existencial en su consideración "Del Estar-en como tal" (sigo la traducción de Jorge Eduardo Rivera). Para ello, el autor parte de la frase de Aristóteles: Πάντες ἄνθρωποι τοῦ εἰδέναι ὁρέγονται φύσει
La quaestio de la curiosidad merece que nos detengamos algo para una consideración, por lo menos histórica. Heidegger dedica todo el § 36 del capítulo quinto de Ser y Tiempo para tratar este asunto desde la analítica existencial en su consideración "Del Estar-en como tal" (sigo la traducción de Jorge Eduardo Rivera). Para ello, el autor parte de la frase de Aristóteles: Πάντες ἄνθρωποι τοῦ εἰδέναι ὁρέγονται φύσει
“Todos los hombres poseen por Naturaleza el
deseo de saber”, pero el filósofo alemán traduce “ver” en lugar de “saber”,
influenciado por la interpretación que da San Agustín a la visión como
expresión general del conocimiento. En
el fenómeno de la curiosidad el ser humano (llamado Dasein por el autor) “…no
se preocupa en ver para comprender lo visto, es decir, para entrar en una
relación de ser con la cosa vista, sino que busca el ver tan sólo por ver” [las cursivas son del autor].
La curiosidad – continúa Heidegger – “no tiene nada que ver con la contemplación admirativa…más bien procura un saber tan sólo para haber sabido”. Por eso considera a la curiosidad, junto con la habladuría y la ambigüedad como uno de los modos inauténticos del existir, pues su corolario es lo que él llama el “afán de novedades” o “avidez” centrado exclusivamente en la “actualidad”, que busca la inquietud y excitación de lo que siempre comparece; en palabras de Margarita Fernández Ramiro, “sólo busca lo nuevo para saltar nuevamente a algo nuevo”. Esta autora considera, por cierto que en todo el capítulo sobre la curiosidad, Heidegger
parafrasea el capítulo 35 del libro décimo de las Confesiones de San Agustín, quien escribe en el cuarto siglo de Nuestra Era:
Martin Heidegger en su casa de la Selva Negra |
La curiosidad – continúa Heidegger – “no tiene nada que ver con la contemplación admirativa…más bien procura un saber tan sólo para haber sabido”. Por eso considera a la curiosidad, junto con la habladuría y la ambigüedad como uno de los modos inauténticos del existir, pues su corolario es lo que él llama el “afán de novedades” o “avidez” centrado exclusivamente en la “actualidad”, que busca la inquietud y excitación de lo que siempre comparece; en palabras de Margarita Fernández Ramiro, “sólo busca lo nuevo para saltar nuevamente a algo nuevo”. Esta autora considera, por cierto que en todo el capítulo sobre la curiosidad, Heidegger
parafrasea el capítulo 35 del libro décimo de las Confesiones de San Agustín, quien escribe en el cuarto siglo de Nuestra Era:
“La
cual [curiosidad] , como radica en el apetito de conocer y los ojos ocupan ese
primer puesto entre los sentidos en orden a conocer, es llamada en el lenguaje
divino concupiscencia de los ojos”
[las cursivas son del autor]. Aquí el hiponense está citando la Primera Carta del Apóstol San Juan:
" Porque todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y ostentación de la riqueza. Todo esto no viene del Padre, sino del mundo" (1a Jn 2:16)
"
San Agustín y El Escorial |
Lo
extraño para San Agustín es que mientras que “el deleite busca las cosas hermosas,
sonoras, suaves, gustosas y blandas; la curiosidad en cambio, busca aún cosas
contrarias a ésta, no para sufrir molestias, sino por el placer de experimentar y conocer. Porque ¿qué deleite hay en
contemplar en un cadáver destrozado aquello que te horroriza? Y
sin embargo, si yace en alguna parte, acuden las gentes para entristecerse y
palidecer” [las negritas son mías].
Desde
que leí por primera vez este texto no dejo de recordar las inmensas colas que
se forman en las avenidas y carreteras cuando ha ocurrido un accidente,
especialmente si hay víctimas muertas o heridas. Es raro el automovilista que
no se detiene a echar una mirada, no para ayudar, sino por mera curiosidad.
¡Así de actuales son las observaciones del Doctor de Hipona!
Después
de estas disquisiciones heideggerianas y agustinianes, ¿dónde colocamos al
pobre Jeff, postrado en su silla de ruedas, protegido sólo por sus binóculos y
sus cámaras, frente a esa ventana donde se le presenta día y noche el
calderoniano “Gran Teatro del Mundo”?
Si
bien Jeff es un curioso, hay que decir
en descargo suyo, en primer lugar, que es un hombre inmovilizado y
temporalmente discapacitado. En segundo lugar, es un fotógrafo. Y no cualquier tipo de fotógrafo, sino uno dedicado a obtener
las imágenes de lugares personas, animales y cosas que están en movimiento de
difícil o peligroso acceso. Es decir, que su curiosidad es un atributo profesional.
En él no se trata de un ver por ver,
o de un saber por haber sabido, sino
de un modo de investigar, de acercarse al mundo para enriquecerlo con nuevos
productos de su quehacer que contribuyen a embellecerlo o de hacerlo más
comprensible. Es decir, la existencia de Jeff es auténtica: tiene incluso -al
parecer- ese vivir de cara a la muerte en el constante peligro a que se ve
expuesto, que Heidegger considera como un sello distintivo del vivir auténtico.
Su
misma situación con lo mirado no tiene nada de morboso, pues Hitchcock, si bien
a través del humor, nos muestra su desagrado y repugnancia al escuchar los
detalles comentados por Stella acerca del
posible aspecto del descuartizado cadáver de la señora Thorwald, ¡curiosa coincidencia con el ejemplo de San Agustín que acabamos de citar!
Incluso admitiendo que al comienzo se trataba en él de mera
curiosidad como entretenimiento, vemos que a medida que va atando los cabos y se
arma la sospecha del homicidio, la curiosidad de Jeff se va convirtiendo en una
auténtica procura o solicitud (fürsorge). En
genuina investigación y preocupación por los demás que contagia a Lisa, a
Stella y hasta al incrédulo detective Thomas Doyle, quien tiene que disculparse
por haber llegado tarde y haber expuesto a Jeff a permanecer ahora con dos
piernas enyesadas… y con el riesgo de contraer matrimonio.
Truffaut responde a la pregunta de Hitchcock de si acaso todos no
somos voyeurs con una inteligentísima frase: Somos
todos voyeurs, aunque no sea más que cuando miramos un film intimista. Además,
James Stewart en su
ventana se encuentra en la situación de un espectador que asiste a un film.
En lugar de psiquiatrizar o psicopatologizar la mirada de Jeff, la transforma en una
metáfora del cine. Jeff nos hace cómplices de una película, de una gran
película que Jeff, Lisa, Stella, Thomas y todos nosotros disfrutamos junto con
ellos gracias a la magia de ese gran creador que fue Sir Alfred Hitchcock en este
extraordinario homenaje al cine llamado La
ventana indiscreta.
Fuentes
consultadas:
San Agustín. Las Confesiones. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1974. pp 438-442
San Agustín. Las Confesiones. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1974. pp 438-442
American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders. Fifth Edition. DSM-5. CBS Publishers & Distributors.
Aristóteles. Metafísica, libro 1, capítulo 1 980 a en
O.C. Aguilar, 1967 p. 909.
Betancourt D, William.
LA FILOSOFÍA COMO MODO DE SABER
Aristóteles, Metafísica, A, 1 y 2, (980 a 21 - 983 a 24). William Betancourt D.
Universidad del Valle
Fernández Ramiro, Margarita. La mirada distraída. En: https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/.../22361_22361.pdf?...
Truffaut, François: El cine según Hitchcock. Edición Definitiva. Alianza Editorial. Quinta
edición 2010. Traducción de la Éditions Ramsay 1983
Estimado Franklin, me pareció muy interesante su entrada y concuerdo en que "La ventana indiscreta" no es un film sobre voyeurismo ni sobre curiosidad sino sobre cine (Stella misma descarta la primera posibilidad al señalar que la temperatura de Jeff no ha aumentado un grado desde que observa a sus vecinas en traje de baño. Thelma Ritter es genial en esto). Sobre todo me parece un ensayo sobre el montaje: el director no solamente demuestra que nuestra percepción de Jeff cambia de acuerdo a lo que esté mirando, ya sea un perrito o una vecina semi desnuda, sino que además el propio Jeff ve imágenes fragmentadas del mundo que lo rodea y extrae conclusiones a partir de ellas. Toda su reconstrucción acerca de lo que sucede en los departamentos vecinos se basa en lo que ve desde un determinado ángulo y se ve afectada por lo que NO ve, por ejemplo, a Thorwald saliendo del departamento con una mujer. Su realidad también está "editada".-
ResponderEliminarFíjese que casualidad, yo también descubrí a Hitchcock entre mis 8 y 9 años y ya nunca lo abandoné, pero en mi caso fue con "La llamada fatal" y no tengo la lucidez suficiente para identificar porqué me atrajo tanto. Supongo que sentiría alguna fascinación por esta historia con tan pocos personajes y encerrada en un único set que, sin embargo, no pierde nunca el interés y la tensión, pero no estoy segura...
Saludos cordiales, Bet.-
Muchas gracias, Bet, por su aporte. Otro asunto curioso es lo que usted menciona del encierro. Encierro en "La llamada fatal", en "La soga" y en "La ventana indiscreta"... Hace unas semanas volví a ver "El pianista", de alguien que podríamos llamar "el mago del encierro" (Roman Polanski) y la segunda parte del film tiene mucho en común con "La ventana indiscreta", porque toda la sublevación del Ghetto de Varsovia es contada desde la ventana del apartamento donde el protagonista se halla encerrado (y sin llave). Por lo demás, Polanski siempre ha reconocido su deuda con Sir Alfred y "Repulsión" es un homenaje a Hitchcock y a Buñuel, sus más queridos maestros. Reciba un cordial saludo.
ResponderEliminarNo he visto "Repulsión" pero no hace tanto tiempo vi "Un dios salvaje" (Carnage), que también cuenta magistralmente una historia en un espacio reducido. Y recordé "Una pura formalidad", a pesar de que no fue dirigida sino coprotagonizada por Polanski, que transcurre en un único ambiente y, si la memoria no me falla, en tiempo real... Siempre me resulta muy entretenido encontrar estos parentescos entre las películas. Saludos, Bet.-
EliminarLUIS SALVADOR HENRIQUEZ MARTIN ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarFranklin. Excelente sencillamente. Ilustrativo como desde Hitchcock y Truffaut te desplazas a Heidegger y al Padre de Hipona. Da gusto leerte
Me encantó eso que plantea como “lenguaje cinemátografico”, me permitió darle otro significado a lo que implica la palabra cine, gracias!
ResponderEliminarCon respecto a la curiosidad, se me viene a la cabeza la palabra “chisme”. Un chisme es chisme, no precisamente por su carácter de hermoso o suave, sino por su contenido destructivo, ejm: una pelea, la infidelidad entre una pareja, un accidente, cuando a alguien le va mal, etc. etc. etc., resultando entretenido para quien lo cuenta y escucha. Entonces, ¿podríamos hablar de la curiosidad como una necesidad de contactar con el horror de cada uno de nosotros?
Saludos Dr. Padilla!
Alejandrina von der Heyde
ALEJANDRINA VON DER HEYDE ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarMe encantó eso que plantea como “lenguaje cinemátografico”, me permitió darle otro significado a lo que implica la palabra cine, gracias! Con respecto a la curiosidad, se me viene a la cabeza la palabra “chisme”. Un chisme es chisme, no precisamente por su carácter de hermoso o suave, sino por su contenido destructivo, ejm: una pelea, la infidelidad entre una pareja, un accidente, cuando a alguien le va mal, etc. etc. etc., resultando entretenido para quien lo cuenta y escucha. Entonces, ¿podríamos hablar de la curiosidad como una necesidad de contactar con el horror de cada uno de nosotros? Saludos Dr. Padilla!