Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







lunes, 6 de noviembre de 2017

HONI SOIT QUI MAL Y PENSE




A raíz de un comentario afilado de unos “amigos” de las redes sociales  sobre una foto de grupo donde aparecía con unos ex alumnos (y sobre todo ex alumnas) del Postgrado del Hospital Psiquiátrico de Caracas pensé titular la foto con la  frase del escudo de los reyes de Inglaterra el lema de la orden de la jarretera. Busqué tanto en el Larousse como en la Encyclopaedia Britannica, pero no aparecía el origen de la expresión que traducido del francés antiguo significa: 

"Que la vergüenza caiga sobre aquel que piense mal de ello".

Recordé aquella tarde remota en que recorría el con mi prometida el centro de Caracas, y pasaba por la Librería “Pensamiento Vivo”, regentada primero por José Rivas Rivas y luego por Sergio Alves Moreira. 
Allí encontré los dos tomos de “Tirante el Blanco” traducción castellana del original valenciano Tirant lo Blanc, novela de caballería de Joanot Martorell y Marti Joan de Galba; uno de los libros que sobrevivieron a la quema después del escrutinio que hicieron el cura y el barbero de la biblioteca de Don Quijote [El Ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha, primera parte, capítulo 6]. 
Esta obra, calificada por Cervantes como “el mejor libro del mundo” y prologada por Mario Vargas Llosa en la edición de 1969, contiene desde el capítulo 85 al 97 inclusive, una detallada relación del origen de la Orden de la Jarretera donde queda claro, no sin sorna y socarronería, el motivo que llevó al rey Eduardo III de Inglaterra a crear la Orden. 

¿Es histórico este relato? 
No lo sé y no he encontrado ninguna otra fuente que lo desmienta. Para Vargas Llosa, Tirant lo Blanc es una obra inclasificable. Novela militar, novela erótica, novela psicológica, creación desinteresada, “novela total”. Eso y mucho más es lo que el prologuista nos invitaba a leer en 1969 y yo, modestamente, me animo a sacar del armario de los recuerdos como retazo para la colcha, como prevención a los malpensados de todos los tiempos y lugares.




Cómo fue instituida la fraternidad de la orden de los caballeros de Garrotera


«Ya había pasado el año y el día, y las fiestas habían terminado en su solemnidad, cuando la majestad del señor rey mandó rogar a todos los estados que se quisieran esperar algunos días, porque su majestad quería hacer publicar una fraternidad, la cual nuevamente había instituido, de veintiséis caballeros, sin que ninguno fuese reprochable, y todos con muy buen agrado estuvieron contentos de esperar. Y la causa y principio de esta fraternidad, señor, ha sido ésta en toda verdad, según yo y estos caballeros que aquí están, hemos oído contar por la boca del mismo rey.
      » En un día de solaz, en el que se hicieron muchas danzas, y el rey habiendo danzado quedose para descansar a un extremo de la sala, y la reina quedó en el otro extremo con sus doncellas, y los caballeros danzaban con las damas, y quiso la suerte que una doncella bailando con un caballero, llegó hasta aquella parte donde el rey estaba, y al rodar que la doncella hizo, cayóle la liga de la media, y al parecer de todos, debía ser de la pierna izquierda, y era de orillo. Los caballeros que estaban cerca del rey, vieron la liga que había caído en el suelo. Esta doncella se llamaba Madresilva, y no penséis, señor, que fuera más bella que otra, ni que nada de lo que enseñaba fuese  gentil: muestra cierta ostentación, es un tanto desenvuelta en el baile y en el hablar, y canta razonablemente, pero, señor, pueden encontrarse trescientas más bellas y más agraciadas que ésta; pero el apetito y la voluntad de los hombres van repartidos de muchas maneras. Un caballero de los que estaban cerca del rey, le dijo:
       »   Madresilva, habéis perdido las armas de vuestra pierna. Paréceme que habéis tenido mal paje, que no os la supo atar.
           » Ella, un tanto vergonzosa, dejó de danzar y volvió para recogerla, pero otro caballero fue más rápido que ella y cogióla. El rey que vio la liga en poder del caballero, prestamente lo llamó y díjole que se la atara, en la pierna sobre la media, en la parte izquierda, debajo de la rodilla.
           »    Esta liga ha llevado el rey más de cuatro meses y nunca la reina le dijo nada, y cuanto más el rey se vestía, con más voluntad la llevaba a la vista de todo el mundo. Y no hubo nadie en todo aquel tiempo que tuviera el atrevimiento de decírselo, sino un criado del rey que era muy favorecido y que vio que la cosa duraba demasiado. Un día que estaba solo con él, le dijo:
      »   Señor, ¡si vuestra majestad supiera lo que yo sé y la murmuración de todos los extranjeros, y de vuestro mismo reino, y de la reina y de todas las damas de honor!
         ¿Qué puede ser? -  Dímelo en seguida.

       »    Señor, yo os lo diré; que todos están admirados de una tan grande novedad como vuestra alteza ha querido hacer de una mínima y menospreciada doncella y de baja condición, entre las otras muy poco estimada, que vuestra alteza lleve su seña en vuestra persona, a la vista de todo el mundo tan largo tiempo. Ni que fuera reina o emperatriz se haría mayor mención de ella. ¡Y cómo señor! ¿No encontrará vuestra alteza en este vuestro reino doncellas de mayor autoridad en linaje y en belleza, en gracia y en saber y llenas de muchas más virtudes? Y las manos de los reyes que son muy hurgadoras y llegan a donde quieren.
           » Dijo el rey:
      »     ¡De modo que la reina está descontenta de esto y los extranjeros y los de mi reino están de ello admirados! ―dijo tales palabras en francés― Puni soit qui mal hi pense! Ahora yo prometo a Dios―dijo el rey― que yo instituiré y haré sobre este hecho una orden de caballería, que tanto como el mundo durará, será en recuerdo de esta fraternidad y orden que yo haré¹.
      »Y en aquel momento se hizo desatar el orillo, que no lo quiso llevar más aunque sentía mucha melancolía, pero no hizo demostración alguna.
      »Después, señor, terminadas las fiestas como he dicho vuestra señoría, dio la siguiente ordenanza:
      »Primeramente, que fuese construida una capilla bajo la advocación del bienaventurado señor San Jorge, dentro de un castillo que se llama Ondisor, con una gentil villa que hay, cuya capilla fuese hecha a manera de coro de iglesia de monasterio de frailes, y a la entrada de la capilla, a mano derecha, fuesen hechas dos sillas, y a la parte izquierda otras dos, y de allí hacia abajo, en cada parte fuesen hechas once sillas y hasta que fuesen en número de veintiséis sillas, y en cada una, que se sentara un caballero, y sobre la cabecera de la silla tuviese cada caballero una espada muy bien dorada, y la cubierta de la vaina fuese de brocados o de carmesí, bordada de perlas y de argentería, esto como a cada uno mejor parezca, la más rica que cada uno pueda hacer. Y al lado de la espada que cada uno tenga un yelmo hecho a la manera de aquellos que justan, y que lo puedan tener de acero bien fabricado o de madera bien dorado, y sobre el yelmo esté el timbre de la divisa que quiera, y en las espaldas de la silla, en una placa de oro o de plata, sean pintadas las armas del caballero, y allí estén clavadas.
      »Después, diré a vuestra señoría las ceremonias que se han de celebrar en la capilla, y ahora diré los caballeros que fueron elegidos. Primeramente, el rey eligió veinticinco caballeros y con el rey fueron veintiséis; el rey fue el primero que juró guardar todas las ordenanzas contenidas en los capítulos, y que no hubiese caballero que pidiera esta orden que la pudiese haber. Tirante fue elegido el primero de todos los caballeros, a causa de que fue el mejor de todos los caballeros; después fue elegido el príncipe de Gales, el duque de Bétafort, el duque de Lencastre, el duque de Átzetera, el marqués de Sófolc, el marqués de San Jorge, el marqués de Belpuig, Juan de Vàroic, gran condestable, el conde de Nortabar, el conde de Sálasberi, el conde de Estàfort, el conde de Vilamur, el conde de las Marchas Negras, el conde de la Joyosa guardia, el señor de Escala Rota, el señor de Puigvert, el señor de Terranova, Micer Juan Stuart, Micer Albert de Riusec; éstos fueron los del reino. Los extranjeros fueron el duque de Berri,  el duque de Anjou, el conde de Flandes, y fueron  todos en número de veintiséis caballeros.
      »Señor, a cada caballero que querían elegir para poner en la orden de la fraternidad, les hacían esta ceremonia: Cogían un arzobispo u obispo y le daban los capítulos de la fraternidad cerrados y sellados, y mandábanlos al caballero que querían elegir que fuese de su hermandad, y mandábanle un ropaje todo bordado de ligas y forrada de martas cebellinas, y un manto largo así como el ropaje hasta los pies, forrado de armiños, que era de damasco azul, con un cordón todo de seda blanco para atar arriba, y las alas del manto las podían lanzar sobre los hombros y se mostraba el ropaje y el manto. El caperuz era bordado y forrado de armiños; la bordadura era igual que la liga que estaba hecha de forma semejante, eso es, de una correa con cabo y hebilla así como muchas mujeres galantes y de honor llevan en las piernas para sostener las medias, y cuando han hebillado la liga, dan una vuelta de la correa sobre la hebilla haciendo nudo, y el extremo de la correa cuelga casi hasta media pierna, y  en medio de la liga están escritas aquellas mismas letras: Puni soit qui mal hi pensé. El ropaje, el manto y el caperuz, todo está bordado de ligas, y cada caballero está obligado a llevarla todos los días de su vida, así dentro de la ciudad o villa donde esté como fuera de ella, y en armas o de cualquier modo que sea. Y si por olvido, o porque no la quisiera llevar, cualquier rey de armas, heraldo o portavoz que le viese ir sin la liga, tiene potestad absoluta para quitarle la cadena de oro del cuello, o lo que lleve en la cabeza, o la espada, o lo que lleve, aun cuando sea delante del rey o en la mayor plaza que sea. Y cada caballero está obligado por cada vez que no la llevare, a dar dos escudos de oro al rey de armas o al heraldo o al portavoz, y aquel está obligado de estos dos escudos dar uno a cualquier capilla de San Jorge para cera, y el otro escudo es para él, porque ha puesto atención. Y aquel obispo, o arzobispo u otro prelado, tiene que ir como embajador de la fraternidad y no del rey, y lleva el caballero a una iglesia, cualquiera que sea, y si la hay de San Jorge, allí van directamente, y el prelado le hace poner la mano sobre el ara del altar y le dice las siguientes palabras:


»―Vos caballeros que habéis recibido la orden de caballería, y que sois tenido en opinión de no ser reprochable entre los buenos caballeros, yo  he sido enviado aquí como embajador de toda la fraternidad y de aquella próspera  orden del bienaventurado San Jorge, que por aquel juramento que habéis  hecho, que mantendréis todas las cosas secretas y que por vía directa o indirecta, de palabra o por escrito, no lo manifestaréis.
            »Y el caballero promete por virtud del juramento, cumplir y guardar todas las cosas antedichas, y le dan los capítulos. Después que él los ha leído, arrodillase en el suelo ante el altar o imagen de San Jorge y con mucho honor y reverencia recibe la orden de la fraternidad. Y si no quiere aceptar, tiene tres días para pensarlo, y dice o puede decir: «Mi persona no está dispuesta para recibir una orden tal alta como es esta, llena de mucha excelencia y virtud.»
            »Vuelve a cerrar los capítulos, escribe dentro su nombre, así los vuelve a remitir por el embajador a los de la fraternidad.

Los capítulos de fraternidad son estos:
            »El primero es, si no se es caballero creado en armas, no puede ser de la fraternidad de la orden del bienaventurado San Jorge.

            »El segundo es, de nunca desnaturalizarse de su rey y natural señor, por muchos males y daños que haga.

            »El tercero es, de ayudar, amparar a mujeres viudas y doncellas, si requerido fuere, dedicarle todos sus bienes, entrar en campo cerrado con armas o sin armas, y reunir gente, parientes, amigos y voluntarios, y dar combate o combates en villas o ciudades o castillos si acaso tal señora de honor estuviese presa o detenida a la fuerza.

            »El cuarto es, cualquier caballero que en armas se encontrara, tanto en mar como en tierra, no huirá por muchos enemigos que vea. Bien se puede retraer, haciéndose atrás con la cara ante los enemigos, no volviendo aquella, y si volvía la cara, caería en muy feo caso de falso y de perjuro, echándosele de la fraternidad, degradándole de tal orden de caballería, haciendo un hombre de madera con manos, brazos y pies, armándolo con todas las armas, dándole bautismo, y poniéndole su propio nombre en la degradación.



            »La quinta es, si el rey de Inglaterra tomara empresa para ir a conquistar la tierra santa de Jerusalén, en cualquier estado que el caballero esté herido, o de cualquier enfermedad, está obligado a venir por mar a nuestra fraternidad, por esto que la conquista de Jerusalén me pertenece a mí que soy el rey de Inglaterra, y no a otro.

Ceremonias que hacen los caballeros de la Garrotera, cuando están juntos en la iglesia de San Jorge donde está la cabeza de la orden.
            »Estos son los capítulos que remiten a cada caballero. Y la liga que le envían es muy rica, adornada con diamantes y rubíes y otras piedras finas. Si acepta la liga y quiere ser la de la fraternidad, un día de aquella semana hace gran fiesta por toda la ciudad o lugar donde esté, y vístese con aquellos ropajes, cabalga sobre un caballo todo blanco,  si haberlo pueden, y toda la demás gente va a pie a su alrededor, y así van por toda la ciudad luciéndose, y van a hacer oración a la iglesia de San Jorge, si la hay y si no a otra con dos banderas, una de las propias armas  y la otra de su divisa.
            »De ahora en adelante, el rey le llama hermano de armas o conde, que quiere decir lo mismo que hermano de armas. Si algunos de estos caballeros se encuentra en la isla de Inglaterra y no está enfermo, está obligado a venir a aquel castillo donde se celebra aquella fraternidad, y sí se encuentra fuera de la isla, aunque no vaya no les importa nada; y si está dentro de la isla y no viene, tiene que pagar diez marcos de oro, y todos hay que gastarlos en cera.
             »Y el rey, señor, ha dado de renta cada año a esta fraternidad cuarenta mil escudos, y sirven para lo que voy a decirlos: primeramente para hacer aquellas ropas y mantos para vestir a los caballeros de la fraternidad, y para comer la víspera y el día de San Jorge, en que hay que celebrar fiestas muy solemnes. Diré a vuestra señoría, las fiestas que se deben celebrar en la iglesia: la víspera del Santo, todos los de la fraternidad tiene que estar allí con las ropas dichas más arriba, y todos a caballo tienen que ir hasta la puerta de la capilla, y no tiene que ir ningún otro a caballo con ellos, que toda la demás gente tiene que ir a pie y cuando hayan descabalgado, tiene que ir hasta el pie del altar y los veintiséis se arrodillan para hacer oración, y no debe haber entre ellos y el rey, diferencia alguna, sino que cada uno se siente en su silla. Y al incensar, lo harán dos presbíteros u obispos, si los hay en aquella ocasión, y uno irá por un lado de las sillas y el otro por el otro, y todos a un tiempo les darán incienso y, como en la misa, el ofertorio y la paz. Cuando las vísperas se han dicho, vuelven con aquellas mismas ceremonias, y descabalgan en una gran plaza que hay, y aquí se hará una gran colocación e confitería; después de esto vendrá la gran cena, y allí tienen que comer todos los que quieran cena,  al día siguiente, que será el del bienaventurado San Jorge, volverán con aquella misma ceremonia, y antes de oír misa tienen que celebrar capítulo, y tiene que estar con ellos, en el consejo, un rey de armas que ha sido elegido, y al que se llama Garrotera, a este le dan mis escudos de salario todos los años por cuanto tiene que pasar el mar,  y está  obligado a ir a visitar a los caballeros de la fraternidad para ver como se portan, a fin de que aquel día  se pueda dar relación de ello. Y cuando están en consejo, si faltara algún caballero que hubiese muerto, eligen a otro; y si estuviera de menos por que no cumplió todo lo antedicho, o huyera en batalla , en presencia de todos cogerán un hombre de madera que tendrán preparado, y tienen que bautizarle con todas aquellas ceremonias que son habituales en los bautizos, y le pondrán, el mismo nombre del caballero, y luego lo degradarán de toda la fraternidad; y, si es posible, después le darán cárcel perpetua y ella le harán morir. Después que hayan visto todo lo que la fraternidad necesita, lo dejarán todo ordenado y luego saldrán a la misa y al sermón de San Jorge, y después a las solemnes vísperas.  Al día siguiente volverán con el mismo orden y harán celebrar un aniversario por el alma de aquel caballero o caballeros que hayan muerto o mueran dentro de aquel año,  o por el primero que morirá; y si hay caballero muerto para el cual harán la sepultura, cuando llegue el ofertorio, se levantaran cuatro caballeros, los que  tienen a su cargo la administración de la moneda, y los dos cogiendo la espada, uno por el pomo y el otro por la punta, y así a través la llevarán hasta el altar y la ofrecerán al presbítero, y los otros dos llevan el yelmo a ofrecer, y aquellos es el derecho de los sacerdotes, y aquí terminan las fiestas del año. Y si por ventura alguno de estos caballeros de la fraternidad había sido hecho prisionero en guerra justa, y por rescate tuviese que pagar tanto de sus bienes que su estado no pudiese soportar como le era habitual, la orden esta obligada a darle todos los años lo que comprendan que merece según su condición. Todavía, señor ,han ordenado más, que si algún otro caballero que no sea de la fraternidad, y siguiendo las armas de guerra fuese mutilado de algún miembro de su persona, que no pudiese llevar armas ni seguir la guerra, si van al monasterio y quieren estar allí toda su vida, que sean recibidos, con tal que cada día que puedan vayan a misa y a vísperas con un manto encarnado con una garrotera bordada en el pecho, y allí sean mantenidos con una mujer e hijos, si los tiene, y servidores, muy abundantes según su condición. Todavía han ordenado más, que veinte mujeres de honor sean de la fraternidad de la garrotera, y hagan tres votos.


Los votos que hacen las mujeres de honor

            »El primero es, que nunca dirán a marido, e hijo o hermano, si está en guerra, que se vuelva.

»El segundo es, que si supiese que alguno de éstos estuviese sitiado en villa, castillo o ciudad, y pasase necesidad de vituallas, ellas harán todos sus posibles y trabajarán para mandárselas.

            »El tercero es, que si alguno de éstos estuviese preso, con todo su poder le ayudarán para sacarlo de prisión, y dedicarán a ello todos sus bienes hasta la mitad de su dote. Y las dueñas están obligadas a llevar la garrotera en el brazo izquierdo, por encima de la ropa en el brabón.»

Cómo fue encontrada la divisa del collar que da el rey de Inglaterra.
            ―Señor, puesto que he contado a vuestra señoría lo que se refiere a la Garrotera, ahora le hablaré de la divisa del collar que ahora hace el rey de nuevo.
            ―Os ruego que digáis eso― dijo el ermitaño.

            ―Yendo el rey y la reina con todos los estados de caza―dijo Diafebus―, el rey había ordenado a los monteros que para aquel día concertasen mucho animales fieros de diversa naturaleza, y era tanta la gente que iba entre hombres y mujeres, que hicimos una gran matanza, porque con la gran muchedumbre de gente hicieron venir a los animales fieros a un portillo, y allí, con flechas, ballestas y lanzas se hizo en ellos un gran estrago, y con carros y acémilas los llevaron a la ciudad. Los cocineros desollaron un gran ciervo que casi era completamente blanco por vejez, y le encontraron al cuello un collar todo de oro. Los que le desarrollaron fueron los más admirados del mundo y lo dijeron al comprador mayor. Este rápidamente fue a verlo, y cogió el collar con la mano y lo llevó al rey. Y al rey mucho le gustó, y vieron en el collar unas letras escritas que decían que, en tiempo en que Julio César vino para conquistar Inglaterra, y la llenó de alemanes y de vizcaínos, cuando se fue cogió aquel ciervo y le hizo cortar el cuero del cuello y ponerle allí aquel collar, y volvieron a coserle el cuero y lo soltaron. Y rogaba a aquel rey que ese collar encontrara, lo convirtiera en divisa. Hacía, según el calendario del tiempo, cuatrocientos noventa y dos años que se lo pusieron, y por eso muchos dicen que no existe en el mundo ningún animal que tanto viva. Y el collar era todo de eses redondas, y porque en todo el A B C no encontraréis ninguna letra, una por una, de mayor autoridad y perfección que pueda significar cosas más altas que esta letra S .

El significado de la divisa
»» La primera, santidad, sabiduría, sapiencia, señoría y muchas otras cosa que empiezan por S. El magnánimo rey ha dado collares de éstos a todos los que forman la fraternidad. Luego ha dado a muchos caballeros extranjeros y del reino y a damas y doncellas, y a muchos gentileshombres les daba collares de plata. Y a mí, señor, me dio uno, y a todos estos caballeros que están aquí les dio el suyo.»
-Estoy muy contento de cuanto me contó vuestra gentileza-dijo el ermitaño-. La orden de la garrotera me gusta mucho, porque ha sido constituida con virtuosas leyes de caballería, y de tal dignidad como jamás he visto ni oído decir, y esta muy de acuerdo con mi voluntad y mi espíritu se alegra. Decidme, virtuoso caballero, ¿no es cosa de mucha admiración el collar que han encontrado en poder de un animal salvaje, de tan gran discurso de tiempo, y de todas las cosas que vuestra virtud me ha contado, tanto de las fiestas como de las armas? Tanto como he estado en este mundo miserable y jamás oí decir que un tan gran triunfo se hubiese celebrado.
Estas y semejantes palabras decía el ermitaño, cuando vino Tirante y dijo:
-Padre y señor, hágase vuestra gracia el favor de venir cerca de la lúcida fuente para tomar una pequeña colación con nosotros y concedednos la gracia de que podamos pararnos aquí cuatro  o cinco días para hacer compañía a vuestra santidad.  
Y el ermitaño estuvo muy contento y se detuvieron con él más de diez días. En estos días hablaron de muchos hechos virtuosos de armas y el ermitaño les dio muy buenos consejos.
A la hora de marcharse, habiendo visto Tirante que el padre ermitaño sólo comía hierbas y bebía agua, movido de amor y caridad hizo traer muchas viandas y todas las cosas necesarias a la vida humana, así como si tuviese que abastecer un castillo que espera verse sitiado por los enemigos. Y cada día tenían que hacerle comer con muchas súplicas.
El día que tenían que marcharse, Tirante con todos los demás, con mucho amor, le rogaron que quisiera quedarse aquella noche en una de aquellas tiendas, ya que ellos querían irse muy de mañana y no se irían sin que él les diese su bendición. Y el ermitaño, creyendo que lo querían por eso, estuvo contento. Arregláronle una pequeña cama, y descansando el ermitaño, Tirante hizo llevar dentro de su ermita gallinas y capones y otras viandas para mas de un año, incluso carbón y leña para que no tuviese que salir de la ermita si acaso llovía.
Cuando les pareció que era hora de irse, todos se despidieron del padre ermitaño, dándose muchas gracias los unos a los otros.
Cuando se hubieron ido en camino derecho a Bretaña, el padre ermitaño se fue a su ermita para decir sus horas y encontró toda la casa llena de vituallas y dijo:
-Seguro que esto lo ha hecho aquel virtuoso Tirante: quiero que tenga parte en todas mis oraciones, sólo por conocer su bondad y virtud, pues esto es demasiado para mí.
Y de ahora en adelante no se habla más del ermitaño. 



HONNI SOIT QUI MAL Y PENSE


Bibliografía


Joanot Martorell y Marti Joan de Galba. Tirant lo Blanc. Prólogo de Mario Vargas Llosa. Traducción y notas de J. F. Vidal Jové. Alianza Editorial. Madrid 1969.

Miguel de Cervantes y Saavedra. El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha. Primera parte. Capítulo 6. pp 60-69. Edición del IV Centenario. Real Academia Española. Asociación de Academias de Lengua Española.