Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







viernes, 23 de diciembre de 2011

MENSAJES EN CLAVE

Despierto bruscamente una madrugada  al oír la voz de mi tía Aida susurrarme al oído:

- "Franklin, Franklin...¿Pedro Liendo es comunista?"

-"¿Que quéeeeee?"

- "Que si Pedro Liendo es comunista" .

- "¿Y a qué viene esa pregunta a esta hora?" (eran como las dos de la mañana)
- "Es que hay unos señores aquí con unas pistolas y otras armas, preguntando por él...dicen que quieren hablar contigo...mucho cuidado, mijo"

Salgo en piyama al recibo y me encuentro a tres sujetos mal encarados, con trajes de aspecto ruinoso, armados con ametralladoras y pistolas.  Uno de ellos me dice, saludando con la mano en la visera del sombrero como si yo fuera su superior militar:

- "Disculpe, doctor Padilla, pero somos funcionarios y estamos buscando a este señor Pedro Liendo. ¿Qué nos puede decir de él?"

- "Es un destacado cantante venezolano, un bajo barítono; y en efecto, es mi amigo"

- "Pero... ¿usted lo conoce bien?   Es un elemento subversivo.  ¿Qué sabe usted de él?"



- "Que estudió canto en Checoeslovaquia.  No creo que eso sea subversivo...  Viene a mi casa a dar clases de canto, porque necesita un piano y yo le presto el mío"

-"Necesitamos que nos acompañe para que nos aclare algunas cosas sobre él".  Viendo temblar a mis tíos y a mi madre (y a mí también, supongo), dice:

-"No se asusten, se trata de un procedimiento rutinario, una mera formalidad ...también necesitamos hacer un registro de la casa para ver si hay algunos papeles comprometedores"

Protesto por ese atropello, pero no logro ningún resultado.  Los sujetos entran en la casa, suben a la terraza, donde duermen dos primos míos, Cristóbal y Vicente y al regresar, noto que se llevan, entre otros, unos ejemplares de "Rojo y Negro", "Los Hermanos Karamazov", "La Guerra y la Paz", "Miguel Strogoff" y..."Mi lucha".  En vista de lo inevitable de la situación, paso a mi cuarto a cambiarme y acto seguido salgo a la calle, entro en un destartalado Oldsmobile y salimos rumbo a la sede de la DIGEPOL (Dirección General de Policía).  Pienso lo peor, pues se tejen muchas historias sobre esta policía que sustituyó a la Seguridad Nacional de la Dictadura.
El hombre del sombrero debe haberse dado cuenta de mi sobresalto, pues me dice:

- "No se preocupe doctor, esto va a ser rápido, es sólo una averiguación".

Rodamos en la quietud y el silencio de la madrugada, aún a oscuras,  hasta que llegamos al Edificio "Las Brisas", sede de la Policía Política durante los gobiernos de Betancourt y Leoni.  Un sótano fuertemente iluminado y un gentío entrando por unos pasillos.  Oigo una voz que me llama.  Es uno de los miembros del coro de la Agrupación Pro Música, que me dice más con los gestos y con la expresión perpleja de su rostro que con palabras:

- "¿Sabes qué hacemos aquí?"

Le contesto que no con la cabeza, pues nos ordenan que guardemos silencio.  Más adelante me encuentro a M******, en otro tiempo paciente en la Clínica "Coromoto" y ahora novia de uno de los solistas del coro, que me espeta sospechosamente:

- "¡Tú a mí no me conoces!"

Sigo avanzando por el pasillo fuertemente iluminado hasta que llego a uno donde se encuentra la flor y nata de la música coral de Venezuela:  Evelia de Rivas, Manuel Antonio Ortiz, (a) "Alejandro"  (ese "alias", de origen familiar, le ocasionaría un serio problema más adelante) todos miembros de la Agrupación Pro Música, una de las pioneras del movimiento musical juvenil venezolano, del cual Pedro Liendo era el Director y yo el Secretario General de la Junta Directiva. José Rivas Rivas, también detenido, era el Presidente.  Al extremo de la fila, todos contra la pared, está Pedro Liendo.  Como siempre, bien vestido, encorbatado y enfluxado.  Me paro a su lado y le pregunto en voz baja:

- "Y a ti...¿qué te pasó?.  Porque a mi casa fueron preguntando si te conocía"

-"Pues a mí me preguntaron lo mismo sobre tí:  ¿Conoce al doctor Franklin Padilla? - Claro que sí, un médico de la Cruz Roja, amigo mío...¿por qué?".- "¡Hombre peligroso ese doctor Padilla!".  "Lo andamos buscando.  Venga con nosotros para que nos ayude a investigar."

Nos damos cuenta de que se trata del viejo truco de "¿conoce usted a mengano?"  como una mera excusa para llevarnos detenidos.  Es lo que en el lenguaje cinematográfico llamarían un Mc Guffin, esto es, un pretexto para hacer correr la trama.
Pasa un tiempo que parece eterno, mientras permanecemos de pie contra la pared,  aunque no se ve la hora del día, pues el sótano no tiene aberturas y los reflectores iluminan escandalosamente.  Por el reloj son como las cinco. Pasa gente que entra y sale, funcionarios, policías armados hasta los dientes.  También mujeres que deben trabajar como secretarias en la DIGEPOL. No sabemos por qué estamos allí.  Se empiezan, bajo cuerda, a tejer las más variadas hipótesis:  supuestamente nos acusan de estar grabando un disco para las guerrillas, pero hay muchísima gente en el pasillo que no tiene nada que ver con nosotros, como el caso de un médico gremialista que protesta por tenernos de pie tanto tiempo, incluyendo una mujer embarazada, sin que se nos diga el motivo de nuestra detención.
Por fin nos van haciendo pasar por grupos a unos calabozos.  Nos asignan el de los presos políticos. Los residentes nos dan la bienvenida, son veteranos, supongo que de la lucha armada.  Muchos visten de caqui y se ve que son universitarios.  Nos reciben con suma cordialidad. En una de las paredes hay un letrero:

LA PRISIÓN NO DOBLEGA A LOS HOMBRES.
Otro:
MÁS VALE MORIR DE PIE QUE VIVIR DE RODILLAS

Me asignan una litera.  En un radio se escucha la voz de Jorge Dáger,  ex-dirigente de AD y luego del MIR que finalmente apoyó a Larrazábal con el FDP y que con él y otros partidos darán un mitin esa noche en el "Nuevo Circo", donde presentarán su alianza con otros partidos y derrotar a AD y Copei en las próximas elecciones de 1968
A pesar del ruido y la tensión, me quedo dormido en la litera.  Mi sueño es intranquilo y nada consolador:  (sueño que estoy encerrado en un lugar oscuro).
Despierto cuando un guardia nos lleva unas arepas rellenas  con "perico" (huevo revuelto con cebolla y tomate) totalmente frío y café negro muy claro.  Realmente el hambre tiene cara de hereje, pues me la como sin chistar. La luz de la mañana se filtra por alguna ventana o resquicio, y eso me permite calcular que ya deben ser más de las ocho.  Además, eso cuadra con el desayuno.

No mucho tiempo después oigo que me llaman y me hacen salir del calabozo y caminar por un largo pasillo en penumbra donde me encuentro con un funcionario que tiene las cédulas de identidad que nos confiscaron al detenernos. Sigo de pie y él permanece sentado. Mi cédula sospechosamente no aparece.  Otro funcionario, que debe hacer el papel del "bueno" le dice al "malo" que me entregue la cédula, que no me la retenga, que no me maltrate, que mire lo que le pasó a la señora N..... a quien le tuvieron que dar unos golpes.  Allí empiezo a tener miedo.  El "malo" me pregunta si me gradué en la Universidad Central, que si todos allí salen comunistas y yo (de tendencia socialcristiana) le contesto que no, que la UCV tiene estudiantes y profesores de todas las corrientes.  Me mira mientras busca las cédulas (sin supuestamente encontrarlas) y responde que no, que todos en esa universidad son unos comunistas. Decido callar, pues me doy cuenta de que se trata de una provocación o un propósito de amedrentarme,  e insisto en que me devuelva la cédula.  Se prolonga el diálogo entre "El Bueno" y "El Malo" y hacen mención de una de mis compañeras del coro que habría sido torturada (después comprobé que era falso). Sigo de pie, esperando. Al fin me entrega la cédula y salgo encandilado a la luz de la calle.

Debe ser cerca de las tres de la tarde, o poco más. Un taxi se para en seguida frente a mí y lo abordo, sentándome, como suelo, al lado del chofer.  Éste empieza a dar vueltas a la manzana y me pregunta quién habrá dejado "esa" ametralladora sobre el asiento de atrás.  Voy a voltear a ver, pero instintivamente me quedo impávido y le digo "no sé".  Debe ser un Digepol el chofer, pero no me queda más que quedarme quieto y decirle que me lleve a mi casa, dándole de nuevo la dirección.  Alarde (lo llamamos "aguaje") o realidad, lo cierto es que el chofer toma el rumbo del Centro y me deja en la puerta de mi casa.
Al entrar, furioso por todo lo que me ha pasado y tranquilizando a mis familiares, me sorprende encontrarme a Miriam Bello, una colega que recibía clases de canto en mi casa con Pedro Liendo y lo está esperando para la lección de ese día.  Sonrío amargamente y le  digo a Miriam que se olvide de la clase, que Pedro debe estar aún detenido, que yo no sé ni por qué me llevaron y menos por qué me soltaron tan rápido. Al final Miriam se va, preocupada, por supuesto.

Los días siguientes son de incertidumbre y tensión: ¿Por qué nos detuvieron? Si había algún infiltrado que quiso utilizar la Agrupación, ¿quién era? La única persona aparentemente comprometida era la mujer que me pidió no reconocerla, pero ella no cantaba en el coro.  La orquesta no estaba funcionando para entonces, sólo dábamos recitales de música coral y ella era sólo la novia de Iván, un solista del coro.
Empiezan a salir los detenidos.  A Alejandro le creó problemas su sobrenombre, puesto desde la infancia por su familia, pero que los policías pensaban que era un "alias" que escondía a algún subversivo.  Contó que a Pedro Liendo los presos políticos le echaban broma simulando un recital el día que debía darlo en la Biblioteca Nacional.  Por fin salió Liendo.  Contó que lo hicieron pasar por una puerta secreta a la mismísima oficina del Ministro de Relaciones Interiores, Reinaldo Leandro Mora, quien se encontraba en calzoncillos mientras se afeitaba, y le dijo:

-"¡Perdóname esa vaina, Pedro, se trató de una confusión!"

Pero a ninguno de nosotros nos convenció esa excusa.  Quedó mucha suspicacia en un grupo donde reinaba la confianza y-si se quiere- la ingenuidad.


El fin de semana después de mi "liberación", hubo un matrimonio en la familia.  Durante la fiesta, mi prima y compinche Elisa Jiménez  contó urbi et orbe el episodio, dándole a todo, con su vis cómica,   un carácter de comedia.  Según su versión, entre los policías y yo tuvo lugar el siguiente diálogo mientras me amordazaban, me pegaban y me colocaban cables eléctricos en partes pudendas:

ELLOS- "¡Confiesa...aquí hay unos mensajes en clave!" ..."¿Qué significan?"

YO-       "No hay ningunos mensajes en clave.  Soy inocente.  No sé de qué me hablan"

ELLOS- (GOLPES...BALDES DE AGUA...CHOQUES ELÉCTRICOS...)

YO-       "¡Aaaaaaaayyyyyyyy! ¡Socorro!...¡Socorro!..."

ELLOS- "¿Qué dicen estos mensajes?"

YO-       "¡Pero si no son lo que ustedes piensan...créanme, por favor! "

ELLOS- (DE NUEVO GOLPES... ETCÉTERA)

YO (después de un silencio prolongado)-"¡Está bien, está bien!"..."¡son mensajes en clave!"

ELLOS-"¡Ajá, con que sí!  ¿Y qué significan?"

YO-     "...¡Pero es que son mensajes en CLAVE DE SOL Y CLAVE DE FA...!"

Había dos finales para el cuento.  En el primero los policías entraban en razón y me dejaban en paz y en el otro me seguían torturando hasta que les explicara qué era eso de "sol" y "fa".
He de decir que las carcajadas que acompañaban el relato de Elisa no eran muy de mi agrado, pues aún era víctima del sindrome de estrés agudo que me acompañó por varios meses, pero más adelante también celebré el chiste, lo mismo que las palabras de mi tía al llegar la policía. Cada vez que me encontraba a Pedro, bien en la calle o en cualquier lugar público o privado, le susurraba al oído o le decía en alta voz (según la ocasión):

- "Señor Liendo: ¿por casualidad usted es comunista?"

o, si el encuentro era de lejos, en voz alta:

- "¡Pedro Liendo...comunista!"

Todavía Pedro se ríe, tomando en cuenta que él es de simpatías oficialistas y yo un escuálido irredento.


En 1972, encontrándome en Ciudad Bolívar, compartía un buen momento con mi primo el General Pedro Amaral Rodríguez, Jefe de la VI División de Infantería, quien fue la persona que logró sacarme en tiempo record de los sótanos de la Digepol en aquel incidente del período de Raúl Leoni:

-"Pirulo, ¿por qué me detuvieron esa madrugada? ¿Quién o quiénes estaban comprometidos con la subversión entre nosotros? ¿O fue una confusión, como dijo Leandro Mora?"

- "La verdad es que se trató de las dos cosas. Una señora mayor que tenía una academia de música tocaba violín en la orquesta de ustedes. Y ustedes guardaban en su casa papeles, documentos, nada comprometedor, los nombres de su Junta Directiva, partituras, programas. Pero esta señora tenía una hija que era comandante guerrillera. La policía y el SIFA (Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas) la buscaban, allanaron su casa y encontraron los archivos de ustedes. Y ahí vino la confusión".

¡De modo que se trataba de la Señora F******, quién lo iba a creer!  ¡Una dulce matrona de cabellos plateados que tocaba su violín con sus dos rubios y angelicales nietecitos, varón y hembra, gente totalmente apacible y cordial, que ni se hacía sentir! Parecía una novela de misterio. Recordé, mientras sonreía para mis adentros,  el film El Quinteto de la Muerte, donde aquella inocente viejecilla es la que logra quedarse con los millones de libras esterlinas que los asesinos encabezados por Alec Guinness y Peter Sellers habían escondido en su casa.



Ese domingo se presentó en la Biblioteca Nacional el recital del bajo-barítono Pedro Liendo, acompañado al piano por Martin Imaz, si mi recuerdo es fiel.  Del programa interpretado recuerdo especialmente los Negro´s Spirituals "My Lord what a morning", "Deep River",  fragmentos de varias cantatas de Bach y "I got plenty o´nuttin"  de Porgy and Bess, de Gershwin.

Fue un recital extraordinario. Como todo lo de Pedro.


Al centro, de barba, Pedro Liendo, unos años después...