Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







sábado, 5 de marzo de 2016

TRILOGÍA 2: LAS TROYANAS




Es una verdad firme que la sabiduría rechaza la guerra. Pero si acontece, la muerte gloriosa será aquella por la patria.

No creáis jamás que los opulentos son afortunados hasta conocer su muerte.



Cacoyannis obtuvo  en 1962 un resonante éxito con  Electra, la última en la trilogía de Eurípides, pero la primera en ser filmada por el director chipriota. Entre 1965 y 1966 representó en París la versión de Sartre al francés de Las Troyanas, la segunda de la trilogía euripídea, pensando en regresar a Atenas para estrenarla en el Odeón de Herodes Ático, pero no pudo regresar: en 1967 un golpe de estado encabezado por el coronel Giorgios Papadopoulos llevó al gobierno a la llamada Junta de los Coroneles, la cual instauró una dictadura militar que suprimió las libertades políticas y llegando a prohibir al mismísimo Eurípides.
Buena parte del equipo que filmó Electra fue arrojada al exilio, mientras el compositor Mikis Theodorakis  era hecho prisionero del régimen militar e Irene Papas optaba por un éxodo voluntario. De modo que Las Troyanas no pudo rodarse en Grecia ni con actores griegos.

Katharine Hepburn 

Tuvo que esperar diez años para llevar a un elenco angloparlante a la España de Franco, donde paradójicamente, no hubo ningún impedimento para la realización de este film antibelicista, antimilitarista y en cierto modo feminista que se rodó en Atienza, cercana a Guadalajara, provincia de Castilla-La Mancha (España) con absoluta libertad para su rodaje.
Formado en el Old Vic, Cacoyannis estaba familiarizado con el idioma inglés y conocía la versión de Edith Hamilton de Las Troyanas.  Tomando esta traducción como base, escribió el guión del film totalmente en inglés. El profesor Alejandro Valverde, a quien seguiré en más de una ocasión algunas veces sin citarlo expresamente para no cansar a mis no tan desocupados lectores, escribe que en 1995 Cacoyannis logrará representarla en Grecia con una traducción suya al griego moderno, como había hecho en Electra y haría en 1976 con Ifigenia.




Nuevamente pudo contar en 1971 con su musa Irene Papas, a quien le adjudicó acertadamente, el papel de Helena, la supuesta  causante de la guerra que asoló a Troya durante diez años. Para el papel de la desgraciada reina Hécuba, viuda del rey  Príamo, incorporó al elenco a  Katharine Hepburn, tres veces laureada para entonces con el Oscar (luego vendría otro) y considerada por algunos como la mayor estrella femenina de Hollywood. El rol de Andrómaca, viuda del héroe troyano Héctor y nuera, por tanto, de Hécuba, lo desempeñó Vanessa Redgrave,
Vanessa Redgrave 
mientras Casandra, la virginal hija menor de Hécuba y Príamo, sería interpretada por la entonces muy joven actriz canadiense Genevi
ève Bujold.








Geneviève Bujold.



El pusilánime Menelao, hermano de Agamenón y abandonado esposo de Helena fue encarnado por Patrick Magee, a quien veríamos poco después en La Naranja Mecánica.


Patrick Magee


Brian Blessed



El gran descubrimiento junto con  Geneviève Bujold, pero en este caso en los personajes masculinos fue Brian Blessed, quien hizo honor a su apellido (“bendecido”) en una actuación excepcional como Taltibio, el mensajero de Ulises que debe traer las malas nuevas a las mujeres de Troya. No debo dejar de mencionar al niño español Alberto Sanz, quien, pese a no pronunciar una palabra, con sus tiernos gestos y miradas muestra el desvalimiento en que se encuentra como hijo de Héctor, condenado a morir despeñado por un despiadado decreto de Ulises y del ejército griego.
Ya liberado se su prisión el año anterior, el compositor Mikis Theodorakis pudo participar en esta segunda parte de la trilogía euripídea, configurando de nuevo la “helénica trinidad”  junto a Cacoyannis e Irene Papas.

Geneviève Bujold


Para el rodaje en Atienza se aprovechó una antigua fortaleza musulmana en la región castellano-manchega y se oscurecieron temporalmente las piedras de la fortaleza para recrear las ruinas de Troya.
Todo el decorado, así como el vestuario debían dar la impresión de destrucción, muerte y desolación. Eso explica que las ropas de las mujeres de Troya sean de una austeridad extrema, desastrados harapos que contrastarán en su momento con el rico atuendo de Helena en el momento en que es sacada de su cautiverio para ser llevada a Grecia.









Las troyanas (The Trojan Women) 1971



SINOPSIS. Una vez obtenida la victoria de los griegos, las mujeres de Troya, únicas sobrevivientes, se niegan a entregar la ciudad a los griegos. Taltibio, mensajero de los vencedores, les comunica que serán sorteadas como esclavas y concubinas, salvo la familia real: Hécuba, viuda del rey Príamo, será entregada a Ulises. Casandra, la otra hija de Hécuba y Príamo, fue escogida por Agamenón para servirle como esclava y concubina, pero huye y se esconde en una cueva. Ya Polixena, la otra hija, había sido  reclamada por el espectro de Aquiles como su parte del botín y por lo tanto fue degollada sobre la tumba del héroe griego. Andrómaca, viuda de Héctor, será la concubina del hijo de Aquiles, el asesino de su esposo. Más tarde y muy avergonzado, el mensajero regresa para comunicarle que el parecer de Ulises triunfó en la asamblea de los griegos, y Astianacte, el hijo de Héctor será arrojado de las altas torres de Troya. Las mujeres son llevadas como esclavas a Grecia y la ciudad es incendiada.



En lugar del prólogo del texto de Eurípides, donde Atenea y Poseidón acuerdan causarle infortunios a los griegos en el retorno a su patria, aquí un narrador en off hace un recuento de lo ocurrido después de diez años de guerra. Un tetracordio de Theodorakis que se repite en ostinato, acompaña las imágenes del despojo de Troya y la deportación de las esclavas.  Las imágenes quedan congeladas cada tanto mientras el narrador hace su descripción. Aquí no hay dioses. No son los acuerdos o desacuerdos del Olimpo los causantes de las desgracias, sino la conducta de los hombres. Dice el narrador omnisciente:

Donde había hogares hay un desierto y los templos sagrados destilan sangre. Entretanto, los barcos griegos se llevan los tesoros de Troya.
De modo que no es la indignación aquea por el rapto de Helena y los cuernos de Menelao lo que llevó las naves aqueas a Troya. Es el oro:

 ¡Oro! ¡Oro en abundancia! ¡Armaduras arrancadas a los muertos!

Más adelante, en el tercer episodio del film, un soldado le dirá a otro:

Helena debe estar en el desfile triunfal de los griegos…es un trofeo ensangrentado, pero como si fuera de oro puro…eso es lo que buscaban y ella les dio el motivo…



  
En el momento de su estreno en Caracas el filósofo Juan Nuño (Madrid, 1927-Caracas, 1995) escribió un excelente artículo sobre Las troyanas que luego fue recopilado junto con otros trabajos y publicado en el libro 200 horas en la oscuridad (Crónicas de cine). Aunque  Nuño la había calificado como "la primera telenovela de la cultura occidental", tanto en la tragedia de Eurípides como en el film de Cacoyannis no hay propiamente una intriga. La obra comprende varios episodios donde los personajes irán apareciendo progresivamente, con la excepción de Hécuba, quien aparece en todos. Tanto los personajes individuales como el coro van refiriéndose a lo que ha acontecido o va a acontecer, a través de monólogos o de diálogos. En la película la acción se hará más ágil gracias a escenas añadidas por el director que no modifican el texto original, tales como la persecución de Casandra, la llegada de Andrómaca con la armadura de Héctor, la precipitación del hijo de Héctor desde las murallas de Troya y toda la escena del baño de Helena.




Primer episodio: Casandra. Hécuba se levanta del polvoriento suelo. El coro la acompaña y rodea.  El mensajero Taltibio llega y le anuncia a las mujeres de Troya que serán sorteadas una por una, con la excepción de las pertenecientes a la  familia real, que ya están destinadas a sus próximos amos: Casandra, la virginal sacerdotisa de Apolo, será llevada a Argos como propiedad de Agamenón, para servirle en su lecho. En cuanto a la suerte de Políxena, la otra hija, Taltibio no se atreve a decirle a Hécuba toda la verdad y solo deja caer una frase enigmática. “Custodiará la tumba de Aquiles”. Se inicia la búsqueda de Casandra, quien, enloquecida, se esconde en una caverna. Toda esta persecución es añadida por Cacoyannis acompañada como siempre por la música de Theodorakis, con movimientos de cámara que recuerdan mucho a la Nouvelle Vague, especialmente a Godard. Andrómaca, atrapada cuando huía con su hijo, está destinada a ser la concubina del hijo de Aquiles, quien, como relata la Ilíada, no sólo mató a su esposo Héctor, sino que arrastró su cadáver en su carro fuera de los muros de la ciudad y lo dejó expuesto al sol hasta que su padre Príamo le suplicó que se lo devolviera para darle sepultura. Antes  de ser llevada en la carreta, Casandra profetiza la muerte de Agamenón y la ulterior venganza contra Clitemnestra, que será perpetrada por Electra y Orestes: “Mi matrimonio será más sangriento que el de Helena”…”Pronto verán al novio y a la novia en la casa de la muerte”. Mientras la carreta se aleja las mujeres cantan:

Nunca voy a ver a mi hijo otra vez.
Mi corazón fue enterrado en este lugar.
El cielo está oscuro, el sonido ha huido,
Las piedras se agrietan, la hierba ha sangrado.
Esta tierra es nuestra, es la nuestra, siempre ha sido nuestra.
Nunca la abandonaremos, porque nuestras raíces son profundas dentro de ella.









Segundo episodio: Andrómaca, viuda de Héctor, es capturada y llevada al lugar desde donde será deportada. Viene con su hijo Astianacte y trae la armadura de su esposo. Después de contarle a Hécuba cómo murió su otra hija Polixena, degollada en la tumba de Aquiles, a su vez se entera de que ha sido destinada para ser esclava y mujer del hijo de Aquiles, quien mató a su marido Héctor. Pero hasta aquí no llega la humillación: Taltibio, avergonzado y entre disculpas, le grita que su hijo Astianacte debe morir arrojado desde las murallas de Troya.
A Nuño le pareció estupendo el grito de Vanessa Redgrave / Andrómaca  al saber esta noticia, llegando a afirmar el exigente y cáustico filósofo que se trataba de:

“El más sobrecogedor grito animal que se haya dado en el cine”.

 Por su parte,  el filólogo Alejandro Valverde, cuya enjundiosa bibliografía me ha servido como fundamento en la elaboración de esta crónica, opina que la actuación de la Redgrave no le resultó "en líneas generales, demasiado convincente", pero admite que protagoniza en ese momento una de las escenas más emotivas del film  cuando se despide de su hijo. 
Teniendo en cuenta tan autorizadas opiniones, (“…Doctores tiene la Santa Madre Iglesia”, afirma Santa Teresa y repite Andrés Salcedo) yo  lo encontré forzado, “teatral”, en el mal sentido.  Me resultó sobreactuado, al igual que muchos de los parlamentos de la Hepburn.
Al final Andrómaca se rinde y le ordena al niño que se vaya con Taltibio, a quien le grita. “¡Mátenlo y devórenlo!”.  Taltibio se lo quita, lo entrega a un soldado, quien lo lleva gradas arriba mientras su madre se monta en la carreta con la armadura de Héctor. El niño sube las gradas con el soldado y vuelve un momento la mirada hacia su madre, pero el soldado lo conduce hacia la cima, mientras Hécuba observa todo con inmenso dolor.






Tercer episodio. A través de las rendijas de una choza de madera, una mujer  observa a los soldados. Es Helena. Hace calor y hay sed. Los soldados acarrean agua. Las mujeres de Troya, también encerradas como ganado, suplican por agua, pero los soldados las alejan. Helena observa. Helena, la de la agresiva belleza y el don del oportunismo, el animal hermoso que sabe cómo seducir al vencedor sea quien sea” (Nuño, op. cit.). Un soldado que la custodia toma un poco de esa escasa agua negada a las troyanas. Pero la reina de Esparta llama al soldado. “¡Agua!”, le dice en voz baja e irresistible. El soldado le pasa un recipiente por debajo de la puerta. Helena se desnuda y se lava con la poca agua del recipiente. Las troyanas estallan de ira, gritan y le lanzan piedras a ella y a los soldados, quienes tienen que calmar el motín y avisar a Menelao para que la saque de allí y evitar que la maten: Helena debe volver con vida a Grecia.
Como en cualquier manifestación ciudadana de este tercer milenio, por el sólo hecho de indignarse por no tener agua para beber, los soldados reprimen a garrotazo limpio a las mujeres troyanas, cuidando, sí, de no matarlas porque van a ser la carne del lecho de sus soldados.
Menelao acude al llamado, pero Hécuba aquí interviene para decirle que él debe matar a Helena, pues es ella la causante de todos los males. Ésta aparece con un lujoso peinado, descarada,  ostentosamente vestida y adornada (realmente no me explico cómo hizo para quedar tan bien aderezada en tan poco tiempo y con tan poca agua). Aquí el gran diálogo entre Hepburn / Hécuba y Papas / Helena.
La última pide clemencia y trata de justificar su conducta echándole la culpa a Afrodita, pero Hécuba, quien también es madre de Paris, no cree en afroditas ni deidades olímpicas para explicar lo que sólo se debe a su lujuria y ambición. Es responsable y debe morir. Menelao no la debe perdonar así Helena se lo suplique de rodillas, lo llame esposo mío y haga un gesto suicida (ojo: no verdadero intento).



No obstante, a pesar de los consejos de Hécuba, los veremos juntitos en el mismo barco, para que todo termine de lo más normal. Nuevamente debo citar a Juan Nuño cuando se queja de que una guerra tan espantosa y larga vaya a terminar con Helena convertida en obediente ama de casa. 
Otra escena intercalada por Cacoyannis nos muestra al niño Astianacte cuando llega con el soldado griego a la cima de la muralla. El soldado tiene colocada su mano suavemente sobre el cuello del niño, empujándolo también con suavidad. En el momento en que llegan al precipicio y el soldado va a proceder, sorpresivamente acaricia la cabeza de Astianacte.
El niño se vuelve y toma la mano del soldado, como pidiéndole que no lo arroje. Pero el soldado, teniéndolo de frente, lo empuja al vacío.  La técnica de la cámara subjetiva nos muestra su precipitación a través de sus ojos, cómo vería la víctima su propia caída, con lo que nos involucra más con la tragedia evitando la violencia explícita de la imagen.
Taltibio, siempre avergonzado, le entrega el cadáver del niño a Hécuba explicándole que tuvo el cuidado de lavar sus heridas. Nueva lamentación de Hécuba por la muerte de su nieto,  a quien sepulta en el escudo de Héctor como ataúd. El coro la acompaña en su elegía con su canto monódico. Hécuba dice:



"Poco les importa a los difuntos su entierro. Es pura vanidad de nosotros los vivos".

Anochece mientras las mujeres son llevadas a las naves y Troya es incendiada. Lamento final, con el tetracordio del inicio. Katharine Hepburn y las demás troyanas, como en Electra, se alejan de la cámara, entre el fuego y la noche. Al finalizar los créditos aparece esta inscripción:


DEDICAMOS ESTA PELÍCULA A QUIENES SE HAN OPUESTO SIN MIEDO
A LA OPRESIÓN DEL HOMBRE POR EL HOMBRE


La película no tuvo un gran éxito de taquilla, pero la crítica fue unánime en sus alabanzas. Tanto  la obra de Eurípides como la película de Cacoyannis han legado a la humanidad  un manifiesto universal contra la guerra, la injusticia y los abusos del poder. Considerada en su momento como una valiente denuncia del imperialismo de los griegos contra los pueblos vecinos, resultó un escándalo  en su estreno en 415 a. C., pues era la visión de la guerra desde el punto de vista de los vencidos, desde las víctimas, delante de sus victimarios, los propios compatriotas de Eurípides. Es difícil agregar algo original a los elogios que críticos e historiadores han tributado a Las troyanas. Se ha dicho también que es una obra con un aspecto feminista, al mostrar a las mujeres, junto con los niños, como las principales víctimas de la violencia en su forma más extrema: la guerra. Y alguien ha añadido: de cualquier guerra, cosa con la que yo no coincido, pues de lo que se trata es de condenar las guerras de conquista. No hay una censura del derecho de los pueblos a defenderse justamente cuando son sojuzgados. Quizás por ello el personaje que más me simpatiza en la obra es Casandra, especialmente cuando intenta consolar a su madre en su justificado pero interminable lamento  al recordarle que nunca hubieran conocido a Héctor si los griegos no hubieran invadido el país, pues no hubiera habido la oportunidad de que salieran a flote su valentía y su integridad.
De hecho, coloqué como epígrafe una de sus frases:

Es una verdad firme que la sabiduría rechaza la guerra. Pero si acontece, la muerte gloriosa será aquella por la patria.

Estas proféticas frases de la virginal sacerdotisa de Apolo  salvan a Las troyanas de ser un mero panfleto pacifista, y son las que le confieren a la obra una gran actualidad; para nosotros,  para quienes en Venezuela asistimos a una sistemática violación no sólo de la Constitución sino de los derechos humanos, de la violencia contra la población, no sólo con las  balas del hampa, sino con la permanente carencia de alimentos, medicamentos y artículos de primera necesidad, justamente de las poblaciones más vulnerables: los niños, los ancianos y los enfermos. De no ser por Casandra, la obra o la película no tendrían mayor cosa que enseñarnos salvo la desesperanza total, la rendición de Hécuba ante el destino, la aceptación de la derrota, de la esclavitud y la muerte.

Termino con una anécdota. Hace unos días me encontraba en una reunión de trabajo con un funcionario oficial, de quien  se puede decir confiadamente que es una buena persona. En un momento, sin que viniera al caso, dijo con aparente ingenuidad:
- “¿Vieron las noticias…¡Pobrecitos los niños de Siria!

Sorpresivamente un colega que se hallaba a mi lado le interrumpió:

- “¿Los niños de Siria? ¿Y los niños de aquí, que se están muriendo por desnutrición, o  porque sus madres no consiguen antibióticos ni los otros medicamentos que necesitan con urgencia?" 

Ciertamente el mensaje de Las troyanas conserva entre nosotros su vigencia. Pero siempre y cuando se tenga bien claro quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios.












CONTINÚA CON IFIGENIA...







                                                     REFERENCIAS

Nuño, Juan. Las troyanas. En: 200 horas en la oscuridad (Crónicas de Cine). Dirección de Cultura. Universidad Central de Venezuela. Caracas 1986. Páginas 281 a 283. Posteriormente fue reeditada con el título: 200 horas en la oscuridad y otros escritos sobre cine. 2012 EBCV bid & co. editor. Caracas 2012. 

 

Rondón, César Miguel. Las troyanas (Audio). Publicado el 27/09/13 por Laura Rodríguez en Escena. En:

http://www.cesarmiguelrondon.com/intereses/escena/las-troyanas/

 

Valverde García, Alejandro. Confesiones de Taltibio: Las Troyanas de Michael Cacoyannis tras las cámaras. Cuando Atienza se convirtió en Troya (II). En Atienza de los juglares. Revista de actualidad, histórico-literaria-digital. Año 8. Número 80. Marzo 2016

Atienza (Guadalajara): http://www.atienzadelos juglares.blogspot.com

 

Valverde García, Alejandro. Grecia antigua en el cine griego. Thamyris, n. s. 3 (2012) 251-271 ISSN:              2254-1799

 

Valverde García, Alejandro. Las Troyanas de Cacoyannis como recurso didáctico para la reflexión sobre la convivencia y la paz. Perspectiva Cep 2 (2000) 87 – 94

Valverde García, Alejandro. Una tragedia griega contra Los abusos de poder: Las troyanas (1971) de Michael Cacoyannis. En: El poder a través de la representación fílmica. Oscar Lapeña Marchena y María Dolores Pérez Murillo (Editores). Université Paris-Sud. París 2015.

Valverde García, Alejandro. Propuestas de paz en la Grecia antigua. http://www.thamyris.uma.es/paz.pdf


NOTA: La foto de Brian Blessed es cortesía de Alejandro Valverde, y su  inclusión fue posible gracias a Delmeyer Alcalá.