Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







sábado, 23 de agosto de 2014

UNA DEUDA PENDIENTE CON "¡OLIVER!"

                                   La entrada de este blog publicada el 30 de agosto de 2013, es decir, hace casi exactamente un año, se tituló Perdedores y ganadores, aludiendo a algunas famosas películas que fueron injustamente preteridas en uno u otro rubro durante la entrega de los premios Oscar de la Academia de las Artes y la Ciencia Cinematográfica de Estados Unidos. En el aparte dedicado al mítico film de Stanley Kubrick 2001: Odisea del Espacio, escribí lo siguiente: 

 En 1969, 2001: Odisea del espacio, no fue ni siquiera nominada o candidata como mejor película (sí  en mejor director, mejor guión original, mejor dirección artística y mejores efectos especiales). Al final Kubrick sólo recibió el Oscar por mejores efectos especiales.
El Oscar por mejor película fue otorgado a ¡Oliver! (Oliver!) de Carol Reed, quien recibió también el galardón como mejor director.

Dado que mi norma ha sido y será no hacer ningún comentario sobre un film que no hubiera visto en su totalidad y recientemente, me abstuve de hacerlo sobre éste; más bien destaqué la trayectoria de su director, dándole el beneficio de la duda, contra todos mis sentimientos, hasta tener la ocasión de verla.
Esa ocasión se ha dado y para reparar la omisión de entonces reescribí el texto y lo inserté en la entrada del año pasado, algo totalmente legítimo.
Pero sabiendo que es difícil que el lector que ya leyó el artículo tenga el deseo y los arrestos para regresar a un texto anterior, por lo demás bastante largo, decidí publicar hoy sólo lo referente a la película de Sir Carol Reed. Aquí lo tienen:







¡Oliver! (Oliver!)


La célebre novela de Dickens ha sido llevada a la pantalla no menos de diez veces, contando dos versiones animadas, una de ellas producida por Disney. La de 1922 (Frank Lloyd) fue protagonizada por Lon Chaney y Jackie Coogan, el famoso niño que acompañó a Charlie Chaplin en El Chicuelo (The Kid). Pero la referencia más importante anterior a la que tratamos es Oliver Twist, la versión en blanco y negro de David Lean de 1948, que contó con la memorable actuación de Alec Guiness, maquillado con una enorme nariz para representar al  "malvado judío" Fagin , Robert Newton como el asesino Bill Sykes, Kay Walsh en el papel de Nancy y los niños John Howard Davies interpretando a Oliver Twist  y Anthony Newly a  Jack Dawkins, alias Artful Dodger o "El Truhán". Cito con detalle el elenco de este film porque se convirtió en la versión canónica para las adaptaciones cinematográficas posteriores del clásico de Dickens (ya diré por qué) y lanzó a Guiness a una célebre carrera actoral y a David Lean a una exitosa trayectoria como director: basta recordar Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago, El puente sobre el río Kwai y La hija de Ryan

La película de Lean logra transmitir la atmósfera sombría de la novela de Dickens, esencialmente dramática y tenebrosa. Su fotografía está pautada en claves expresionistas, con sus claroscuros y contrapicados. La narración logra sumergir al espectador en la miseria, la ruina y la infelicidad de aquellos tiempos, especialmente la condición de los niños y los menores rodeados de seres mezquinos y crueles, aunque no faltan los generosos y bondadosos. La adaptación de la novela a la pantalla es bastante fiel a la novela, dentro de lo que cabe en los 116 minutos que dura la película. Todo lo relativo al nacimiento del niño que se llamará Oliver Twist por un capricho del celador será contado detalladamente. Sabremos del sufrimiento y la muerte de la madre, su deseo de revelar un secreto, el traslado del chico al orfanato y lo que ocurre más adelante. También aparece con bastante relevancia el personaje llamado Monks, de quien luego nos enteraremos que es medio hermano de Oliver, a quien tratará de perder y corromper por medio de Fagin a fin de que, una vez convertido en delincuente, sea llevado a la horca y él pueda quedarse con su herencia. Es el protagonista técnico del film, pues su nombre encabeza los créditos, por encima de Alec Guiness.

Todo el film está cargado de dramatismo. Lean no suaviza en ningún momento las tintas a la hora de mostrar la crueldad de los adultos, la ceguera de las instituciones en aquella Inglaterra que mostraba los efectos secundarios de la revolución industrial a un altísimo costo en sufrimiento humano.







¡Oliver!, (1968), la película que nos ocupa, cuenta con un director de no menos prestigio, también británico. Carol Reed tiene en su haber nada menos que El Tercer Hombre (1949), la famosa y exitosa película protagonizada por Joseph Cotten, Orson Welles y Alida Vali y que dio a conocer la inolvidable música en la cítara de de Anton Karas. El breve pero excepcional trabajo de Orson Welles, así como los tonos expresionistas de la fotografía dieron lugar a que algunos malhablados llegaran a decir que la había dirigido Welles. Pero Reed ya había filmado, entre muchas películas: en 1940 Tren nocturno a Munich, thriller de espionaje, suspenso y humor dignos de Alfred Hitchcock, con un increíble Rex Harrison en su papel de doble agente, en 1953 Se interpone un hombre, intenso film de espionaje sobre la Guerra Fría, con James Mason y Claire Bloom, en 1959 la sátira política Nuestro hombre en La Habana, basada en la homónima novela de Graham Greene, con Alec Guiness sobre un agente del Servicio Secreto británico en los días de la agonía del gobierno de Batista y los barbudos de la Sierra Maestra pisándole los talones y en 1965 La agonía y el éxtasis, biopic de la relación de Miguel Ángel y el papa Julio II durante la realización de la obra del genio florentino en la Capilla Sixtina, con Charlton Heston y nuevamente Rex Harrison, basado en la novela de Irving Stone . De modo que no se trataba de ningún advenedizo el que se encargó de este musical que se alzó con cuatro Óscars y seis candidaturas (no me gusta la palabrita “nominación”) ese año en que 2001: Odisea del espacio fue relegada al rincón de los perdedores con sólo un premio a los efectos especiales.





La producción de ¡Oliver! es suntuosa. La partitura de John Green, basada en el musical de Lionel Bart es agradable y reconfortante. Los actores muy competentes, en especial Oliver Reed como el implacable Bill Sykes y Ron Moody como Fagin, ésta vez más afable y algo bondadoso. Se nota que Carol Reed, al igual que Polanski en su momento y por razones previsibles, no trata de destacar la condición de judío de Fagin (como, siguiendo a Dickens, sí lo hizo Lean). El resto del elenco me pareció que cumplió su cometido: Mark Lester es un Oliver Twist bastante más ingenuo y lírico, Joseph O' Connor un señor Brunlow verdaderamente bondadoso y caritativo, Shani Wallis una convincente Nancy, pero no tanto como Kay Walsh en la versión de David Lean. Hugh Griffith desarrolla una versión alcoholizada del magistrado que no aparece en la novela, pero que le queda muy bien; tanto Harry Secombe como Hylda Baker son los previsibles esposos Bumbles y Jack Wild es un Dodger bastante parecido al de Lean, aunque menos agresivo. La coreografía, después de haber visto otras obras de esa época y jaez, me resultó bastante convencional. La película es totalmente deudora de la versión de 1948 de David Lean: la escena en que Fagin se hace el que se deja robar por los muchachos,  es idéntica a la de Lean, sólo que aquí es cantada.





El problema de esta película no es que sea un musical. Lo que no resulta en modo alguno fiel al espíritu de la novela es la desdramatización que sufre la puesta en escena, hasta tal punto que casi deviene (perdónenme el galicismo) en una comedia. Incluso la escena en que Sykes mata a Nancy a garrotazo limpio y la ulterior ejecución  de éste durante la persecución por la policía y la turba, es seguida por otra donde Fagin, después de intentar arrepentirse y luego dejarlo para otra ocasión, se marcha cantando lindamente de la mano del Dodger. El hecho de que fuera un musical no justificaba su banalización: recordemos el trágico musical Bailando en la oscuridad, de Lars Von Trier, o  West Side Story, mal llamada "musical", pues se trata de una verdadera ópera norteamericana, que recrea la tragedia de Romeo y Julieta en las calles de Manhattan.

Después de esta versión de Reed vino Roman Polanski en 2005 con su película Oliver Twist. No la voy a comentar aquí. Sólo diré que, heredera también de la versión de 1948 y mucho más fiel a la novela, resulta sorprendentemente convencional tratándose de una obra del autor de Repulsión, El bebé de Rosemary, el mejor Macbeth jamás filmado y El pianista, para no mencionar sino algunas. Más bien resulta conmovedora y llena de ternura la escena -fiel a la novela- en que Oliver va a visitar a Fagin (Ben Kingsley) a la cárcel antes de su ejecución, y aquél le revela dónde está su tesoro, para luego enloquecer. Polanski, quien perdió a su madre en Auschwitz y debió mendigar en las calles de Cracovia hasta ser acogido sucesivamente por tres familias católicas, elimina toda alusión a los orígenes aristocráticos del protagonista, así como su parentesco con el señor Brunlow. Parece querer destacar la condición genérica de la situación de maltrato y abandono de los niños en esos años, más que contar una historia familiar. Tampoco aparece el hermanastro Monks, ni, por supuesto, la complicidad del matrimonio Bumbley.




Quería dejar para el final un comentario general sobre las adaptaciones de esta novela. Me he tomado el trabajo (y disfrutado el placer) de releerla, y debo dar la razón a Polanski cuando dijo que la novela de Dickens es problemática para su adaptación cinematográfica. Más allá de las complejas relaciones entre literatura y cine (recomiendo leer las opiniones sobre el tema de Sir Alfred Hitchcock publicadas en este blog) es imposible filmar con fidelidad total este libro. Ni que uno se llame Luchino Visconti, en mi opinión el mejor director cinematográfico de obras maestras de la literatura. Hay, por ejemplo, una trama paralela en la novela, que trata de la familia que acogió a Oliver cuando fue abandonado por Bill Sykes después del frustrado robo. Es imposible incluir esta historia en cualquier película que no dure más de tres horas. Lo que ocurre tiene que ver con el género: Dickens escribió Oliver Twist como una novela por entregas. Hay quien lo llama folletín, dándole una connotación despectiva al término. Pero no tiene nada de eso. En una época en que no había radio ni televisión y no todo el mundo tenía acceso a la lectura, las novelas, generalmente con muchas ilustraciones, se componían de capítulos que aparecían semanal, quincenal o mensualmente y que eran generalmente leídas por y para un grupo de personas, por lo general de las clases populares. Cada novela que salía a la luz tenía que competir con otras que se publicaban simultáneamente. Por eso el escritor tenía que contar con el olvido del público y buscar recursos que engancharan al lector, exactamente como lo hace actualmente el guionista de una telenovela. Los caracteres tenían que ser muy definidos: los buenos muy buenos, los malos muy malos y los graciosos muy graciosos. Cada final de capítulo debía tener un hilo pendiente, como en Las Mil y una Noches, para que el público se interesara en seguirlo. Los capítulos se extendían proporcionalmente a una especie de rating en un público ávido de entretenimiento. No de otro modo trabajaron Alejandro Dumas padre e hijo, Eugène Sue, George Sand y el mismo Balzac. ¿Es posible llevar a la pantalla un asunto tan extenso en una película que dure un promedio de dos horas?

Por todo ello estoy de acuerdo con los tres directores que hemos comentado,  quienes cercenaron inmisericordemente la subtrama de Rosa Fleeming y Enrique Maylie, la señora Maylie, el doctor Losborne y el resto de la gente que vivía en la casa que acogió por segunda vez a Oliver, así como la fuga a Londres del antiguo empleado de la funeraria Noah Claypole y su trabajo a las órdenes de la pandilla de Fagin  en el desarrollo de los acontecimientos. La única manera de incluirlos sin abrumar al lector sería filmar Oliver Twist como una miniserie de televisión, como hizo la televisión británica con la célebre novela de Evelyn Waugh Brideshead Revisited (Retorno a Brideshead). Aquí en Venezuela, donde ha habido gente tan creativa en ese medio, podría perfectamente llevarse la idea a cabo con la certeza de un éxito seguro. No menos que eso hizo Gilberto Pinto en los años de la televisión en vivo y en blanco y negro con Papá Goriot, de Balzac. 


Eso en lo que se refiere a la comparación de ¡Oliver! con las otras versiones más conocidas. Pero si volvemos al tema inicial de este artículo, en relación a los premios de la Academia, nos revela una vez más, la miopía (o el astigmatismo) de los miembros del jurado que nu supieron captar la novedad y contundencia de la película de Kubrick. Tal como ocurrió con El Ciudadano Kane frente a ¡Qué verde era mi valle!la balanza se inclinó por lo más tradicional y convencional, dejando a un lado una obra que, dentro de la polémica que generó desde antes de su estreno, pasó a convertirse en lo que ha dado en llamarse "un film de culto". ¿Quién recuerda, fuera de los cinéfilos, los eruditos y los fanáticos de los musicales a ¡Oliver!? En cambio, a 46 años de su estreno, 2001: Odisea del espacio se yergue como un monumento, un ícono de nuestra memoria colectiva, convirtiéndose en un arquetipo visual y sonoro, tal como el monolito que presencia y dirige la aventura del hombre.




                                  
Para quienes no han leído el artículo completo  publicado en este blog el 30 de agosto de 2013, y deseen conocerlo, sólo tienen que hacer click en la frase:

 "PERDEDORES Y GANADORES"