Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







domingo, 24 de marzo de 2019

EL HOMBRE EQUIVOCADO


Christopher Emmanuel Balestrero,  un padre de familia de ascendencia italiana (Henry Fonda)  es el contrabajista de una orquesta de baile.  Cuando acude a su compañía aseguradora a fin de solicitar un préstamo a cuenta de la póliza de su esposa Rose (Vera Miles) para que ella pueda operarse las cordales, la empleada que lo atiende en la taquilla está segura de que se trata del mismo sujeto que efectuó un atraco a  mano armada en esa oficina algún tiempo atrás, lo que es corroborado por el resto de las asustadas empleadas, quienes llaman al jefe y éste  avisa a la policía. Una noche que Balestrero (llamado “Manny” por sus familiares)  regresa a su casa,  es detenido y llevado a diversos lugares donde se efectuaron lo atracos y todos coinciden en que él es el asaltante. No obstante, es inocente. Sometido a todo el proceso de interrogatorio es finalmente acusado,  encarcelado  y transportado con todo tipo de delincuentes. Conseguida la libertad bajo fianza gracias al cuñado  lo llevan a juicio mientras él no hace otra cosa que declarar su inocencia y rezar. Logran contratar los servicios de  un excelente abogado, pero los testigos de la defensa más importante han muerto. Rose se torna pesimista, se culpa de todo lo ocurrido y comienza a presentar síntomas inequívocos de un trastorno depresivo mayor. Para colmo,  por la imprudencia de un miembro del jurado el juicio se anula y todo comenzar de nuevo. Balestrero reza con fervor ante una imagen del Corazón de Jesús. En ese preciso instante un hombre sumamente parecido a Balestrero y ataviado igual que él está atracando una tienda.

Inmovilizado por las mismas víctimas, es llevado a la comisaría, donde las mismas personas que habían acusado a Balestrero ahora reconocen en este sujeto al atracador. Balestrero es liberado,  pero Rose tiene que permanecer hospitalizada. En la coda, se explica que dos años después Rose egresó totalmente curada y en la actualidad vivían felices en Florida junto con sus dos hijos. Todo lo anterior parecía una pesadilla, pero había sido una realidad…

A diferencia de las apariciones o “cameos” habituales, Hitchcock aparece abiertamente presentando el film, donde explica que ésta es una película diferente a todas las suyas, pues se han respetados todos los detalles de una historia real.  Ciertamente se han dramatizado algunos diálogos y la coda final, así como la escena en que Manny está rezando frente al Corazón de Jesús y la cámara superpone el rostro de Henry Fonda y el del verdadero atracador.

A Truffaut le gusta mucho este film, pero poniéndose en los zapatos de un abogado del diablo le pregunta a Hitchcock  si no oscila entre el documental y la ficción, en qué medida la película es auténtica, o más bien se vio obligado por razones narrativas a alejarse de la verdad.
Vale la pena detenerse en las respuestas de Hitchcock a estas preguntas.
Con la intención de lograr una autenticidad absoluta, todo se reconstruyó minuciosamente con la colaboración de los héroes  del drama, rodando a veces con actores desconocidos e incluso, para los papeles episódicos con quienes vivieron el drama en los mismos lugares de la acción. En la cárcel observaron cómo los procesados recogen la ropa de cama y sus prendas de vestir. Luego llevaron a Henry Fonda a una celda real y lo hicieron repetir lo observado. Asimismo, los médicos de la clínica psiquiátrica representaron sus propios papeles. El modo en que el verdadero culpable es  arrestado iba a ser filmado de otro modo más “verosímil”, pero la realidad supera a la ficción y Hitchcock lo rodó idéntico a  lo que ocurrió en la vida real: el hombre entra a una tienda de “delikatessen” y pide a la vendedora medio kilo de jamón. Mientras ella va al mostrador, la encañona con su revólver escondido en el pantalón y le pide que le entregue todo el dinero de la caja. Pero la mujer, impertérrita, le pregunta mientras esgrime el cuchillo para cortar el jamón:“¿Cuál dinero?”, al tiempo que golpea dos veces el suelo con el pie. El hombre se pone nervioso y  le dice “Tranquila, señora, tranquila”. El marido sale de la cava de la tienda y agarrando al atracador por los hombros lo arrincona contra uno de los escaparates mientras la mujer llama a la policía. El hombre empieza a suplicar: “Déjenme irme, por favor…en mi casa mi mujer y mis hijos me esperan…nunca he lastimado a nadie”



Ahora bien, la película no está contada objetivamente, como un documental. Al contrario, la puesta en escena es subjetiva; está construida desde el punto de vista del individuo que es encarcelado. Cuando detienen a Balestrero, se le ve colocado entre dos inspectores. Un primer plano de su rostro, mira a la izquierda y se ve, desde su punto de vista, el perfil de uno de sus guardianes. Mira a la derecha y ve al otro policía encendiendo un cigarrillo. Mira hacia delante y ve, por el espejo retrovisor, los ojos del chofer que lo observa. El carro arranca y logra echar una mirada a su casa, donde no pudo entrar.  En la esquina ve el café donde siempre iba y están jugando unas niñas. Es decir: la vida continúa como si no estuviera pasando nada, pero él está en el auto, preso. Quiere comunicarse con su familia y no lo dejan (paralelamente vemos a la esposa angustiada que no sabe qué ha pasado, que no logra averiguarlo). Le colocan una esposa atada a otro de los prisioneros. Su mirada se dirige a sus zapatos, no mira el rostro de sus carceleros. No se ven las caras de los policías sino sus pies, sus piernas, el suelo, la parte baja de las puertas. No se ve nada más porque Balestrero mantiene la cabeza gacha. Siente vergüenza.



El contenido religioso de la película, explícitamente católico, es tan evidente, que en una hojita que daban en la misa muy parecida a la hoja “Domingo”, pero que siempre traía una sección de crítica cinematográfica, se ensalzaba justamente El hombre equivocado por su mensaje de testimonio de  fe,  entereza y paciencia en el sufrimiento

Por eso me llama la atención algo que ya señalé cuando hice el comentario de Yo confieso en el artículo anterior:  Hitchcock tiene lo que los padres salesianos llamaban "respeto humano", le da vergüenza este aspecto religioso del film, por lo demás tan bien logrado. le dice a Truffaut que esa película no se debió haber filmado, que "no es un buen Hitchcock",  si bien, al final de la entrevista concede:

Yo sentía profundamente el comienzo del film debido a mi miedo personal de la policía, y
también me gustaba el momento en que el verdadero culpable es descubierto mientras Fonda está rezando, sí, me gustaba esta coincidencia irónica y, finalmente, el momento en que los dos hombres se cruzan al final en el pasillo de la comisaría