Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







martes, 22 de diciembre de 2015

TOPAZ











SINOPSIS 
(innecesaria para quien vio la película y la recuerda pero indispensable para quien no lo ha hecho)

1962. Estamos en plena Guerra Fría en tiempos de Khrushev y Kennedy. Boris Kusénov (Per-Axel Arosenius) un alto funcionario de la KGB en la Embajada soviética en Copenhage, solicita y logra asilo a los Estados Unidos junto con su esposa (Sonja Kolthoff) y su hija Tamara (Tina Hedstron). El asunto, que debía ser secreto de estado, se filtra extrañamente en la Embajada de Francia, lo que pone sobre aviso a André Devereaux (Fredérick Stafford)  del Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje francés quien sospecha complicidad con los soviéticos de algún funcionario del gobierno francés.  Basándose en su antigua amistad, el  funcionario de la CIA  Michael Nordstron (John Forsythe), quien coordinó la fuga de Kusénov  y está enterado por éste del plan soviético para instalar misiles en Cuba,  le pide a André investigue la existencia y localización de estos misiles y de los planos que un miembro del entorno de Fidel Castro llamado Enrique “Rico” Parra (John Vernon) lleva consigo durante la Asamblea General de la ONU.



Aprovechando el viaje de luna de miel a Nueva York de su hija Michele (Claude Jade) André y su esposa Nicole (Dany Robin), André Devereaux contacta a su amigo Rosco Lee Browne (Philippe Dubois) un agente de André  que funge de  periodista, y en la acera de enfrente del hotel de Harlem donde se hospeda la delegación cubana, ve cómo Rosco logra sobornar a Luis Uribe, secretario de Parra, fotografiar estos documentos, entregarlos a Devereaux y escapar ileso.


André viaja a Cuba como agregado comercial de la embajada francesa, a pesar de los celos de Nicole, quien sospecha que tras tanta viajadera a Cuba se esconde una cubana. En efecto, allí se reencuentra con Juanita de Córdoba, viuda de uno de los héroes de la revolución y dirigente de un movimiento clandestino de oposición, así como antigua amante de André, aunque aparenta ser la protegida de Rico Parra. Juanita y su organización fotografían los misiles, pero Devereaux comete la imprudencia de asistir al mitin dado por Fidel Castro




en la Plaza de la Revolución. Allí un lugarteniente de Parra llamado Hernández (Carlos Rivas) lo identifica como el hombre que sustrajo las fotografías en el hotel de Harlem. Descubierto, es urgido a abandonar la isla después de ser requisado. La pareja encargada de fotografiar los misiles es descubierta y apresada. Son torturados y la mujer le dice al oído de Rico Parra el nombre del jefe de la operación: Juanita de Córdoba.






Parra verifica las actividades contrarrevolucionarias de Juanita y  entre el amor a Juanita y a la Revolución, prefiere matarla a que sea sometida a la inevitable tortura.
André Devereaux regresa a Washington, donde se entera de que Nicole lo ha abandonado y se ha marchado a Paris. Aunque logra salvar los negativos de las fotos y entregárselas a Nordstron, se encuentra con que sus jefes del Servicio de Documentación Exterior y Contraespionaje francés están muy irritados con él porque el gobierno de La Habana se quejó de su actitud inamistosa. Le ordenan que vaya inmediatamente a Paris a rendir declaraciones sobre su viaje a Cuba y  su colaboración con los Estados Unidos ¿Qué estuvo realmente haciendo en Cuba, país con el que Francia mantiene buenas relaciones diplomáticas? Nordstrom es consciente de la gravedad de la situación: sabe que si André Devereaux revela la información delante del traidor, la Unión Soviética puede tomar acciones bélicas contra Estados Unidos y los países miembros de la OTAN. Por tanto, invita a André
a una reunión en el hogar-escondite de Kusénov,  quien le informa de la existencia de “Topaz”, una organización de franceses infiltrados en el gobierno que trabajan para la Unión Soviética. El  poderoso jefe de “Topaz” es conocido como “Columbine”, y ni siquiera Kusénov sabe su identidad, pero se comunica con él a través de Henri Jarre, un economista amigo de Devereaux.

Obligado a asistir a esta interpelación, pero tratando de evitar que el infiltrado de “Topaz” delate la información a los rusos, al llegar a Paris decide desenmascarar al agente. Para ello realiza una investigación en Paris entre sus antiguos amigos de la Resistencia, donde nota una extraña actitud de  Henri Jarre (Philippe Noiret). Éste se dirige a la casa de “Columbine”, quien no es otro que Jacques Granville (Michel Piccoli), alto funcionario del gobierno y antiguo camarada de André y Nicole en la Resistencia antinazi, quienes formaban un trío tan bien avenido que - decía Jacques: - “la gente se preguntaba con quién se casaría Nicole…terminó casándose con André”. Pero Nicole, cansada de la vida agitada de André y decepcionada por su aventura cubana, después de la separación de André, ha entablado una relación amorosa con Jacques, con quien se encuentra en el momento en que Jarre se dirige a su casa. Al salir ella, se encuentra con Jarre, quien justo está llegando a la casa de Jacques / “Columbine”. Éste  le reprocha a Jarre que se haya puesto en evidencia durante la reunión con André y lo disuade de eliminarlo, al menos por el momento.




                 Tratando de investigar más, André le pide a su yerno François, periodista y dibujante, que entreviste a Jarre.  Sintiéndose amenazado, accede a entrevistarse con André a solas, pero mientras François lo llama por teléfono, llegan dos hombres de “Columbine”, quienes lo golpean y  dejan sin sentido. André, alarmado,  se dirige con Michele, su hija, al apartamento de Jarre, a quien encuentran muerto sobre un automóvil, como si se hubiera lanzado por la ventana. También logra recuperar el retrato de Jarre dibujado por François, pero éste no se encuentra.  Al fin aparece herido de bala en la casa de André, donde cuenta que los dos sujetos lo introdujeron en un carro para llamar por teléfono a “Columbine” y pedir instrucciones acerca de qué hacer con él. Logra escapar, pero le disparan, causándole sólo una leve herida. Lamenta haber dejado su dibujo en el apartamento, pero André se lo entrega. François, aliviado, le muestra el retrato a Michele a la vez que le dice “he aquí el retrato de un traidor”. Nicole, atribulada, reconoce al hombre que encontró cuando salía de la casa de Jacques Granville. Súbitamente, François recuerda que uno de los secuestradores le dictó al otro el número teléfono adonde llamaron en el momento de lo ocurrido. André se propone a rastrear el teléfono, pero Nicole, con los ojos inundados de lágrimas se ve obligada a revelar que el número pertenece a Granville.


Antes de rendir declaraciones a sus superiores, Devereaux revela a Nordstrom  la identidad de “Columbine”. Por otra parte, en una reunión de alta seguridad de ambos gobiernos en la cual se encuentra “Columbine”, Nordstrom le explica discretamente a cada uno de los miembros que allí hay un traidor y quién es. Amablemente, el traidor Jacques Granville es  invitado a abandonar el salón antes de que se rinda el informe sobre los misiles soviéticos en Cuba.

La escena siguiente transcurre en el Aeropuerto. Dos aviones se preparan a despegar: uno de Pan American a Estados Unidos, con André y Nicole Devereaux , y otro de Aэрофлот (Aeroflot) con destino a la Unión Soviética, donde Granville saluda desde la escalerilla a la pareja:
“¡Bien! ¡Bon voyage!”
André intenta responder el saludo con un gesto entre incrédulo y amistoso.
NICOLE: -“¿Cómo pueden permitirle escaparse así?”
ANDRÉ: - “Te lo dije, mi amor: no se le escapa una. No tienen nada contra él. De todos modos, es el fin de “Topaz”.
En la escena siguiente un parisino lee la edición europea del “Herald Tribune” cerca del Arco de Triunfo. En primera plana que el hombre no está leyendo,  pero nosotros sí, aparece el titular:
RESUELTA LA CRISIS CUBANA. KRUSHCHEV ACEPTA RETIRAR LOS COHETES.
El parisino arroja el periódico al piso, sin haber leído, a lo mejor, esa noticia. Música de Maurice Jarre y créditos finales.






UN FILM INCOMPRENDIDO

El comentario de Truffaut sobre Topaz fue publicado en su llamada Edición Definitiva de 1983, posterior a la muerte de Hitchcock. Allí, en su capítulo Dieciséis (así, en numeral cardinal) relata los comentarios, relatos y observaciones que Hitchcock le hacía por carta. También describe la entrevista televisiva que pudo realizarle en mayo de 1972, su encuentro al regreso de Cannes una semana después, el 29 de abril de 1974, en el homenaje que la New York Film Society le dedicó en el Avery Fischer Hall del Lincoln Center y una nueva conversación en las Navidades de 1976 en la misma oficina de la Universal donde se había llevado a cabo la entrevista conjunta con Helen Scott que generó la primera edición de Le cinéma selon Hitchcock.



Comencemos por el guión. A Truffaut parece no caerle bien  Leon Uris, autor del libro, como lo fue de “Éxodo”, epopeya sionista, es decir, de derecha. Tampoco le gusta la novela, que considera pesada. Critica que el autor haya tenido demasiada injerencia en la elaboración del guión, por lo que Hitchcock debió pedir la ayuda de Samuel Taylor, que redactó “lo mejor posible” el guión definitivo. Por eso escribe:

“Topaz era una novela de espionaje, cuyos únicos méritos consistían en inspirarse en una historia verdadera (la presencia de un agente comunista en el entorno del general De Gaulle) y en ser un éxito de ventas en Estados Unidos” 

Hitchcock siempre había evitado hablar de política en sus films y aquí, al igual que en Cortina rasgada, según Truffaut, cometió ese error.
Topaz era deliberadamente anticomunista y comportaba demasiadas escenas sarcásticas contra el entorno de Fidel Castro. Se veía, incluso, a policías cubanos torturando a opositores del gobierno. (Las negrillas son mías, FP).



Se dice que el final supuestamente previsto, en el cual “Columbine” se dejaba matar por André Devereaux  en un duelo en el estadio Charlety, fue rechazado con burlas del público en un preestreno en Los Angeles: resultado: Hitchcock, por primera vez en su vida, no sabe cómo terminar la película. Según Truffaut, no se le ocurre nada mejor que imitar a Costa-Gavras haciendo ver, en un nuevo montaje, que Jacques Granville / “Columbine”(Piccoli) se suicida en su casa al ser desenmascarado. Pero esto es imposible porque no hay ningún momento en que se le vea entrando en su casa sino a Jarre (Phillipe Noiret), llevando un bastón que, además,  era algo de la vida real, pues se había lesionado.  Desesperado, le pide a su jefe de montaje que inserte un plano que no ha sido rodado, donde se observa medio cuerpo de un individuo que entra al palacete de “Columbine”; la imagen se congela, se oye un disparo y... colorín colorado, aparecen los créditos finales.

Ese fue el final que se proyectó en Francia. Pero no por las razones que Truffaut –quien no vio el final que nosotros sí pudimos ver –aduce en el libro.  Lo que ocurrió fue que el gobierno de Francia no podía permitir que apareciera impune un funcionario francés que traicionara a su patria. El mismo Truffaut admite, refiriéndose al libro, que “la historia contada en Topaz ponía en escena demasiados lugares, conversaciones y personajes”. ¿Cómo lo supo Truffaut? Porque el libro circuló clandestinamente en una edición canadiense. Es decir, que “razones de estado” impidieron a Hitchcock mostrar el final que he contado – y que cualquiera de nosotros puede verificar en cualquier versión en DVD o Blue Ray – donde el espía y traidor “Columbine”/ Jacques Granville/ Michel Piccoli se va tranquilo a su “mar de la felicidad” soviética de lo más sonreído, mientras –repito – Nicole le pregunta a su marido en la escalerilla del PanAm:
 -“¿Cómo pueden permitirle escaparse así?”. Y éste le responde:
“Te lo dije, mi amor: no se le escapa una. No tienen nada contra él. De todos modos, es el fin de “Topaz”.
También hay que comprender que en el momento en que se rodó esta película, Francia había retirado sus tropas de la OTAN y se había trasladado la sede de la organización de Paris a Bruselas. El gobierno de De Gaulle quería aparecer neutral, equidistante de las dos potencias. La presencia de dos altos funcionarios franceses alineados, uno con los Estados Unidos y trabajando para ellos a espaldas de su gobierno, y el otro espiando para la Unión Soviética, era demasiado para el gobierno de la Quinta República de Francia. A Hitchcock lo tenía muy vigilado la Universal de modo de no disgustar a los franceses. Un James Bond no alineado era intolerable, lo mismo que un traidor pro soviético que se saliera con la suya.
Esto, en lo relacionado con De Gaulle y  las razones de estado, que no comparto pero entiendo.
Vayamos ahora, como dicen los españoles, “a por Truffaut".
El autor de Los 400 golpes no podía escapar de los prejuicios y estereotipos de la Francia cercana a mayo del 68. Por eso concluye su comentario sobre Topaz diciendo lapidariamente:

… “Lo hemos adivinado y comprendido, lo sabemos a pesar de las reales bellezas esparcidas –agrupadas esencialmente en el episodio cubano – Topaz no es una buena película”






Un amigo mío que visitó Francia en los años sesenta, me decía entonces socarronamente:
- “¡Francia olía a marxismo desde que llegabas!”.
Quizá sea una exageración, pero aún es proverbial la beatería de buena parte de los artistas e intelectuales franceses por las revoluciones en América Latina. Y en esos años la Revolución Cubana era intocable. Truffaut no podía digerir que una película fuera deliberadamente anticomunista, que hubiera demasiadas escenas donde se criticara la Revolución Cubana, que se viera, incluso, a policías cubanos, torturando a opositores del gobierno. Mostrar esto era algo no sólo inconcebible sino intolerable. Y esto vale no sólo para Truffaut y para Francia, sino para toda esa generación y la nuestra. Recuerdo que la primera vez que vi Topaz, en televisión, no pude llegar al final. Aquello era demasiado. "¿Cómo Hitchcock había caído tan bajo?" No llegué a decir que se había convertido en agente de  la CIA, pero sí pensé que, después de todo, de un inglés reaccionario que se había naturalizado americano y  llegado a decir que él personalmente era demócrata pero que su bolsillo era republicano, se podía esperar cualquier cosa.

En un extraño documental de archivo en colores aparece el propio Fidel Castro en Topaz, así como Raúl y el Ché Guevara.



Ha tenido que correr mucha agua, pasar muchos años y ocurrir muchos cambios en el mundo para que Topaz pudiera ser visionada de otra forma. A nivel mundial ha tenido que ocurrir el colapso de la Unión Soviética y el bloque socialista, y entre nosotros, la injerencia del gobierno de los hermanos Castro en Venezuela, la asesoría de sus militares, policías y espías y las agresiones y torturas a estudiantes venezolanos, para que esta  película de Hitchcock resultara creíble y no un capítulo de 007. Ha tenido lugar un cambio de paradigma que nos ha hecho, por lo menos a la mitad de la población, ver las cosas de otra manera. Ello ha permitido que en trabajos críticos recientes se evalúe esta cinta no sólo como una buena película de Hitchcock, sino como una de las mejores. 

Quiero destacar algunas escenas que me parecen memorables y que son a manera de citas de otros de sus mejores films:

1) La fuga de Kusénov de la embajada soviética en Copenhague con su familia desde que se intentan esconder en  la Kongelige Porcelænsfabrik (Fábrica Real de Porcelana) mientras  los agentes soviéticos les pisan los talones, es de una maestría digna de Intriga Internacional (¡justamente llamada en España Con la muerte en los talones!). Desde el momento en que su hija Tamara  deja caer adrede una de las figuras de porcelana para tener un pretexto para hablar con la empleada, pedirle prestado un teléfono desde dónde llamar a la Embajada de los Estados Unidos y hablar con Nordstrom, transcurre casi todo en silencio. Es filmada desde el punto de vista de los agentes, especialmente el que sigue a Tamara. Al salir ellos de la fábrica, entrar en  el carro de la embajada estadounidense, con el accidente de Tamara y el viaje a Washington, el punto de vista cambia y se hace objetivo (es decir el del narrador omnisciente).

2) La escena del soborno del secretario cubano Luis Uribe por parte de Rosco, observado por André Devereaux desde la acera de enfrente, también es muda. Sólo se escucha el ruido de la calle, pues la cámara muestra el punto de vista de André: Rosco y Uribe detrás de unos vidrios. Todo esto recuerda lo mejor de La ventana indiscreta

3) La secuencia en que Juanita de Córdoba es asesinada por Rico Parra es una de las más hermosas tragedias jamás filmadas. Parra no aparece como un canalla, sino como un hombre enamorado que es engañado doblemente: Juanita no sólo lo traiciona a él con André, sino a la Revolución. Él la abraza mientras le dice que todo lo que ella ha hecho lo han averiguado o lo van averiguar. Pero él no puede entregarla a los verdugos, donde “las cosas que le harán a tu cuerpo…este cuerpo”… y no termina la frase. Le dispara un tiro al corazón y ella cae al mosaico de cuadrados blancos y negros, cual reina sobre el inmenso ajedrez, mientras su falda violeta se despliega sobre el piso y ella fallece. En lugar de una wagneriana Liebestod (muerte por amor), tenemos un Mord aus Liebe (asesinato por amor). La reminiscencia  de la muerte de Kim Novak en Vértigo me resultó inevitable. Sólo que la de Topaz es mucho más conmovedora.





Además: el anticomunismo de Topaz no impide que Hitchcock vea a sus personajes con justicia y equidad. Rico Parra no es un cínico. Es un revolucionario que cree en una causa. No traiciona sino que es traicionado, a diferencia de casi todos los demás personajes del film. André traiciona a su país al actuar para los estadounidenses a espaldas de Francia. A su vez, traiciona a Nicole, quien lo traiciona con Jacques Granville, quien traiciona a su esposa y a su amigo de la Resistencia, André y sobre todo, a Francia, al espiar para la Unión Soviética. Juanita traiciona a Rico Parra y al gobierno de su país, aunque se trata de una “traición altruista”, pues ella, viuda de la Revolución, no acepta que Fidel Castro haya convertido a su país en una cárcel. Pudiendo irse de Cuba, prefiere quedarse y morir en él. También los miembros de la organización anticastrista traicionan a Juanita, si bien que bajo tortura, como Juanita dice tratando de excusarlos
Kusenov es también un traidor, no tanto porque haya desertado de la Unión Soviética, sino por sus motivaciones ulteriores: mientras toma el café de la tarde y pasea por sus jardines prestados de Washington, llega a aconsejarle a André Devereaux que haga como él, que no vacile entre su conciencia y la buena y nueva vida que los americanos le ofrecen en caso de que se le ponga la cosa fea con el gobierno de De Gaulle.
Quizá los únicos impolutos que quedan en la película sean Michele, la hija de Devereaux, y François, su esposo.



Film de espionaje, Topaz no se queda en el acontecimiento y en el suspenso, sino que muestra las penas y trabajos de sus protagonistas; sus engaños y traiciones bajo la presión de fuerzas oscuras, en este caso el poder de los estados que imponen sus presiones a los sentimientos humanos más nobles. Por eso quiero finalizar dejando la palabra de un comentarista cuya lúcida apreciación de la película me parece digna de reproducirse:

Sublime e incomprendida obra maestra de Alfred Hitchcock.
Con el rodaje de “Topaz” Hitchcock incidía de nuevo sobre la temática de la “guerra fría”. Su fracaso crítico/comercial se debió sobre todo a la coyuntura político-temporal, a unos más que discutibles argumentos extra cinematográficos y a la miopía de quienes, cegados por falsas apariencias, no supieron apreciar en tan soberbia lección de cine más que un panfleto anticomunista, lastrado por un guión, a su entender endeble, una dirección errática del maestro y un final confuso de inadecuada resolución.

Nada más lejos de la realidad. Como afirmaba Enrique Alberich, en su magnífico libro sobre Hitchcock,…”Topaz no es ningún panfleto, sino más bien un lamento, un lamento por los amores imposibles, por la felicidad nunca lograda y por el penoso sufrimiento que todo ello lleva consigo”. Hoy, “Topaz” emerge con la fuerza arrolladora de un Hitchcock que no había perdido ni un ápice de su vigor narrativo y que nos regalaba una joya incomprendida, a la que el árbol de los prejuicios no dejó ver la prodigiosa maestría técnica y la belleza formal de un bosque pleno de hallazgos de gran cine. Con un guión pura filigrana, siempre atento al detalle, -donde destaca la deslumbrante perfección del sobrecogedor episodio cubano-, el film pivota sobre dos grandes ejes: La subordinación de los sentimientos personales a la tiranía de los Estados, y el juego de engaño y traición de todos los protagonistas hacia algo o hacia alguien. La magistral dirección de Hitchcock, su soberbio trabajo con los actores, -todos impecables-, en un film sin estrellas, una precisa puesta en escena y la inspirada partitura de Maurice Jarre hacen de esta obra maestra uno de los films más complejos y brillantes de su autor
. 
Francesc Chico Jaimejuan. Barcelona, España, 2008


Esta crónica forma parte de la entrada del 19 de julio de 2014 . Dada su longitud, la publicamos aparte para no cansar al eventual lector.




lunes, 7 de diciembre de 2015

UNA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA





Mi habitual caminata mañanera. Las calles del centro-norte solas. Después de detenerme en la misa en la iglesia de La Merced, al lado del Ministerio de Educación y buscar un olvidado frasco de metformina, me desayuno en una cafetería enfrente de la iglesia. Parroquianos, empleados del Ministerio del Trabajo. Abogados que ofrecen sus servicios. Esta vez escasos. Un desconocido repite los clichés. Guerra económica. El Pelucón. Te van a quitar la pensión. El señor Oliveira, un portugués encargado del negocio, que me despacha siempre el café (llevo mis propios sandwichs, por la dieta) me mira y me pregunta:

- "Entonces, doctor, ¿cómo se siente?".
- "Estoy contento", le respondo. Hace un gesto de aprobación. 
- "Así es, doctor. Mire la gente. Está contenta. Esto tenía que pasar"

De regreso, en el cruce de la Avenida Baralt con Balconcito, una esquina peligrosa donde se ceban todas las agresividades de automovilistas y motorizados, esta vez no hay casi vehículos. Veo venir un carro con las luces encendidas. Le hago una seña. Las apaga y al pasar hace un gesto con la mano para darme las gracias. El hombre sonríe. 
-"Está contento", pienso.

Ya llegando a mi casa voy a la panadería que queda enfrente, donde me atiende Arnold, un haitiano que reabrió el local hace poco. Yo siempre inicio el diálogo en mi precario francés, no por petulancia sino por practicar y porque sé que a él le gusta:

- "Bonjour, monsieur Arnold. Avez-vous de pains?"
- "Oui, oui"
- "Donnez-moi, s'il vous plaît, deux baguettes".

(El diálogo continúa en español, aunque a mí me hubiera encantado seguir practicando)

- "¿Cómo se siente, profesor?" 

Otro que se preocupa por mi estado de ánimo. Le respondo igual que al portugués:

- "Yo estoy muy contento"

Se queda pensativo, con los brazos cruzados sobre el mostrador. Luego me dice en voz algo más baja y acercándose un poco:
- "Es que no se puede maltratar a la gente". "No se pueden maltratar así a los seres humanos y seguir así tan tranquilo. Yo me pregunto qué va a hacer ahora Diosdado, cuando tenga que oír desde abajo todo lo que le digan, después de haber mandado a callar a los que no eran de su partido, golpear diputados, mandarle a pegar a una mujer y reírse"

Asiento con el gesto y le digo: 
"Le llegó la justicia"

Me responde, mirando hacia arriba y señalando con el dedo:
"Pero la justicia divina"


Una investigación cualitativa. Porque la cuantitativa fue ayer.