Es una verdad firme que la sabiduría rechaza la guerra. Pero si acontece, la muerte gloriosa será aquella por la patria.
No creáis jamás que los opulentos son afortunados
hasta conocer su muerte.
Cacoyannis
obtuvo en 1962 un resonante éxito con Electra, la última en la trilogía de Eurípides, pero la primera en ser filmada por el
director chipriota. Entre 1965 y 1966 representó en París la
versión de Sartre al francés de Las Troyanas, la segunda de la
trilogía euripídea, pensando en regresar a Atenas para estrenarla en el Odeón
de Herodes Ático, pero no pudo regresar: en 1967 un golpe de estado encabezado
por el coronel Giorgios Papadopoulos llevó al gobierno a la llamada Junta de los Coroneles, la cual instauró una dictadura
militar que suprimió las libertades políticas y llegando a prohibir al mismísimo
Eurípides.
Buena parte
del equipo que filmó Electra fue arrojada al exilio, mientras
el compositor Mikis Theodorakis era hecho prisionero del régimen militar
e Irene Papas optaba por un éxodo voluntario. De modo que Las Troyanas
no pudo rodarse en Grecia ni con actores griegos.
Tuvo que esperar diez años para llevar a un elenco angloparlante a la España de Franco, donde paradójicamente, no hubo ningún impedimento para la realización de este film antibelicista, antimilitarista y en cierto modo feminista que se rodó en Atienza, cercana a Guadalajara, provincia de Castilla-La Mancha (España) con absoluta libertad para su rodaje.
Katharine Hepburn |
Tuvo que esperar diez años para llevar a un elenco angloparlante a la España de Franco, donde paradójicamente, no hubo ningún impedimento para la realización de este film antibelicista, antimilitarista y en cierto modo feminista que se rodó en Atienza, cercana a Guadalajara, provincia de Castilla-La Mancha (España) con absoluta libertad para su rodaje.
Formado en el Old Vic, Cacoyannis
estaba familiarizado con el idioma inglés y conocía la versión de Edith
Hamilton de Las Troyanas. Tomando esta
traducción como base, escribió el guión del film totalmente en inglés. El
profesor Alejandro Valverde, a quien seguiré en más de una ocasión algunas veces sin
citarlo expresamente para no cansar a mis no tan desocupados lectores, escribe
que en 1995 Cacoyannis logrará representarla en Grecia con una traducción suya
al griego moderno, como había hecho en Electra y haría en 1976 con Ifigenia.
Vanessa Redgrave |
Geneviève Bujold. |
El pusilánime Menelao, hermano de Agamenón y abandonado esposo de Helena fue encarnado por Patrick Magee, a quien veríamos poco después en La Naranja Mecánica.
Patrick Magee |
Brian Blessed |
El gran descubrimiento junto con Geneviève Bujold, pero en este caso en los
personajes masculinos fue Brian Blessed, quien hizo honor a su apellido
(“bendecido”) en una actuación excepcional como Taltibio, el mensajero de
Ulises que debe traer las malas nuevas a las mujeres de Troya. No debo dejar de
mencionar al niño español Alberto Sanz, quien, pese a no pronunciar una
palabra, con sus tiernos gestos y miradas muestra el desvalimiento en que se
encuentra como hijo de Héctor, condenado a morir despeñado por un despiadado
decreto de Ulises y del ejército griego.
Ya liberado se su prisión el año anterior, el compositor Mikis
Theodorakis pudo participar en esta segunda parte de la trilogía euripídea,
configurando de nuevo la “helénica trinidad”
junto a Cacoyannis e Irene Papas.
Geneviève Bujold |
Para el rodaje en Atienza se aprovechó una antigua fortaleza musulmana
en la región castellano-manchega y se oscurecieron temporalmente las piedras de
la fortaleza para recrear las ruinas de Troya.
Todo el decorado, así como el vestuario debían dar la impresión de
destrucción, muerte y desolación. Eso explica que las ropas de las mujeres
de Troya sean de una austeridad extrema, desastrados harapos que contrastarán en su momento con el rico atuendo de Helena en el momento en que es sacada de
su cautiverio para ser llevada a Grecia.
Las troyanas (The
Trojan Women) 1971
SINOPSIS. Una vez obtenida la victoria de los griegos, las mujeres de Troya, únicas sobrevivientes, se niegan a entregar la ciudad a los griegos. Taltibio, mensajero de los vencedores, les comunica que serán sorteadas como esclavas y concubinas, salvo la familia real: Hécuba, viuda del rey Príamo, será entregada a Ulises. Casandra, la otra hija de Hécuba y Príamo, fue escogida por Agamenón para servirle como esclava y concubina, pero huye y se esconde en una cueva. Ya Polixena, la otra hija, había sido reclamada por el espectro de Aquiles como su parte del botín y por lo tanto fue degollada sobre la tumba del héroe griego. Andrómaca, viuda de Héctor, será la concubina del hijo de Aquiles, el asesino de su esposo. Más tarde y muy avergonzado, el mensajero regresa para comunicarle que el parecer de Ulises triunfó en la asamblea de los griegos, y Astianacte, el hijo de Héctor será arrojado de las altas torres de Troya. Las mujeres son llevadas como esclavas a Grecia y la ciudad es incendiada.
En lugar del
prólogo del texto de Eurípides, donde Atenea y Poseidón acuerdan causarle
infortunios a los griegos en el retorno a su patria, aquí un narrador en off
hace un recuento de lo ocurrido después de diez años de guerra. Un tetracordio de
Theodorakis que se repite en ostinato,
acompaña las imágenes del despojo de Troya y la deportación de las esclavas. Las imágenes quedan congeladas cada tanto
mientras el narrador hace su descripción. Aquí no hay dioses. No son los
acuerdos o desacuerdos del Olimpo los causantes de las desgracias, sino la
conducta de los hombres. Dice el narrador omnisciente:
Donde había hogares hay un desierto y los templos sagrados destilan
sangre. Entretanto, los barcos griegos se llevan los
tesoros de Troya.
De modo que
no es la indignación aquea por el
rapto de Helena y los cuernos de Menelao lo que llevó las naves aqueas a Troya.
Es el oro:
¡Oro! ¡Oro en abundancia! ¡Armaduras arrancadas a los muertos!
Más adelante, en el tercer episodio del film,
un soldado le dirá a otro:
Helena debe estar en el desfile triunfal de los griegos…es un trofeo
ensangrentado, pero como si fuera de oro puro…eso es lo que buscaban y ella les
dio el motivo…
En el momento de su estreno en Caracas el filósofo Juan Nuño (Madrid, 1927-Caracas, 1995) escribió un excelente artículo sobre Las troyanas que luego fue recopilado
junto con otros trabajos y publicado en el libro 200 horas en la oscuridad (Crónicas de cine). Aunque Nuño la había calificado como "la primera telenovela de
la cultura occidental", tanto en la tragedia de Eurípides como en el film de
Cacoyannis no hay propiamente una intriga. La obra comprende varios episodios
donde los personajes irán apareciendo progresivamente, con la excepción de
Hécuba, quien aparece en todos. Tanto los personajes individuales como el coro
van refiriéndose a lo que ha acontecido o va a acontecer, a través de monólogos
o de diálogos. En la película la acción se hará más ágil gracias a escenas
añadidas por el director que no modifican el texto original, tales como la
persecución de Casandra, la llegada de Andrómaca con la armadura de Héctor, la
precipitación del hijo de Héctor desde las murallas de Troya y toda la escena
del baño de Helena.
Primer
episodio: Casandra. Hécuba se levanta del polvoriento suelo. El coro la
acompaña y rodea. El mensajero Taltibio llega y le anuncia a las mujeres de
Troya que serán sorteadas una por una, con la excepción de las pertenecientes a
la familia real, que ya están destinadas
a sus próximos amos: Casandra, la virginal sacerdotisa de Apolo, será llevada a
Argos como propiedad de Agamenón, para servirle en su lecho. En cuanto a la suerte de Políxena, la otra hija, Taltibio no se atreve a decirle a Hécuba toda la verdad y solo
deja caer una frase enigmática. “Custodiará
la tumba de Aquiles”. Se inicia la búsqueda de Casandra, quien,
enloquecida, se esconde en una caverna. Toda esta persecución es añadida por
Cacoyannis acompañada como siempre por la música de Theodorakis, con
movimientos de cámara que recuerdan mucho a la Nouvelle Vague, especialmente a Godard. Andrómaca, atrapada cuando
huía con su hijo, está destinada a ser la concubina del hijo de Aquiles, quien,
como relata la Ilíada, no sólo mató a su esposo Héctor, sino que arrastró su
cadáver en su carro fuera de los muros de la ciudad y lo dejó expuesto al sol
hasta que su padre Príamo le suplicó que se lo devolviera para darle sepultura.
Antes de ser llevada en la carreta, Casandra profetiza la muerte de
Agamenón y la ulterior venganza contra Clitemnestra, que será perpetrada por Electra
y Orestes: “Mi matrimonio será más
sangriento que el de Helena”…”Pronto
verán al novio y a la novia en la casa de la muerte”. Mientras la carreta
se aleja las mujeres cantan:
Nunca
voy a ver a mi hijo otra vez.
Mi
corazón fue enterrado en este lugar.
El
cielo está oscuro, el sonido ha huido,
Las
piedras se agrietan, la hierba ha sangrado.
Esta
tierra es nuestra, es la nuestra, siempre ha sido nuestra.
Nunca
la abandonaremos, porque nuestras raíces son profundas dentro de ella.
A
Nuño le pareció estupendo el grito de Vanessa Redgrave / Andrómaca al saber
esta noticia, llegando a afirmar el exigente y cáustico filósofo que se trataba
de:
“El más sobrecogedor grito animal que se haya dado en el cine”.
Por su parte, el filólogo Alejandro Valverde, cuya enjundiosa bibliografía me ha
servido como fundamento en la elaboración de esta crónica, opina que la
actuación de la Redgrave no le resultó "en líneas generales,
demasiado convincente", pero admite que protagoniza en ese momento una de las escenas más emotivas del film
cuando se despide de su hijo.
Teniendo en cuenta tan
autorizadas opiniones, (“…Doctores tiene la Santa Madre Iglesia”, afirma Santa
Teresa y repite Andrés Salcedo) yo lo encontré forzado, “teatral”, en el
mal sentido. Me resultó sobreactuado, al igual que muchos de los
parlamentos de la Hepburn.
Al final Andrómaca
se rinde y le ordena al niño que se vaya con Taltibio, a quien le grita. “¡Mátenlo
y devórenlo!”. Taltibio se lo quita, lo entrega a un
soldado, quien lo lleva gradas arriba mientras su madre se monta en la carreta
con la armadura de Héctor. El niño sube las gradas con el soldado y vuelve un
momento la mirada hacia su madre, pero el soldado lo conduce hacia la cima,
mientras Hécuba observa todo con inmenso dolor.
Tercer
episodio. A través de las rendijas de una choza de madera, una mujer observa
a los soldados. Es Helena. Hace calor y hay sed. Los soldados acarrean agua.
Las mujeres de Troya, también encerradas como ganado, suplican por agua, pero
los soldados las alejan. Helena observa. Helena, “la de la agresiva belleza y el
don del oportunismo, el animal hermoso que sabe cómo seducir al vencedor sea
quien sea” (Nuño, op. cit.). Un soldado que la custodia toma un poco de esa
escasa agua negada a las troyanas. Pero la reina de Esparta llama al soldado. “¡Agua!”, le dice en voz baja e
irresistible. El soldado le pasa un recipiente por debajo de la puerta. Helena se desnuda y se lava con la poca agua del
recipiente. Las troyanas
estallan de ira, gritan y le lanzan piedras a ella y a los soldados, quienes
tienen que calmar el motín y avisar a Menelao para que la saque de allí y
evitar que la maten: Helena debe volver con vida a Grecia.
Como en
cualquier manifestación ciudadana de este tercer milenio, por el sólo hecho de
indignarse por no tener agua para beber, los soldados reprimen a garrotazo
limpio a las mujeres troyanas, cuidando, sí, de no matarlas porque van a ser la
carne del lecho de sus soldados.
Menelao
acude al llamado, pero Hécuba aquí interviene para decirle que él debe matar a
Helena, pues es ella la causante de todos los males. Ésta aparece con un lujoso
peinado, descarada, ostentosamente vestida y adornada (realmente no
me explico cómo hizo para quedar tan bien aderezada en tan poco tiempo y con
tan poca agua). Aquí el gran diálogo entre Hepburn / Hécuba y Papas / Helena.
La última
pide clemencia y trata de justificar su conducta echándole la culpa a Afrodita,
pero Hécuba, quien también es madre de Paris, no cree en afroditas ni deidades
olímpicas para explicar lo que sólo se debe a su lujuria y ambición. Es
responsable y debe morir. Menelao no la debe perdonar así Helena se lo suplique
de rodillas, lo llame esposo mío y
haga un gesto suicida (ojo: no verdadero intento).
No obstante,
a pesar de los consejos de Hécuba, los veremos juntitos en el mismo barco, para
que todo termine de lo más normal. Nuevamente debo citar a Juan Nuño cuando se
queja de que una guerra tan espantosa y larga vaya a terminar con Helena
convertida en obediente ama de casa.
Otra escena
intercalada por Cacoyannis nos muestra al niño Astianacte cuando llega con el soldado
griego a la cima de la muralla. El soldado tiene colocada su mano suavemente
sobre el cuello del niño, empujándolo también con suavidad. En el momento en
que llegan al precipicio y el soldado va a proceder, sorpresivamente acaricia la
cabeza de Astianacte.
El niño se vuelve y toma la mano del soldado, como pidiéndole
que no lo arroje. Pero el soldado, teniéndolo de frente, lo empuja al vacío. La técnica de la cámara subjetiva nos muestra
su precipitación a través de sus ojos, cómo vería la víctima su propia caída,
con lo que nos involucra más con la tragedia evitando la violencia explícita de
la imagen.
Taltibio,
siempre avergonzado, le entrega el cadáver del niño a Hécuba explicándole que
tuvo el cuidado de lavar sus heridas. Nueva lamentación de Hécuba por la muerte
de su nieto, a quien sepulta en el
escudo de Héctor como ataúd. El coro la acompaña en su elegía con su canto
monódico. Hécuba dice:
"Poco les importa a los difuntos su
entierro. Es pura vanidad de nosotros los vivos".
Anochece
mientras las mujeres son llevadas a las naves y Troya es incendiada. Lamento
final, con el tetracordio del inicio. Katharine Hepburn y las demás troyanas,
como en Electra, se alejan de la cámara, entre el fuego y la noche. Al finalizar los créditos
aparece esta inscripción:
DEDICAMOS ESTA PELÍCULA A QUIENES SE
HAN OPUESTO SIN MIEDO
A LA OPRESIÓN DEL HOMBRE POR EL HOMBRE
La película
no tuvo un gran éxito de taquilla, pero la crítica fue unánime en sus
alabanzas. Tanto la obra de Eurípides
como la película de Cacoyannis han legado a la humanidad un manifiesto universal contra la guerra, la
injusticia y los abusos del poder. Considerada en su momento como una valiente
denuncia del imperialismo de los griegos contra los pueblos vecinos, resultó un
escándalo en su estreno en 415 a. C., pues era
la visión de la guerra desde el punto de vista de los vencidos, desde las
víctimas, delante de sus victimarios, los propios compatriotas de Eurípides. Es
difícil agregar algo original a los elogios que críticos e historiadores han tributado
a Las troyanas. Se ha dicho también
que es una obra con un aspecto feminista, al mostrar a las mujeres, junto con
los niños, como las principales víctimas de la violencia en su forma más
extrema: la guerra. Y alguien ha añadido: de
cualquier guerra, cosa con la que yo no coincido, pues de lo que se trata
es de condenar las guerras de conquista. No hay una censura del derecho de los
pueblos a defenderse justamente cuando son sojuzgados. Quizás por ello el
personaje que más me simpatiza en la obra es Casandra, especialmente cuando
intenta consolar a su madre en su justificado pero interminable lamento al recordarle que nunca hubieran conocido a
Héctor si los griegos no hubieran invadido el país, pues no hubiera habido la
oportunidad de que salieran a flote su valentía y su integridad.
De hecho, coloqué
como epígrafe una de sus frases:
Es una verdad firme que la sabiduría
rechaza la guerra. Pero si acontece, la muerte gloriosa será aquella por la
patria.
Estas proféticas frases
de la virginal sacerdotisa de Apolo salvan a Las troyanas de ser un mero panfleto pacifista, y son las que le
confieren a la obra una gran actualidad; para nosotros, para quienes en Venezuela asistimos a una
sistemática violación no sólo de la Constitución sino de los derechos humanos,
de la violencia contra la población, no sólo con las balas del hampa, sino con la permanente carencia
de alimentos, medicamentos y artículos de primera necesidad, justamente de las
poblaciones más vulnerables: los niños, los ancianos y los enfermos. De no ser
por Casandra, la obra o la película no tendrían mayor cosa que enseñarnos salvo
la desesperanza total, la rendición de Hécuba ante el destino, la aceptación
de la derrota, de la esclavitud y la muerte.
Termino con una anécdota. Hace unos días me encontraba en
una reunión de trabajo con un funcionario oficial, de quien se puede decir confiadamente que es una buena
persona. En un momento, sin que viniera al caso, dijo con aparente ingenuidad:
- “¿Vieron las
noticias…¡Pobrecitos los niños de Siria!”
Sorpresivamente un colega que se hallaba a mi lado le
interrumpió:
- “¿Los niños de
Siria? ¿Y los niños de aquí, que se están muriendo por desnutrición, o porque sus madres no consiguen antibióticos ni los otros medicamentos que
necesitan con urgencia?"
Ciertamente el mensaje de Las
troyanas
conserva entre nosotros su vigencia. Pero siempre y cuando se tenga bien claro quiénes
son las víctimas y quiénes los victimarios.
CONTINÚA CON IFIGENIA...
Nuño, Juan. Las troyanas. En: 200 horas en la oscuridad (Crónicas de Cine). Dirección de Cultura. Universidad Central de Venezuela.
Caracas 1986. Páginas 281 a 283. Posteriormente fue reeditada con el título: 200 horas en la oscuridad y otros escritos sobre cine. 2012 EBCV bid & co.
editor. Caracas 2012.
Rondón, César Miguel. Las troyanas (Audio). Publicado el 27/09/13 por Laura Rodríguez en Escena. En:
http://www.cesarmiguelrondon.com/intereses/escena/las-troyanas/
Atienza (Guadalajara): http://www.atienzadelos juglares.blogspot.com
Valverde García, Alejandro. Grecia antigua en el cine griego. Thamyris, n. s. 3 (2012) 251-271 ISSN: 2254-1799
REFERENCIAS
Nuño, Juan. Las troyanas. En: 200 horas en la oscuridad (Crónicas de Cine). Dirección de Cultura. Universidad Central de Venezuela.
Caracas 1986. Páginas 281 a 283. Posteriormente fue reeditada con el título: 200 horas en la oscuridad y otros escritos sobre cine. 2012 EBCV bid & co.
editor. Caracas 2012.
Rondón, César Miguel. Las troyanas (Audio). Publicado el 27/09/13 por Laura Rodríguez en Escena. En:
http://www.cesarmiguelrondon.com/intereses/escena/las-troyanas/
Valverde García, Alejandro. Confesiones de Taltibio: Las Troyanas
de Michael Cacoyannis tras las cámaras. Cuando Atienza se convirtió en Troya
(II). En Atienza de los juglares. Revista de actualidad, histórico-literaria-digital. Año 8. Número 80.
Marzo 2016
Atienza (Guadalajara): http://www.atienzadelos juglares.blogspot.com
Valverde García, Alejandro. Grecia antigua en el cine griego. Thamyris, n. s. 3 (2012) 251-271 ISSN: 2254-1799
Valverde García, Alejandro. Las Troyanas de Cacoyannis como recurso didáctico para la reflexión
sobre la convivencia y la paz. Perspectiva Cep 2 (2000) 87 – 94
Valverde
García, Alejandro.
Una tragedia griega contra Los abusos de poder: Las troyanas (1971) de Michael Cacoyannis. En: El
poder a través de la representación fílmica. Oscar Lapeña Marchena y María
Dolores Pérez Murillo (Editores). Université Paris-Sud. París 2015.
Valverde
García, Alejandro. Propuestas de paz en la Grecia antigua. http://www.thamyris.uma.es/paz.pdf
NOTA: La foto de Brian Blessed es cortesía de Alejandro Valverde, y su inclusión fue posible gracias a Delmeyer Alcalá.
NOTA: La foto de Brian Blessed es cortesía de Alejandro Valverde, y su inclusión fue posible gracias a Delmeyer Alcalá.
Muy lindo el artículo y muy coherente la actualización del contenido de la película, pero ojalá llegue el día en que no sea necesario defenderse.
ResponderEliminarARGELIA ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarHola, como estás? Tuve la fortuna de ver esa película en el cine. Pese a comentarios como el de Nuño y otros que mencionas (creo haber leído que hablan de "telenovela"), debo confesar que todavía la recuerdo como una extraordinaria obra de arte. En tu relato pude recordar paso a paso los momentos cumbres de la película (como la fuga de Andrómaca enloquecida, o la estoica actitud de Hécuba ante la derrota troyana y el asesinato del niño...)
Recuerdo también vivamente que lloré..¿Cómo no hacerlo, si precisamente la TRAGEDIA debe llevarnos al horror, al llanto, a presenciar helados el triunfo de Helena y la cruenta derrota de Hécuba y las mujeres de Troya?
Puedes conseguir el film? A mí me marcó muchísimo.
Poco enterado de los pormenores del tema tratado en esta excepcional crónica, apenas puedo esbozar el comentario de mi placer por leer ahora la descripción de LAS TROYANAS, DE LAS MUJERES TROYANAS, que recibo justamente ahora, DIA DE LA MUJER. Felicito al experto, buen lector y mejor comunicador, Dr. Franklin Padilla, por ponernos al día de lo acontecido siglos ha.
ResponderEliminarGran parte de lo hecho se lo debo a usted por su inestimable colaboración al leerme de viva voz y copiarme luego el texto de Nuño. Gracias mil.
ResponderEliminarJULIETA LEÓN ESCRIBIÓ:
ResponderEliminar¡Vaya Franklin!, me asombra nuevamente tu estilo ensayístico. Creo que con esta crónica sobre las troyanas te has superado a ti mismo. Me hiciste rememorar agradablemente esas películas; y por supuesto, la actuación maravillosa de la siempre hermosísima Irene Papas. Tienes que continuar tus crónicas, tan gustosas y sabrosas, porque cuentas con una memoria impresionante; tan magistral para con los detalles como para el entorno de todo lo que narras. Un gran abrazo y de nuevo, mis felicitaciones ! Julieta
MERCEDES ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarCompadre esas reseñas están buenísimas las disfrute un montón... Gracias