El presente texto corresponde a la Conferencia Magistral "Jesús Mata de Gregorio" que tuve el honor de dictar en el Acto de Instalación del XXIV Congreso Venezolano de Psiquiatría "Dra. Nancy Montero"-"Dr. Robert Lespinasse Z", realizado en Caracas los días 13, 14 y 15 de
noviembre de 2014 en el Hotel Renaissance. Dicha conferencia fue publicada por la revista Archivos Venezolanos de Psiquiatría y Neurología, julio-diciembre 2014, vol. 60 N° 123. Con la autorización de la Junta Directiva reproduzco en este blog, con algunas correcciones y modificaciones, el texto leído en la noche del 13 de diciembre pensando que su contenido puede ser de interés para otros lectores no necesariamente especializados en psiquiatría.
Viejas preguntas en los comienzos de una nueva era de la psiquiatría.
Viejas preguntas en los comienzos de una nueva era de la psiquiatría.
Estimados miembros de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría
Señoras y señores
La decisión, por parte de la Junta Directiva de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría de
nombrarme orador de orden en la Conferencia Magistral “Doctor Jesús Mata de Gregorio”
representa un gran honor y un inmenso compromiso. Un gran honor, por llevar el
nombre de quien fuera una figura egregia de la Psiquiatría Venezolana y
Latinoamericana, así como de la Educación Psiquiátrica. Un inmenso compromiso,
por haberme precedido en esta conferencia colegas que han dejado su impronta
por la calidad de sus disertaciones y el testimonio de su trayectoria. A la Directiva sólo me queda agradecerles la
distinción.
He pensado que la conferencia podría llamarse algo así como
“Viejas preguntas en los comienzos de una nueva era de la psiquiatría”; pero quizá sería más acertado decir
“Problemas perennes” o “Preguntas eternas”, recordando aquella distinción entre
dos tipos de saberes: un saber acumulativo,
donde entra todo el conocimiento científico que toma en cuenta lo adquirido
anteriormente para superarlo o
refutarlo, y otro no acumulativo, llamado así por el Profesor Segundo Serrano Poncela en su obra La cultura occidental. Este tipo de conocimiento humanístico no es refutado por nuevas adquisiciones y en cada obra se parte de cero, pues el pensamiento de cada uno prevalece a lo largo del tiempo. Por ejemplo,
podemos sentirnos contemporáneos de la Ética de Aristóteles, pero no de la
malarioterapia de Julius Wagner von Jauregg, a pesar de que ésta es mucho más
reciente.
Viktor
Frankl acuñó la expresión Problemas
metaclínicos para referirse a los que el clínico enfrenta en su
ejercicio profesional y que plantean preguntas dentro de ese saber no acumulativo. Son problemas que
están siempre detrás o más allá de los clínicos, de modo explícito o no, y son
los siguientes: el problema de la relación alma / cuerpo; el problema del libre
albedrío o de la libre voluntad, y el problema de la mortalidad.
I. El problema alma /cuerpo (o mente/cuerpo, o
psicosomático, o psicofísico).
Las palabras “alma” y “cuerpo” no siempre han tenido la
misma connotación. “Alma” y “anímico” son usadas preferentemente en contextos
religiosos. En los círculos psicológicos y biológicos se utiliza “psique” y
“psíquico” y más reciente aún “mente” y “mental”, no siendo intercambiables sin
más. Por ejemplo, “alma” (anima) para un pueblo primitivo es el principio que
lo anima, que le da vida, mientras que “mente”, para nosotros, puede sólo tener
un significado fenoménico de lo que se refiere al pensamiento, la percepción,
las emociones, etc.
Las posiciones sobre las
relaciones entre estas dos categorías pueden resumirse en dos grupos:
1. Monistas. Hay una sola
sustancia. Generalmente son reduccionistas. Puede ser:
Materialistas:
todo es materia. Teoría de la identidad (Demócrito).
Espiritualistas:
todo es espíritu o idea (Hegel, Berkeley)
Neutral:
hay una
única sustancia (por ejemplo, Dios) de la cual solo conocemos dos atributos
(materia y espíritu). Entonces cuerpo y mente son dos aspectos de una misma
cosa (Spinoza)
De las posiciones monistas,
prácticamente hoy todas son materialistas. Para muestra, basta esta frase de Antonio Damasio: “Los estados mentales y los estados
cerebrales son esencialmente equivalentes”. El autor se apresura a atenuar
esta afirmación al decir que su aserción es “una hipótesis”, pero en todo caso
es una hipótesis monista-materialista.
2. Dualistas. Hay dos sustancias
diferentes. Las relaciones entre ellas históricamente se han considerado como
de:
Acción
recíproca: el cuerpo ejerce acciones causales sobre el alma y viceversa
Paralelismo:
los procesos psíquicos son “paralelos” a los procesos físicos. Hay
correspondencia entre ambos, sin que haya entre ellos relación de causalidad
propiamente dicha.
Ocasionalismo: en cada ocasión en
que se produce un movimiento anímico, Dios interviene para provocar el
correspondiente movimiento en el cuerpo, y viceversa.
El problema alma /
cuerpo, tal como se plantea hoy, es en realidad postcartesiano. Pero desde los
griegos no ha dejado de discutirse:
Platón defendió en el Fedón un dualismo radical. El alma era para él una realidad inmortal
que esperaba liberarse del cuerpo para retornar a su origen divino.
Las doctrinas de Aristóteles sobre el alma son bastante complejas, pero para los efectos de
esta relación, quisiera destacar su hilemorfismo (del
griego ὕλη, materia, μορφή, forma), anterior a la cuestión del alma, pues aparece ya en su Física.
“Materia” es todo aquello con lo que está hecho algo [“La materia está dentro de las cosas relativas a algo”. Physica II,
2. 194 b]. Este ser “aquello con lo que está hecho algo” puede coincidir o no
con lo que nuestros físicos consideran materia. Puede ser el mármol con que
está hecha una estatua o las palabras con que está hecha una tragedia de
Esquilo. “Forma”, para Aristóteles, en un principio era un concepto geométrico:
la que el escultor da a la estatua. Pero luego se amplió su sentido y la
definió como “aquello que hace que la
cosa sea lo que es”, aquello que reúne los elementos materiales y los hace
entrar en un conjunto, les confiere unidad y sentido. La forma no es, pues,
material, es lo que hace que la materia se organice y sea lo que es. Dar forma
es in-formar. De allí viene la palabra “informática”.
Santo Tomás de Aquino, al tratar el tema del alma, llega a equipararla con la
idea de “forma”: lo que es la “forma” para la “materia”, es el alma para el
cuerpo. Es decir, el alma es la forma del
cuerpo. Aquino no admite el dualismo psicofísico de Platón,
sino que se acoge a la doctrina aristotélica de la unidad psicofísica del ser humano. El
alma humana es la forma del cuerpo por la cual este cuerpo se hace cuerpo
humano: tener un alma humana significa, pues, para el cuerpo humano, lo mismo
que significa para la materia de ese cuerpo estar realizada, es decir
actualizada, organizada justamente como cuerpo humano. El cuerpo, por otra
parte, influye en todos los fenómenos psíquicos, aun en aquellos que de por sí
no precisan un instrumento físico. La psique, como principio formativo, está
entera en el cuerpo entero, y constituye el acto de este cuerpo. La psique es,
para Santo Tomás, "entera", una unidad.
Esa unidad no es del tipo de la homogeneidad
amorfa, sino que se trata para él de una "unitas multiplex", o
una unidad estructurada.
En relación al
problema alma / cuerpo, ni Aristóteles ni Santo Tomás son dualistas en el
sentido que después introdujo Descartes. Pero tampoco monistas. Podría hablarse
de un dualismo moderado, pues no puede existir materia no informada ni tampoco
una forma inmaterial, por lo menos en el Reino de este Mundo. En lo que se
refiere al ser humano no hay lugar para la preexistencia de las almas ni para
su transmigración. Ese concepto va a ser revisitado en el siglo XX por Claude Tresmontant, quien va a decir en su libro Ciencias del universo y
problemas metafísicos:
"...el
cerebro no es únicamente materia, no es sólo lo que la física actual denomina
materia, sino que es materia informada, o sea que esencialmente es información.
Un cerebro vivo es un cerebro informado: catorce mil millones de
neuronas con sus sinapsis y sus programaciones inscritas en el paleocórtex...”
Y para criticar las posiciones materialistas,
continúa:
“Decir que el cerebro vivo explica la existencia del
pensamiento equivale a decir que el cerebro pensante explica la
existencia del pensamiento”, lo que constituye una
petición de principio...”Lo que hace que
un cerebro esté vivo no es, pues, la materia integrada, sino la [in]formación que integra..."
(Tresmontant, 155.Los subrayados son míos FP)
Para Viktor Frankl el ser humano es
unidad a pesar
de la multiplicidad, pues existe una
unidad antropológica a pesar de las diferencias entre varios modos de
existencia. La característica de la existencia humana es la coexistencia entre
el modo de ser humano único y las variadas maneras de ser de las que participa.
En el existir humano no conviene el monismo ni el dualismo cartesiano. Frankl
se vale de la analogía a través de figuras geométricas para ilustrar lo que él
llama “ontología dimensional”, en la cual propone dos leyes:
.
PRIMERA LEY: Si se proyecta un
objeto desde su propia dimensión a dimensiones inferiores, aparecerán figuras
contradictorias.
Por ejemplo, si se proyecta un vaso (geométricamente
un cilindro del espacio tridimensional) simultáneamente al plano de la base
(horizontal) y a un plano lateral (vertical) se observará un círculo en el
plano horizontal y un rectángulo en el plano vertical.
Además (Figura 2) se proyectará una contradicción en el plano
vertical, pues el vaso es abierto mientras que tanto el rectángulo como el
círculo son cerrados.
¿Cómo aplicamos esto al ser humano? Si consideramos
estas figuras como una analogía de lo que venimos tratando, veríamos, por
ejemplo, el plano horizontal como las
conclusiones de la biología y el vertical las de la psicología (o a la inversa,
es una convención). Si nos ceñimos solamente a esa proyección, habrá una
flagrante contradicción, pues la proyección al plano biológico mostrará sólo
fenómenos somáticos, mientras que la proyección al plano psicológico dará
fenómenos psíquicos. Para la ontología dimensional esta contradicción no se opone a la unidad humana, siempre y cuando
los datos de cada campo de investigación se mantengan dentro de sus
límites, los investigadores recuerden que se trata de un corte, un enfoque
científico, limitado por el método mismo, que no pretende erigirse en la totalidad.
El problema surge cuando se toma la parte por
el todo, que
es en lo que consiste el reduccionismo propiamente dicho. A
los reduccionistas (los que toman su visión por el todo) se les escapa el ser
humano en su totalidad espiritual o, si se prefiere, personal. En el caso del reduccionismo biológico
o biologicismo se parte de la idea de que el ser humano puede explicarse por
mecanismos exclusivamente biológicos. Pero hay también un reduccionismo
psicológico o psicologismo, un reduccionismo sociológico o sociologismo, uno
económico o economicismo y así sucesivamente.
SEGUNDA LEY: Si se proyectan diversos objetos desde su propia dimensión a
una sola dimensión inferior, se observarán figuras no diferentes sino
polivalentes. Por ejemplo, si se proyecta un cilindro, un cono y una esfera
tridimensionales al espacio bidimensional de la base, se observarán tres
círculos. Si las proyecciones fueran sombras, no podríamos saber cuál
corresponde al cilindro, cuál al cono y cuál a la esfera.
La proyección sobre
un plano horizontal de un cilindro, un cono y una esfera de igual diámetro
produce, pues, tres círculos idénticos. Si las sombras circulares se
toman, por ejemplo, como analogía de trazados electroencefalográficos
patológicos, tendríamos que concluir en
que Julio César, Dostoievski y el general José Antonio Páez (o un
paciente cualquiera de la consulta con igual trazado), eran “nada más que”
epilépticos. O si se tratara de manifestaciones clínicas psiquiátricas, Reverón
era “nada más que” un esquizofrénico, al igual que Juana De Arco o Santa
Bernardette Soubirous. La visión reduccionista uniformiza y nihiliza. Al
utilizar explícita o tácitamente la expresión "nada más que...", se elimina todo lo que de único u original
hay en el ser humano. Para Frankl el nihilismo de hoy es el reduccionismo y no
el existencialismo, pues lo que Sartre llama Nada, no es tal sino la
“no-ser-cosa”. En cambio, cuando J. B. S. Haldane afirmaba que "en su nivel más simple, la vida es nada más
que un patrón de reacciones químicas que se autoperpetúa", esa “nada”
es ausencia de ser.
Bajo el influjo
de Sören Kierkegaard, quien dio un valor supremo a la subjetividad y al
ser individual, real y concreto, así como a la categoría de existente aplicado
al ser humano en su condición de sujeto libre y responsable, varios pensadores
de mediados del siglo XX, agrupados (por una arbitraria clasificación de
Sartre) como existencialistas, desarrollaron una obra que tiene que ver
estrechamente con los problemas que estamos considerando.
Gracias
a su previa formación científica como psiquiatra, Karl Jaspers, conservó siempre el interés por la integración de la
ciencia con el pensamiento filosófico. Sin embargo, llegó a la conclusión de
que las ciencias son por sí mismas insuficientes y requieren un examen crítico
que sólo puede darlo la filosofía. Pero ésta a la vez debe fundarse en una
dilucidación lo más completa del hombre en cuanto existencia propia; pero no de
la existencia considerada como una abstracción, sino a la existencia
concreta. Para Jaspers el “trascender”
es la operación filosófica que permite la dilucidación o esclarecimiento de esa
existencia concreta. Es rebasar lo objetivo para entrar en lo no objetivo. Al
trascender, el hombre se eleva por encima de la conciencia empírica y de la
existencia empírica (la que se da desde mis pensar objetividades, mi
experiencia cotidiana). Se trata de superar la oposición sujeto-objeto para encontrar el verdadero ser
fuera del pensar conceptual. Para ello, Jaspers efectúa un itinerario en el
cual va aplicando las reducciones o έποχή
de la fenomenología de Husserl de un modo
personal. Es un colocar “entre paréntesis” todos mis condicionamientos,
preconceptos, prejuicios y vivencias previas al acercamiento a lo que deseo
estudiar. Al hacerlo, me voy dando cuenta de que mi existencia la rebasa y lo
que va quedando, como un horizonte que siempre se aleja cuando me le acerco, es
mi existir como posibilidad abierta. Este itinerario es:
·
El cuerpo: Me “pienso” cuando
digo “yo” como el cuerpo que está en el espacio. Yo soy el que se mueve, sufre
o goza...pero yo no soy [sólo]
mi cuerpo.
·
El “Yo”
Social: Me pienso como
aquello que yo valgo en
las relaciones de la vida social. Es el “yo” social con todo el conjunto de sus
actividades sociales en que se sumerge mi existencia empírica, y que llegan a absorberme...pero yo no
soy [sólo] ese “yo” social. No soy ese “nosotros todos”.
·
El “yo-hago”: los productos de mi actividad...pero estas obras se
desprenden de mi. Yo no soy [sólo] mis obras.
·
El “yo-recuerdo”: Lo que yo soy por virtud de mi pasado, todo lo que he
vivido, hecho y pensado, determina mi conciencia actual del yo...pero yo no
soy (solamente) mi
conciencia de lo que he sido (puedo cambiar el rumbo de mi vida).
·
Mi “ser-así”: Mi carácter, la permanencia
relativa de aquello que yo mismo me he dado...pero yo no
soy mi carácter.
Como
se ve, no sólo se trata de superar la dicotomía mente / cuerpo, sino de
trascender mi existencia fáctica hasta
llegar a mi existencia facultativa, a mi
existencia como posibilidad.
Interesado en una
ontología y no en una antropología o una psicología, Martin Heidegger llama al
hombre Dasein porque por su apertura a sí mismo tiene la
propiedad de hacer transparente el Ser. Es el lugar del Ser, el “ahí” (da) del “ser” (sein). En la jerga filosófica: es el lugar (óntico) donde se
revela el Ser (ontológico). El Dasein no es un ente entre los entes, sino que
es un existente: la partícula “ex”significa “salir de sí mismo” para ubicarse en el “mundo”. Para estudiar al ser
humano desde esas premisas, utiliza el método fenomenológico prescindiendo de
la reducción trascendental de Husserl. De este modo ocurre lo que Van Den Berg llama una emigración
del sujeto, quien ya no se opone al objeto en el sentido moderno.
Si, partiendo del cogito
cartesiano vemos las posiciones de varios autores y colocamos entre paréntesis la reducción
fenomenológica y entre corchetes la reducción trascendental, la posición del
sujeto quedaría esquematizada de la siguiente manera:
a.
Descartes: Yo pienso.
b.
Brentano: Yo pienso en (esta casa).
c.
Husserl: [ (yo pienso) (en) esta casa)].
d.
Heidegger: (yo pienso) (en)
(esta casa) para ...
Este esquema quizá requiera de una explicación. Descartes
nos lleva a considerar que podemos dudar de cualquier afirmación o cosa, pero
no podemos dudar de que estamos dudando. El pensamiento se puede extraviar en varias
quimeras o verdades por demostrar, pero no puede dudar de su propio pensar. Por
eso su afirmación central es: “cogito”, pienso. Brentano, un importante
filósofo algo anterior a la fenomenología afirma que no se puede pensar a
secas, que el pensamiento siempre tiene una dirección, una intención hacia la
cual apunta, como la flecha a una diana: no se piensa simplemente. Se piensa
siempre en algo. El pensamiento siempre es intencional (no en el sentido de
algo a propósito, sino con un rumbo, una dirección). La fenomenología de
Husserl, al llegar a la reducción trascendental, sólo deja en pie la conciencia
trascendental. Heidegger, dando aparentemente un paso atrás, coloca al sujeto
fuera del pensar mismo para colocarlo en un quehacer en el mundo, “arrojado en
el mundo”, siempre afuera, siempre abierto en el cuidado de las cosas y la
solicitud de los demás.
Para Eduardo
Rivera, el traductor chileno de Ser y Tiempo, el más hondo y radical “en sí” de
las cosas, según Heidegger, no es la sustancia, ni el objeto, ni mucho menos la
“cosa en sí” kantiana, sino ese ser de las cosas que comparece para nosotros en el uso que de ella
hacemos (ST, 467, nota ** a p.97)]
Pareciera
que Sartre
asume un monismo materialista de corte realista, pues afirma: “El ser de algo es precisamente su apariencia”:
detrás del fenómeno no hay nada, no hay noúmeno.
No hay dualidad entre el ser y el aparecer, pues el ser “se manifiesta como él es”, y finaliza diciendo: “El cuerpo es lo que la conciencia es: ésta no es más que
cuerpo, lo demás es nada y silencio” (citando literalmente a Hamlet en el momento de fallecer
ante la espada envenenada de Laertes).
Pero lo extraño es que sus
premisas se fundamentan en la fórmula de Berkeley: “Ser es ser percibido”, es
decir, las cosas no tienen realidad ontológica independiente respecto a su
percepción (su ser percibido) pudiendo hablarse, al contrario, de un monismo
idealista, por lo demás insostenible, pues Berkeley fundamentaba su teoría en
la percepción de Dios (las criaturas son permanentemente percibidas por Dios y en ese ser percibidas se sostiene su existencia) y sabemos acerca del ateísmo de Sartre. Estas
incongruencias de Sartre, esas volteretas suyas tanto en la filosofía como
en la política, fueron las que lo hicieron a la vez admirable y efímero, pues pasaba
fácilmente de lo deslumbrante a lo incongruente.
.
El filósofo Gabriel
Marcel, convertido al catolicismo cuando
buena parte de su obra había sido publicada, considera que todo existente
aparece como prolongando “mi cuerpo” en una dirección cualquiera – entendiendo la
expresión “mi cuerpo” como algo radicalmente mío y no algo “objetivo”. Según
ello, mi cuerpo es el existente tipo. Escribe Marcel: “El mundo existe para mí, en el sentido riguroso de la palabra existir, en la medida en que
mantengo con él relaciones del tipo de las que mantengo con mi cuerpo”. Mi
situación obvia es la de un ser ligado al cuerpo: “De este cuerpo
no puedo decir ni que es yo, ni que no es yo, ni que es para mí”.
Habría que
decir: Yo “soy” mi cuerpo en lugar de yo “tengo” un cuerpo. Mi cuerpo no es mi
instrumento; es “mediación entre mí y el universo”.
Pero mi yo
no se resume en mi cuerpo. Si bien es
verdadero afirmar “Yo soy mi cuerpo”, resulta falso decir “Yo soy sólo mi cuerpo”. Marcel no niega,
pues, la separación del alma y el cuerpo, pero afirma que su relación debe
hacerse en otro orden, al decir: “Ser encarnado es aparecerme como cuerpo, sin poder identificarme con
él, sin poder distinguirme de él, pues identificación y distinción pertenecen a
la esfera de los objetos”.
Esta relación aparentemente contradictoria se
resuelve al hacer Marcel una clara distinción entre “problema” y “misterio”:
“Un problema
es algo con lo que me encuentro, que hallo ante mí, pero que puedo, por
eso mismo, cercar y reducir; en cambio,
un misterio es algo en lo que yo mismo estoy implicado, y que, por
consiguiente, solo es pensable como una esfera en la que la distinción del en–mí
y el ante –mí pierde su
significado y su valor inicial”
Una cosa puede ser “problema” desde un ángulo y
“misterio” desde otro. Por ejemplo: el sufrimiento derivado de una enfermedad
puede ser un problema explicable (o no) por la técnica (fisiopatología,
bioquímica, etc.) y a la vez un misterio desde el momento en que el sufriente
se pregunta por el sentido de su sufrimiento.
Para Viktor
Frankl
hablar de psicogénesis es cuestionable, pues supone la aceptación de la teoría
de la acción recíproca: lo físico es causa de lo psíquico y viceversa. Es
evidente que hay un paralelismo psicofísico, pero lo somático y lo psíquico son
dos modos de ser sustancialmente distintos, ontológicamente inconmensurables.
No pueden reducirse el uno al otro, ni derivarse uno del otro. Son fenómenos
irreductibles e indeducibles. Hay entre ellos un abismo infranqueable, aunque
progrese la investigación en ambas disciplinas Al respecto escribe: “[Si
bien es cierto que] Lo corporal influye
en lo psíquico-espiritual, de un modo o de otro, favorable o desfavorablemente, no es lógico completar esta tesis con la
conclusión: luego lo espiritual es un mero efecto, un mero producto, mero
resultado, mero epifenómeno de lo corporal,, o “generado”; nada más que como
función de la materia o fórmulas similares”. Para Frankl, lo corporal es
una condición, mas no la causa de lo psíquico-espiritual
Cada ciencia se puede considerar como un corte o una
proyección en una dimensión determinada. Cada dimensión o corte es irreductible
a la otra, y la unidad de los opuestos no es posible como acción recíproca ni
el paralelismo psicofísico explica la relación de ambas.
II. El problema de la libre voluntad o del libre albedrío.
Para Jaspers el tema de la
libertad es un asunto que va más allá del libre albedrío. Dice Jaspers: “La pregunta acerca de si la libertad existe
tiene su origen en mí mismo, que quiero que la haya”. Por una parte, se
identifica con mi existencia como posibilidad: existir es ser libre. Por otra parte, la libertad se encuentra relacionada con
el concepto de situación. La situación es toda la realidad circundante, el
conjunto de condiciones y circunstancias que
rodean mi vida y que significan “limitación ó margen de acción”. Pueden ser modificables por mis decisiones, pero siempre
estaré “en situación”: salimos de una situación para entrar en otra. Existen no
obstante las situaciones límite, inmodificables. Pero ante ellas siempre puedo
decidir qué actitud tomar. Son justamente las situaciones límite una de las
vías regias para tener acceso a mi existencia genuina o posible: no puedo
cambiar la situación pero puedo cambiar yo, puedo trascenderla.
Para Heidegger el
ser del “Dasein” no consiste en una cosa que es sino algo que deviene
realizándose, como un proceso de temporalización. Existir es comprenderse como proyecto, avanzando en la proyección de sus posibilidades. Heidegger da primacía al futuro, pues la
existencia significa anticipación. En sus manos está su poder ser auténtico o inauténtico. El Dasein en cuanto tal está determinado por
el “ser cada vez mío”.
Una eficaz frase de Sartre que llegó a
convertirse en un cliché fue aquella de: “Estamos condenados a ser libres”. El ser humano está condenado a ser libre porque no es
libre de dejar de ser libre. Aún si decido no ser libre, lo estoy decidiendo
gracias a mi libertad. El hombre debe elegir, es responsable; lo
contrario es la “mala
fe”: inventar argucias para huir y no asumir su libertad radical, buscar
artificios que le permitan no tener que hacer frente a la decisión que tendrá
que tomar. Y no hay excepciones:”Si estalla una guerra, esa es mi guerra:
puedo alistarme o desertar, pero es mía.” Quizá podemos
aplicar esta frase a nuestra actitud ante la situación actual por la que
atraviesa nuestro país.
En el pensamiento de Marcel, la libertad es el
sustrato de la ética; pero no se trata de un mero libre albedrío intelectual,
sino que es un llamado a la apropiación del valor como verdad: los valores son los “heraldos del ser”, pero
apelan a la creatividad del hombre. No son esencias abstractas. Están
realmente en mí, en la medida que
tengo que crearme a mí mismo. La experiencia del valor no es aparte de la experiencia del ser.
Frankl, por su parte, no deja de vincular la libertad con el
problema del libre albedrío. Casi todo el contenido de su obra versa sobre este
tema tan crucial para la psicoterapia: ¿Hasta dónde está determinado el hombre?
¿Hasta dónde está condicionado? ¿Cuáles son las limitaciones de ese
determinismo o condicionamiento?
Los presupuestos condicionan, pero no pueden determinar. Todo lo humano está condicionado. Pero sólo es propiamente humano aquello que supera, trascendiéndolo,
su propio condicionamiento. La
libertad trasciende la necesidad. Por ejemplo, las pulsiones: el hombre las
tiene, pero ellas no lo tienen a él. La
libertad es siempre de algo y para algo. Yo puedo decirle sí a los
valores y no a las pulsiones, como puedo dejarme llevar por las pulsiones y
decirle no a los valores. Pero siempre la fuerza decisoria la posee el yo. El
poder del yo frente al ello no puede derivar a su vez de las pulsiones: el
poder “apriorístico” del yo frente al ello se puede comparar al poder de un
juez débil y achacoso frente a un reo fuerte o atlético.
Además de las pulsiones, lo psicofísico incluye también el dolor, la
angustia, la tristeza, la ira. Todo esto puede tener su origen en lo psíquico o
en lo somático. La persona puede hacer frente a ellos. La persona es
libre, mas el carácter no lo es. Más bien, la persona es libre frente al
carácter. Aquello en el ser humano con lo que la persona se contrapone es el
carácter psíquico. Esto se explica porque la
persona es espiritual mientras que el carácter es psicobiológico, o más
exactamente bio-psico-social. La persona espiritual es capaz de oponerse a sus
condicionantes biológicos, psicológicos y sociales.
En el caso de las dos primeras figuras, las
proyecciones del vaso o cilindro (corte biológico o psicológico, o bien
sociológico, etc.) dan figuras cerradas, mientras que el cilindro es abierto.
Lo espiritual nunca se diluye en
la situación. Siempre es capaz de distanciarse, de enfrentarse a lo
psicobiológico o psicosocial. Esta capacidad, que Frankl llama antagonismo noopsíquico, posee una extremada importancia terapéutica. Cualquier psicoterapia debe basarse en ella, pues si lo psicobiológico se basa en leyes cada vez mejor conocidas, la actitud personal, de raigambre espiritual, puede afirmarse frente a todo condicionamiento.
“¿Qué es, pues, el hombre?”, se pregunta Frankl. Y su
respuesta es:
“Es un ser que siempre
decide lo que es”
III El problema del sufrimiento y de la mortalidad.
Para Heidegger la
muerte es una posibilidad de ser de la que el Dasein tiene que hacerse cargo
cada vez. Incluso, es la posibilidad más radical e insuperable. La angustia nos
revela que somos un ser “arrojado al mundo” para morir. Pero lo sabemos porque
siempre se mueren “los demás”; no hay
experiencia previa y siempre se evade la propia posibilidad de morir. Ante ella
sólo hay dos opciones: distracción (inautenticidad) o aceptación (existencia
auténtica). En el primer caso, el vivir cotidiano huye de la angustia ante la
muerte: “todavía no”. Se muere la
gente, “uno” se muere, pero ese “uno” no es nadie: El “uno” justifica y
acrecienta la tentación de encubrir el más propio estar vuelto hacia la muerte.
En el segundo caso, ese estar vuelto hacia la muerte (en la
traducción de José Gaos se lee “ser-para-la-muerte”) no
significa estar pensando siempre en ella, o haciendo cálculos. En el estar vuelto hacia la muerte, debe
ser comprendida como posibilidad, interpretada como posibilidad y sobrellevada
como posibilidad. Es adelantarse a la posibilidad. No se habla aquí de
suicidio, sino de vivir la existencia corriendo hacia esa posibilidad, como anticipación. Es la existencia
auténtica,
la cual implica una aceptación anticipada de la muerte.
Para Sartre, la
muerte es simplemente un hecho puro derivado de mi contingencia. Es absurda,
como lo es el nacimiento. El hombre es una pasión inútil...
Jaspers trata el tema de la
muerte dentro del capítulo de su obra dedicado a las
Situaciones – límite, que ya mencionamos. Son tan importantes
para Jaspers, que llega a afirmar que experimentar una situación límite y
existir son la misma cosa. Yo, como existente, no llego a mi mismo más que en las
situaciones-limite. La muerte encabeza la lista de las situaciones-límite: es
inevitable, es “opaca”: no sabemos qué hay detrás de ella ni después de ella.
Podemos desesperarnos ante su inminencia pero también podemos transformarnos
radicalmente, cambiar nuestro proyecto de vida y nuestras prioridades
aprovechando el tiempo que nos queda, dando valor a lo verdaderamente esencial
y descartando aspectos que nos parecían importantísimos y ahora nos percatamos
de su banalidad.
Si
algún autor ha escrito con lucidez sobre el sufrimiento, ha sido Viktor Frankl, quien ha
acompañado su teoría con su testimonio personal de sobrevivir a cuatro campos
de concentración. Sufrir
significa tomar postura
frente al dolor, y esto equivale a estar “por encima” de él, a trascenderlo.
Frankl se coloca muy lejos de la psicoterapia clásica. Ésta se propone
capacitar al ser humano para trabajar y gozar; debe capacitarle también para
sufrir. Pero esto vale únicamente para el sufrimiento inevitable, necesario. El
sufrimiento innecesario, en cambio, debe ser aliviado por el médico.
En cuanto a la muerte misma, Frankl se opone a toda
concepción que cosifique el espíritu, como en las soluciones esotéricas y
espiritistas, que presentan un espíritu “cuasi-material”. El espíritu no está
en ningún “lugar”, entendiéndolo como dentro de las coordenadas
espacio-temporales. De modo que el continuar viviendo tal cual es algo
im-pensable, no puede ser pensado, representado ni imaginado. Pero no sólo es
posible, sino necesario, admitir que lo espiritual sigue viviendo después de la
muerte, ya que lo que está más
allá del tiempo y el espacio no es posible que deba morir alguna vez.
Frankl propone que en lugar de hablar de una continuación de esta vida (Fortleben), se refiera a supervivir (Uberleben) , pero no en el sentido de
que la persona espiritual sobrevive a su muerte corporal anímica, sino a lo que
llamará un “supra sentido”, accesible sólo a la fe.
Marcel se refiere al asunto de la mortalidad utilizando el
término misterio en el sentido
que antes explicamos. Es decir, no puedo hablar de mi posible o imposible supervivencia
después de la muerte de manera distante, objetiva. Es algo que no está
meramente ante mí sino que me incluye a mí. También para Marcel el misterio de
la mortalidad se refiere a la muerte de los demás, especialmente a la de mis
seres queridos, por cuyo destino me pregunto y me preocupo. Ante el misterio de
la muerte – y más extensamente, ante el misterio del Ser - Marcel desarrolla uno de sus tratados más
interesantes y originales, como es la Filosofía de la Esperanza.
Por la Esperanza el hombre adquiere su condición de viajero,
de itinerante: “Si el hombre no
conserva vivo el sentido de su condición viajera, tal vez no pueda instaurarse
un orden terrestre estable”. Ser viajero es una condición inherente al
hombre, a quien llama homo viator (hombre
viajero).
La esperanza es ese principio misterioso que
sitúa al hombre en el ámbito de la trascendencia, que le pone en marcha hacia
la meta que asegura la plena realización de su ser. (Todo lo contrario
de las ontologías de la desesperación y de la angustia de Heidegger y Sartre). De hecho, la esperanza:
1. Se opone a la angustia de estar entregado al tiempo:
“Kronos” se transforma en “Kairós”, es decir, el tiempo, como transcurrir, se
transforma en tiempo como ocasión, oportunidad.
2. No desconoce los
motivos para desesperar, pero ve estas situaciones como pruebas (para no
rendirnos).
3. No se
vale de la técnica: “Es propia de seres desarmados”.
4. Se apoya
en la humildad (no depende de nosotros mismos, ni de nuestro poder ni de
nuestra técnica).
5. Es creadora: se
anticipa al futuro, tiene confianza ilimitada en la realidad. No calcula el
futuro.
6. Al hacer
un salto sobre el tiempo, se presenta como abierta a través del tiempo
(mientras la desesperación es “la conciencia del tiempo cerrado o en prisión”).
7. Se
fortalece por la paciencia.
8.
Pertenece a la estructura ontológica
de la existencia humana, se da incluso en quienes no profesan una fe religiosa
explicita (diríamos que es connatural al
hecho de ser persona).
9. “Es otro
nombre de la trascendencia”.
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Hemos hecho un recorrido por los
principales acercamientos que varios autores, especialmente del siglo XX, pertenecientes a la corriente
existencial, han escrito sobre estos
problemas metaclínicos. En la actualidad se mantiene la vigencia de esta
discusión. Para Antonio
Damasio se
trata no sólo de equiparar el cerebro a la mente, sino de “ver la mente consciente desde la óptica de la evolución”, de “…naturalizar la mente y presentarla como una
serie de progresiones graduales en la complejidad del lenguaje biológico”.
La conciencia hizo posible la conservación del “valor biológico” en los seres
humanos. Para ello habla de la construcción del “sí mismo central”, “algo que
no había estado antes presente”. No es aún el sujeto, sino un “proto-sí mismo”,
del cual “surgió” el “sí mismo autobiográfico”, que dio lugar, por fin, al protagonista, es decir, al sujeto (De
hecho, el título original de su libro, más elocuente, es Self Comes to Mind). No sabemos de dónde emergió ni cómo ocurrió
este “surgimiento”, salvo que fue por “selección natural”. Damasio admite que
las características que ha enumerado y detallado en su libro Y el cerebro creó al hombre
no bastan para explicar cómo se genera el sí mismo ni la subjetividad. Hacia el
final de su enjundioso y ameno texto admitirá que “la conciencia sigue siendo un misterio, aunque hemos logrado reducir
en algo el territorio de lo que desconocemos”.
Sin
embargo, como biólogo evolucionista de
nuestro tiempo, se niega a aceptar toda teleología. ¿Y cómo va a aceptarla si
la evidencia le muestra hechos donde
sólo hay azar (es decir: ausencia de evidencia de
una inteligencia ordenadora) y necesidad
(es decir causalidad)? Para buscar una salida a esta aparente aporía, Frankl imagina, siempre como analogía, un plano secante donde una curva sinusoidal cortada por otro plano perpendicular no deja ver más que seis puntos aislados carentes de conexión. Lo que se echa de menos es la visión del sentido más elevado, o más profundo de los acontecimientos: las partes de la curva por arriba o por debajo del plano secante. La teleología, o el sentido, no son evidentes sino en otro plano de incisión en el que sólo podemos creer y luego seguir. Y Frankl concluye: “lo que vale para el sentido vale tanto más para un sentido final. Cuanto más abarcante es un sentido, tanto menos se lo puede aprehender. El sentido infinito no es comprensible para un ser finito. Aquí la ciencia calla y toma la palabra la sabiduría"
Por
su parte, si bien Eric
Kandel
se considera a sí mismo un “reduccionista radical”, lo es sólo
metodológicamente. Al decir de Steve Hyman, quien prologa el artículo de Allbright, Jessell, Kandel,
y Posner, significativamente
titulado: “Neurociencia.
Un siglo de progreso y misterios que aún perduran”, su reduccionismo experimental o
“estratégico” no pretende explicar la conducta humana en su conjunto… “La idea consiste en desmenuzar los problemas
en elementos que puedan tratarse con el objetivo de entender cómo se unen e
interrelacionan dichos elementos, aún a sabiendas de que identificar y
caracterizar las partes no significa poder explicar fenómenos de un nivel
superior"…” No es posible
realizar avances sin utilizar estrategias reduccionistas, pero al mismo tiempo
resulta evidente que las explicaciones exclusivamente reduccionistas no
responden a las preguntas más fundamentales” (Kandel, 209).
Para Kandel, tanto
las perspectivas holísticas (“de arriba abajo”) como reduccionistas (“de abajo a
arriba”) son necesarias. La clase de reduccionismo a que él hace referencia resulta
un planteamiento adecuado en una fase concreta del
proceso de resolución de problemas, pero no es un objetivo filosófico en sí
mismo ni representa un punto de vista universal… No podemos entender el cerebro o cada una de sus
células sin saber cuáles son sus “ladrillos” y sus propiedades, pero tampoco
podemos creer que entenderemos las células, los órganos, el cerebro o la
conducta sólo porque conocemos bien sus componentes y sus integrantes
Y
en el artículo mencionado, escriben:
“Hay
otro aspecto de la consciencia que hace falta afrontar: la naturaleza de la subjetividad. El aspecto subjetivo de la
consciencia… es su característica definitoria y el aspecto que supone el mayor
reto científico… ¿Son el color púrpura que uno ve y el jazmín que huele
idénticos al púrpura que los demás ven y el jazmín que los demás huelen? El hecho de que la experiencia
consciente sea personal e intensamente subjetiva plantea la cuestión de si es
posible determinar objetivamente características comunes de la experiencia… Es
evidente que deberíamos estar preparados para la posibilidad de que haya
aspectos de la consciencia que no se resolverán mediante las estrategias
comentadas en esta revisión.… [Dicen los autores]… actualmente es
difícil imaginar cómo el progreso aunque continúe y se intensifique, logrará
solucionar todas las características relacionadas con la naturaleza subjetiva
de la experiencia…” (Kandel, 326)
¿No nos recuerda este párrafo las afirmaciones anteriores de
Viktor Frankl sobre la inconmensurabilidad de las dimensiones psíquicas y
biológicas…a menos que se dé un cambio de paradigma?
Pareciera haber una conciencia de la necesidad de ese cambio.
Kandel es optimista al apuntar en otro sitio que la nueva biología de la mente “…asumirá
su papel de puente natural entre la humanística, que se ocupa de la naturaleza
de la existencia humana, y las ciencias naturales, que se ocupan de la
naturaleza del mundo físico” (Kandel, 396).
Es posible. Pero sin ese cambio de paradigma que admita la
condición espiritual del hombre, más allá de los logros en la investigación,
las viejas preguntas sobre los eternos problemas del ser humano continuarán
arrinconadas en las publicaciones y congresos de psiquiatría, sin poder
siquiera formularse: las viejas preguntas sobre su mortalidad, su libertad y el
sentido de su existencia, sin las cuales no vale la pena llamarse psiquiatra ni
ejercer la psicoterapia. El problema está en que el ser humano, incluyendo al
científico en su fuero interno, las seguirá haciendo, simplemente por ser él
también un ser humano, ese pequeño y muchas veces mezquino ser humano cuya voz, al decir de William Faulkner, “seguirá hablando y hablando”…” cuando
haya sonado la última campanada de la destrucción y su eco se haya apagado en
la última roca vacilante que dejará la marea en el último rojizo y agonizante
anochecer”.
Precisamente de este autor quiero tomar prestadas sus palabras para
finalizar esta conferencia porque expresan mucho mejor que las mías el
sentimiento que me animó a dirigirme a ustedes y compartir estas interrogantes
a veces angustiosas que nos asaltan no sólo en nuestro quehacer profesional,
sino en nuestra común condición humana. Faulkner termina diciendo ante la
Academia Sueca con ocasión de recibir el Premio Nobel de Literatura:
Yo me
niego a aceptar el fin de del hombre.
Creo que el hombre no sólo perdurará sino que prevalecerá. Creo que es
inmortal, no por ser la única criatura que tenga una inextinguible voz, sino
porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión, de sacrificio y de
perseverancia. El deber del poeta y del escritor [y del
psiquiatra, añado yo] es escribir acerca
de estas cosas. Ambos tienen el privilegio de ayudar al hombre a perseverar,
exaltando su corazón, recordándole lo que son el coraje y el honor y la
esperanza y el orgullo y la compasión y
la piedad y el sacrificio, que han sido
la gloria de su pasado.
La voz
del poeta no debe ser meramente un registro del hombre, puede servirle de
apoyo, ser una de los pilares que lo sostengan para perseverar y prevalecer.
Señoras y señores: muchas gracias.
REFERENCIAS
Allbright, Jessell, Kandel y Posner. Neurociencia: un siglo de progreso y misterios que aún perduran.
En: Psiquiatría, Psicoanálisis y la nueva biología de la mente. Ars Medica.
Barcelona 2006. Reimpresión 2007.
Aquino, Santo Tomás de. Suma de Teología. Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid 1988
Aristóteles. Obras Completas. Editorial Aguilar. Madrid 1967
Chiquirrin A.
Regino. La Antropología de Viktor E. Frankl. Separata de Studium
Ovetense, volumen XV, Oviedo, 1987.
Damasio, Antonio. Y el cerebro creó al hombre. Ediciones
Destino, S.A. Barcelona 2010
Faulkner, William. Nobel Prize Speech Stockholm, Sweden December 10, 1950. La traducción es parcialmente mía. En el texto de la conferencia combiné las diversas traducciones con la
mía y la de Agustín Caballero con otras que he encontrado en Internet. Ninguna
me parece satisfactoria.
Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía. Alianza
Editorial, Madrid 1990.
Frankl, Viktor. El
hombre en busca de sentido. 12a Edición. Ed. Herder.
Barcelona, 1998.
Frankl, Viktor. Lecciones metaclínicas. En: El hombre
doliente. Barcelona 1990. Herder
Heidegger, Martin. Ser y Tiempo. Traducción, prólogo y notas de Jorge Eduardo Rivera. Editorial Trotta. Madrid 2003
Hyman, Steve. Neurociencia. Prólogo. En: Psiquiatría, Psicoanálisis y la nueva biología de la mente. Ars Medica. Barcelona 2006. Reimpresión 2007.
Juan Pablo II. Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II a los miembros de la Academia Pontificia de Ciencias. Vaticano, 22 de octubre de 1996. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/messages/pont_messages/1996/documents/hf_jp-ii_mes_19961022_evoluzione_sp.html
Kandel, Eric R.: Neurociencia. Un siglo de progreso y misterios que aún perduran. En: Psiquiatría, Psicoanálisis y la nueva biología de la mente. Ars Medica. Barcelona 2006. Reimpresión 2007.
Marcel, Gabriel. El Misterio Ontológico. En "Gabriel Marcel, Antología". Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1967.
Padilla, Franklin. Teorías de la Personalidad II. Postgrado de Psiquiatría. Hospital Psiquiátrico de Caracas. Material de apoyo sobre Kierkegaard, Heidegger, Jaspers, Sartre y Marcel (para uso interno)
Padilla, Franklin. Una visión teológica de la salud mental. Archivos Venezolanos de Psiquiatría y Neurología. Vol. 44 /N ° 90-91 / enero/diciembre 1998 pp 8-14
Platón, Obras Completas. Editorial Aguilar. Madrid 1969.
Roca Jusmet, Luis. Y el cerebro creó al hombre, de Antonio
Damasio (crítica). Ka Neurociencia al alcance de (casi) todos. A parte Rei 74.
Marzo de 2011. En formato pdf.
Serrano Poncela, Segundo. La Cultura Occidental. Caracas
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Tresmontant, Claude. Ciencias del universo y problemas
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Urdanoz,
Teófilo. Historia de la Filosofía. Tomo VI. Biblioteca de
Autores Cristianos. Madrid, 1975.Van Den Bergh, J. H. El cuerpo humano y la significación del movimiento humano. Un estudio fenomenológico. En: Psicoanálisis y filosofía existencial (varios autores). Editorial Paidos. Buenos Aires 1965. Pp. 101-132.
Wikipedia, la enciclopedia libre. Artículo “Monismo”
Damos las gracias a la
Dra. Delmeyer Alcalá, cursante del postgrado de Psiquiatría del Hospital
Psiquiátrico de Caracas, por el diseño en colores de las imágenes de Viktor
Frankl, originalmente en blanco y negro, para su presentación.
ERNESTO RODRÍGUEZ ESCRIBIÓ:
ResponderEliminar¡Excelente!. Gracias
ROBERT LESPINASSE ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarMagistral conferencia de un muy interesante contenido, bueno que se disfrute también fuera de nuestra Sociedad
CARLOS ROJAS MALPICA ESCRIBIÓ:
ResponderEliminar¡Excelente conferencia...Digna de su autor y de la SVP!
YOLANDA ALVARADO ESCRIBIÓ:
ResponderEliminar¡ EXCELENTE ! Franklin.
Haberlo oído en su presentación, leído en las páginas de la Revista y releído ahora en un día de paro, de silencio, de rabia, frustración y de esperanzas, comprendido en un 50% en esta tercera etapa, no me queda otro comentario que ponderar la sapiencia del autor que se asemeja al SER, se intuye, se especula, se vive y se padece con el pero que sólo existe cuando lo aprehendemos de verdad que ea al morir. Por ello no me preocupa lo poco que lo asimilo . Ahi voy existiendo, siendo, tejiendo mi vida y anhelando la humildad de Franklin para tan en callando ofrecernos estas reflexiones. Gracias.
ResponderEliminarQué rico pana que lo publicaste, por fin la puedo tener y disfrutar a mares!!!!!!!Nuevamente, gracias por existir, un abrazo.
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