A Ernestina Salcedo Pisani
Representó para los lectores venezolanos una gran noticia el premio "Biblioteca Breve" otorgado en 1968 a la novela País portátil de Adriano González León por la Editorial Seix Barral de Barcelona, España. Con ese galardón, teníamos un venezolano en el Olimpo del "boom literario"de la década de los años 60 que lanzó al mundo los nombres de Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Ernesto Sábato, a cuya lista se sumaron los consagrados Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti y Miguel Ángel Asturias, todos promovidos por esa combinación de explosión colectiva y sabia política editorial que quedó canonizada en el libro Los nuestros, de Luis Harss. Pero Adriano no continuó una producción novelística profusa como lo hicieron, a excepción de Rulfo, sus pares del boom, ni los que se montaron en ese tren o autobús y aprovecharon la colita, como llamamos en Venezuela al auto-stop (la aclaratoria es por si me lee un argentino, para quien la colita es una mala palabra).
Dedicado sobre todo a la docencia universitaria, González León publicaba también una columna semanal en el diario El Nacional. Debo confesar que las veces que lo vi en el cafetín del antiguo Ateneo de Caracas me produjo una impresión desagradable. Me resultaba antipática su figura. Lo encontraba "sobrado", vanidoso. Claro que mi apreciación era superficial y probablemente errada: el Adriano que traté años después no calzaba para nada con esa impresión.
Me gustó mucho País portátil, aunque en ese momento me pareció que obedecía a una moda y a un ritual ya establecido por muchos novelistas influenciados por Faulkner: la técnica de las voces paralelas en tiempos paralelos. Parece mentira, pero la película de Feo y Llerandi me hizo degustar luego la novela en una segunda lectura: el cine, como ningún otro arte, se presta para ese trastrueque de tiempos. Para los entendidos debo estar desbarrando, pero como no soy crítico literario y "debajo de mi manto al rey mato", me puedo permitir expresar lo que se me antoje sin andar mirando para los lados a ver qué dicen los demás.
Otra vez me encontré con la obra de Adriano, esta vez televisiva. Su programa Contratema se presentaba en la Televisora Nacional o TVN5, que era el canal oficial, pero una emisora verdaderamente cultural con poquísima propaganda gubernamental. Este espacio vino ser el auténtico sucesor de Las cosas más sencillas de Aquiles Nazoa, de la que escribí una reciente entrada en esta bitácora (ver enlace). Con auténtica pasión docente, el escritor dedicaba a veces varios programas para desarrollar un tema que tuviera que ver generalmente con la literatura, aunque también tratara de asuntos relacionados con la historia, pintura o cualquier otra manifestación de la cultura. Recuerdo especialmente uno que dedicó a la trágica aventura del "Falke", aquél barco en el cual se intentó derrocar la dictadura de Juan Vicente Gómez. Adriano invitó en uno de esos programas al doctor Manuel Matute, conocedor como pocos de la vida y la obra de José Rafael Pocaterra, quien acompañó a Román Delgado Chalbaud, Rafael Vegas, Doroteo Flores y tántos otros, en esa fracasada invasión que llevó a la muerte o la prisión a sus protagonistas.
Precisamente fue el doctor Matute, por su amistad con Adriano y toda la gente del grupo Sardio y El Techo de la Ballena, movimientos literarios de los sesenta, quien invitó al escritor a dictar una charla en el XIV Congreso Venezolano de Psiquiatría realizado en Cumaná del 12 al 16 de noviembre de 1991
... pero no nos adelantemos...
Antes de ese encuentro, que me permitió conocer a González León, ocurrió algo que debo contar para la mejor comprensión de los hechos.
Relata la escritora Ernestina Salcedo Pisani que una mañana (probablemente en 1990, aunque ella no lo precisa) se encontraban reunidos en la Casa Nacional del Escritor, Ramón Palomares, Ramón Ordaz, Caupolicán Ovalles, Luis Camilo Guevara, Elí Galindo, Eleazar León, Carlos Brito y la propia Ernestina. En un momento de la conversación, la escritora les planteó a los demás contertulios la celebración de un encuentro nacional de escritores con motivo del IV centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. Proponía, además, que este encuentro se realizara en la población de Jajó, estado Trujillo, por el hecho de que se le acababa de otorgar el Premio Nacional de Literatura a Ana Enriqueta Terán, "la excepcional poeta trujillana que supo regresar del 'mundanal ruido' para convivir en aquel paraje con las voces esenciales", para decirlo con sus palabras. La propuesta fue aceptada por la AEV Zona Metropolitana de Caracas y posteriormente de la Federación de Asociaciones de Escritores de Venezuela. Se consideró que debían participar las comunidades de Trujillo, Valera y Jajó junto con todas las Asociaciones de Escritores de Venezuela.
A fin de informar a los anfitriones sobre todo lo acordado, Salcedo viajó a Jajó. Allí Ana Enriqueta Terán propuso que, por tratarse del Cuatricentenario del máximo poeta místico de nuestra lengua, es decir, que San Juan de la Cruz era un poeta y un santo, debía ser la Iglesia la que presidiera la celebración. Terán propuso que el 23 de junio de 1991 se celebrara una misa solemne en el templo de Jajó, presidida por el obispo de la diócesis de Trujillo, monseñor Vicente Hernández Peña. Ese día caía en domingo, y prolongando los festejos hasta la medianoche del 24, día de San Juan Bautista y probable fecha del nacimiento del poeta místico, se saludaría el día con una fogata que, además de recordar el solsticio de verano, evocaría la Llama de Amor Viva de San Juan de la Cruz.
Quedaba un asunto pendiente: "...¿Quién hablaría en la iglesia de Jajó... (continúa Ernestina)...de manera que el mensaje pudiera llegar a todas las sensibilidades? La respuesta no se hizo esperar: Adriano González León, hijo de aquellas tierras, sabría aproximar el excelso mundo de San Juan de la Cruz a ese otro 'prado de verduras /de flores esmaltado' en el cuál él actuaría como orador laico. Así nació el Cántico de Jajó..." continúa la escritora venezolana en la Introducción ("Punto de partida") al libro El Verbo Iluminado, donde se relatan y se reproducen todos los textos relacionados con este homenaje.
Pero lo que no aparece en este relato de Ernestina me lo contó mi amiga Maricarmen González, religiosa de La Presentación, quien estaba culminando sus estudios de Letras en la UCAB y pudo asistir al Encuentro en Jajó.
En la versión de la hermana Maricarmen (quien probablemente se enteró por Ernestina Salcedo, tutora de su tesis para ese momento) en cuanto le comunicaron a Adriano la decisión del Comité Organizador del homenaje acerca de su condición de orador de orden, rompió a llorar emocionado, diciendo que él no era digno, que cómo era posible que, un bohemio, como él, iba a ser el vocero del más grande poeta místico de la lengua castellana y el gran místico de la Iglesia Católica...
Maricarmen lo escuchó, me contó cómo Adriano pudo sintonizar con el espíritu y la letra del gran doctor místico y emocionar no sólo a los poetas y escritores, a la comunidad de Carmelitas Descalzos en sus ramas masculina y femenina, y a los estudiantes de Letras de la UCAB allí presentes, sino también (y sobre todo) a los pobladores de Trujillo, Valera y Jajó, quienes escucharon a este escritor ubicado en espacios no considerados "santos" ni "puros" en una visión superficial de las cosas. Se repite la historia narrada en los Evangelios: -"Zaqueo, baja pronto, que hoy vengo a hospedarme en tu casa". El centurión. Magdalena. El publicano Leví, transformado en el evangelista Mateo...
Volvamos a Cumaná, al XIV Congreso Venezolano de Psiquiatría. La conferencia de clausura se suele adjudicar a una figura de relieve en el campo de la Psiquiatría o en otra disciplina. Generalmente se dicta después de conocidos los resultados de las elecciones para la nueva Junta Directiva de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría. González León disertó sobre los Poetas Malditos. Con su gran elocuencia y dotes de docente nos habló acerca de Lautrémont y los Cantos de Maldoror, Mallarmé, Baudelaire. No recuerdo si habló de Aloysius Bertrand, pero me llamó la atención su tratamiento de Rimbaud y de su obra, precoz en su comienzo y en su fin. Haciendo un largo paréntesis, se refirió a la interpretación que hizo Paul Claudel sobre la conversión de Rimbaud al catolicismo en sus últimos meses, en el sentido de que todas las blasfemias que aparecen en sus textos no eran sino un intento de acercarse a Dios. Para Claudel la blasfemia sería una especie de invocación en negativo, pues, según él, nadie verdaderamente incrédulo se ocupa de Dios, aunque sea para denigrarlo. Me sorprendió el conocimiento del conferencista sobre los intelectuales católicos franceses y su ácido comentario de que "los católicos franceses son muy inteligentes", como dándole a la interpretación de Claudel el carácter de un astuto argumento que vendría a echar por tierra la versión oficial de que la conversión de Rimbaud fue manipulada por su hermana.
Termina la conferencia y después de cambiarnos nos acercamos a la fiesta de clausura, que tenía lugar en el mismo hotel donde transcurrió el congreso (el "Cumanagoto").
Adriano estaba sentado en una mesa hablando con otras personas. Me le acerqué y le hice mención de la hermana Maricarmen, el homenaje a San Juan de la Cruz y el Cántico de Jajó, sin decirle, por supuesto, nada acerca del chisme acerca de su emotivo comentario cuando lo designaron orador de orden. Como si hubiera tenido un resorte en la silla, se levantó bruscamente y se le humedecieron los ojos mientras me repetía literalmente lo que me había contado Maricarmen. Se despide de sus contertulios de mesa y me pregunta si se puede sentar conmigo. Por supuesto, todo un honor que nos acompañe.
Ya ubicados en la mesa, con pura gente del Hospital Psiquiátrico de Caracas, especialistas y residentes. Adriano continúa, eufórico, el relato:
- "¡Me tocó hablar al terminar la misa, pero mira qué cosa: el obispo, cuando se le dijo que yo iba a hablar, dijo: "Como no, que hable en el templo, pero eso sí...¡que sea después que yo dé la bendicion!",,,como diciendo: "¡yo no me hago responsable de lo que ese carajo diga o haga...que sea después de la misa!"
Después de reirse a carcajadas de la salida del obispo, añade:
-"¿Y quieres que te diga algo? Pues que el obispo tenía toda la razón: ¿qué sabía él de lo que yo pudiera decir; yo, un tipo que ha sido comunista, bebedor y libertino?"
Pasamos toda la fiesta hablando de literatura y de mística y hacía chistes sobre las estudiantes de la UCAB que fueron a Jajó no tanto por San Juan de la Cruz como para ver a los novicios. Luego intercambiamos teléfonos y quedamos en vernos.
Pasó algún tiempo sin que nos reencontráramos. En 1993 me encargué de los postgrados del hospital. Una de las actividades que me propuse fomentar fue la inclusión de un invitado especial al mes, preferiblemente de otras profesiones o discipinas, que les transmitiera a los residentes otra visión de la realidad diferente al discurso psiquiátrico o psicológico. En este cometido fue invalorable desde el inicio la colaboración de Manuel Matute, gracias a quien pude contactar a Rafael Cadenas, Rodolfo Izaguirre, Francisco Salazar Martínez y al mismo Adriano, con quien se encontraba frecuentemente en un restaurant llamado La Paragua, en la avenida Río de Janeiro. De modo que un miércoles, con el salón de conferencias lleno hasta el tope, se refirió a "La escritura como fenómeno interior". Paradójicamente, después de haber criticado lúcidamente la nefasta influencia que se estaba produciendo en el lenguaje por el mal uso de la tecnología, en el momento de finalizar su charla, como si un genio maléfico lo estuviera acechando, sonó estrepitosamente su enorme teléfono celular y Adriano, que no era muy veterano con el recién aparecido implemento, comenzó a hablar en alta voz y la charla terminó como los joropos, es decir, de repente.
Poco después comenzó el Mundial de Fútbol 1994 en Estados Unidos. Rebeca Weston, profesora del postgrado, me invitó a ver uno de los partidos en su casa y me pidió que llevara a Adriano, quien se encontraba en una fase de desintoxicación y cargaba sus propias cervezas sin alcohol, que tomaba disciplinadamente. Al finalizar el juego, él me pidió que lo llevara a un apartamento en Las Mercedes donde tenía un depósito de libros, tomó dos ejemplares diferentes y los colocó bajo el brazo. De allí fuimos a un local cercano donde él siguió tomando sus cervezas sin alcohol y me leyó un fragmento de uno de los libros, el titulado Del rayo y la lluvia, un capítulo llamado Tío, que casi no pudo terminar porque se le hizo un nudo en la garganta. El otro libro, más bien unos fascículos bellamente ilustrados era nada menos que el Cántico de Jajó, el mismo discurso que pronunció cuando el homenaje a San Juan de la Cruz. Escribió sendas dedicatorias y me los entregó. Vacilo en mostrar a mis lectores el texto de ellas, porque me puedo terminar creyendo lo que allí dice y porque puede parecer un tantico vanidoso de mi parte. Pero se trató de una manifestación tan grande de cariño, que ocultarla sería ingratitud.
En El rayo y la lluvia escribió:
-"Estos rayos y estas lluvias son para Franklin Padilla porque él solo es toda una tempestad del espíritu".
En el Cántico de Jajó anotó:
-"Para Franklin Padilla, quien se la pasa buscando a Dios por las noches".
El año siguiente (1995) asistí al bautizo, creo que en la Galería Durban, de su segunda novela Viejo, precedida de una presentación hecha por Alfonso Montilla, y seguida por un generoso brindis. Casi no hablamos, pues él era la celebridad y me limité a comprar mi ejemplar y hacer mi cola para que lo autografiara para mi hijo.
De nuevo transcurrieron algunos años sin que nos viéramos. Una vez más Manuel Matute es el vínculo que nos aproxima. Junto con Pedro Luis Ponce Ducharne, dicta una conferencia en la Sociedad Venezolana de Psiquiatría sobre la enfermedad que aquejó al compositor George Gershwin en sus últimos días. Adriano va como público y se sienta a mi lado, criticando, con su acento trujillano, a Manuel, por pronunciar "Chaplín", como palabra aguda:
- " Eso es una vaina de la gente de antes, pronunciar a la francesa como Chaplín, Mozárt... además, si lo va a decir en francés, que pronuncie Chaplán" .
En 2005 David Alizo publica Safo De Mil Amores. Con Manuel Matute a la cabeza, salimos del hospital Graciela Lucca, Pedro Téllez Jr., Juan Soto Sédek y yo a la Galería Durban, donde se bautizará el libro. La presentación corre a cargo de Adriano. Al verme me dice en tono de reclamo:
- "¿Y así es como usted trata a los amigos? Más nunca usted me ha buscado ni me ha invitado para hablarle a su gente".
Me sorprende su manifiesto disgusto y es la primera vez que un conferencista me reclama porque no lo haya invitado (generalmente soy yo quien anda detrás de los conferencistas). Ahora, escribiendo este relato y sacando cuentas, me percato de que habían transcurrido más de diez años desde su visita al hospital, el regalo del Cántico de Jajó y la lectura de Tío, sin contar la vez que me envió a través de Matute el ejemplar de El Verbo Iluminado que mencioné al comienzo de esta crónica. Ciertamente, él había sido sumamente afectuoso y yo, sin proponérmelo, me había mostrado indiferente y displicente. Me disculpé y le prometí que lo iba a incluir en la programación del postgrado.
La invitación no se pudo materializar enseguida. La programación ya había sido hecha y no había espacio en el calendario para los próximos meses. Sin entender por qué, la via Matute-Adriano no funcionó. Aparentemente Manuel Matute no lo pudo localizar y decidí llamarlo por teléfono. Cuando le hago la invitación me responde ásperamente que "iba saliendo de viaje". No me queda sino desearle muy buen viaje y despedirme de él. Casi en seguida me llama Manuel, muerto de risa, y me pregunta qué le dije a Adriano. Se lo cuento y él, riéndose más aún, me comenta que lo del viaje no era verdad, se trataba de una malcriadez de Adriano, quien a lo mejor se quería hacer rogar y al ver que yo me despedía tan frescamente, se quedó estupefacto: le había salido mal la malcriadez. Yo sinceramente no me di cuenta de nada. No me gustó su forma de atenderme, pero creí que realmente se iba de viaje. Mi respuesta lo hace reir más aún, risa extensiva a David Alizo, quien me detiene en un acto en el Auditorium de la Escuela de Medicina Vargas para comentarme cómo Adriano se dió un autogol. Al poco rato aparece Adriano y se dirige a mí en un tono humilde y contrito, pidiéndome disculpas "por su grosería" y renovando su deseo de ir al hospital.
Meses después me enteré de su apacible y súbita muerte en la barra del "Amazonia Grill", sobre el hombro de uno de los parroquianos que estaba sentado a su lado. El vecino de la barra creyó que Adriano se había quedado dormido.
Representó para los lectores venezolanos una gran noticia el premio "Biblioteca Breve" otorgado en 1968 a la novela País portátil de Adriano González León por la Editorial Seix Barral de Barcelona, España. Con ese galardón, teníamos un venezolano en el Olimpo del "boom literario"de la década de los años 60 que lanzó al mundo los nombres de Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Ernesto Sábato, a cuya lista se sumaron los consagrados Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti y Miguel Ángel Asturias, todos promovidos por esa combinación de explosión colectiva y sabia política editorial que quedó canonizada en el libro Los nuestros, de Luis Harss. Pero Adriano no continuó una producción novelística profusa como lo hicieron, a excepción de Rulfo, sus pares del boom, ni los que se montaron en ese tren o autobús y aprovecharon la colita, como llamamos en Venezuela al auto-stop (la aclaratoria es por si me lee un argentino, para quien la colita es una mala palabra).
Dedicado sobre todo a la docencia universitaria, González León publicaba también una columna semanal en el diario El Nacional. Debo confesar que las veces que lo vi en el cafetín del antiguo Ateneo de Caracas me produjo una impresión desagradable. Me resultaba antipática su figura. Lo encontraba "sobrado", vanidoso. Claro que mi apreciación era superficial y probablemente errada: el Adriano que traté años después no calzaba para nada con esa impresión.
Me gustó mucho País portátil, aunque en ese momento me pareció que obedecía a una moda y a un ritual ya establecido por muchos novelistas influenciados por Faulkner: la técnica de las voces paralelas en tiempos paralelos. Parece mentira, pero la película de Feo y Llerandi me hizo degustar luego la novela en una segunda lectura: el cine, como ningún otro arte, se presta para ese trastrueque de tiempos. Para los entendidos debo estar desbarrando, pero como no soy crítico literario y "debajo de mi manto al rey mato", me puedo permitir expresar lo que se me antoje sin andar mirando para los lados a ver qué dicen los demás.
Otra vez me encontré con la obra de Adriano, esta vez televisiva. Su programa Contratema se presentaba en la Televisora Nacional o TVN5, que era el canal oficial, pero una emisora verdaderamente cultural con poquísima propaganda gubernamental. Este espacio vino ser el auténtico sucesor de Las cosas más sencillas de Aquiles Nazoa, de la que escribí una reciente entrada en esta bitácora (ver enlace). Con auténtica pasión docente, el escritor dedicaba a veces varios programas para desarrollar un tema que tuviera que ver generalmente con la literatura, aunque también tratara de asuntos relacionados con la historia, pintura o cualquier otra manifestación de la cultura. Recuerdo especialmente uno que dedicó a la trágica aventura del "Falke", aquél barco en el cual se intentó derrocar la dictadura de Juan Vicente Gómez. Adriano invitó en uno de esos programas al doctor Manuel Matute, conocedor como pocos de la vida y la obra de José Rafael Pocaterra, quien acompañó a Román Delgado Chalbaud, Rafael Vegas, Doroteo Flores y tántos otros, en esa fracasada invasión que llevó a la muerte o la prisión a sus protagonistas.
Precisamente fue el doctor Matute, por su amistad con Adriano y toda la gente del grupo Sardio y El Techo de la Ballena, movimientos literarios de los sesenta, quien invitó al escritor a dictar una charla en el XIV Congreso Venezolano de Psiquiatría realizado en Cumaná del 12 al 16 de noviembre de 1991
... pero no nos adelantemos...
Antes de ese encuentro, que me permitió conocer a González León, ocurrió algo que debo contar para la mejor comprensión de los hechos.
Relata la escritora Ernestina Salcedo Pisani que una mañana (probablemente en 1990, aunque ella no lo precisa) se encontraban reunidos en la Casa Nacional del Escritor, Ramón Palomares, Ramón Ordaz, Caupolicán Ovalles, Luis Camilo Guevara, Elí Galindo, Eleazar León, Carlos Brito y la propia Ernestina. En un momento de la conversación, la escritora les planteó a los demás contertulios la celebración de un encuentro nacional de escritores con motivo del IV centenario de la muerte de San Juan de la Cruz. Proponía, además, que este encuentro se realizara en la población de Jajó, estado Trujillo, por el hecho de que se le acababa de otorgar el Premio Nacional de Literatura a Ana Enriqueta Terán, "la excepcional poeta trujillana que supo regresar del 'mundanal ruido' para convivir en aquel paraje con las voces esenciales", para decirlo con sus palabras. La propuesta fue aceptada por la AEV Zona Metropolitana de Caracas y posteriormente de la Federación de Asociaciones de Escritores de Venezuela. Se consideró que debían participar las comunidades de Trujillo, Valera y Jajó junto con todas las Asociaciones de Escritores de Venezuela.
A fin de informar a los anfitriones sobre todo lo acordado, Salcedo viajó a Jajó. Allí Ana Enriqueta Terán propuso que, por tratarse del Cuatricentenario del máximo poeta místico de nuestra lengua, es decir, que San Juan de la Cruz era un poeta y un santo, debía ser la Iglesia la que presidiera la celebración. Terán propuso que el 23 de junio de 1991 se celebrara una misa solemne en el templo de Jajó, presidida por el obispo de la diócesis de Trujillo, monseñor Vicente Hernández Peña. Ese día caía en domingo, y prolongando los festejos hasta la medianoche del 24, día de San Juan Bautista y probable fecha del nacimiento del poeta místico, se saludaría el día con una fogata que, además de recordar el solsticio de verano, evocaría la Llama de Amor Viva de San Juan de la Cruz.
Quedaba un asunto pendiente: "...¿Quién hablaría en la iglesia de Jajó... (continúa Ernestina)...de manera que el mensaje pudiera llegar a todas las sensibilidades? La respuesta no se hizo esperar: Adriano González León, hijo de aquellas tierras, sabría aproximar el excelso mundo de San Juan de la Cruz a ese otro 'prado de verduras /de flores esmaltado' en el cuál él actuaría como orador laico. Así nació el Cántico de Jajó..." continúa la escritora venezolana en la Introducción ("Punto de partida") al libro El Verbo Iluminado, donde se relatan y se reproducen todos los textos relacionados con este homenaje.
Pero lo que no aparece en este relato de Ernestina me lo contó mi amiga Maricarmen González, religiosa de La Presentación, quien estaba culminando sus estudios de Letras en la UCAB y pudo asistir al Encuentro en Jajó.
En la versión de la hermana Maricarmen (quien probablemente se enteró por Ernestina Salcedo, tutora de su tesis para ese momento) en cuanto le comunicaron a Adriano la decisión del Comité Organizador del homenaje acerca de su condición de orador de orden, rompió a llorar emocionado, diciendo que él no era digno, que cómo era posible que, un bohemio, como él, iba a ser el vocero del más grande poeta místico de la lengua castellana y el gran místico de la Iglesia Católica...
Maricarmen lo escuchó, me contó cómo Adriano pudo sintonizar con el espíritu y la letra del gran doctor místico y emocionar no sólo a los poetas y escritores, a la comunidad de Carmelitas Descalzos en sus ramas masculina y femenina, y a los estudiantes de Letras de la UCAB allí presentes, sino también (y sobre todo) a los pobladores de Trujillo, Valera y Jajó, quienes escucharon a este escritor ubicado en espacios no considerados "santos" ni "puros" en una visión superficial de las cosas. Se repite la historia narrada en los Evangelios: -"Zaqueo, baja pronto, que hoy vengo a hospedarme en tu casa". El centurión. Magdalena. El publicano Leví, transformado en el evangelista Mateo...
Volvamos a Cumaná, al XIV Congreso Venezolano de Psiquiatría. La conferencia de clausura se suele adjudicar a una figura de relieve en el campo de la Psiquiatría o en otra disciplina. Generalmente se dicta después de conocidos los resultados de las elecciones para la nueva Junta Directiva de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría. González León disertó sobre los Poetas Malditos. Con su gran elocuencia y dotes de docente nos habló acerca de Lautrémont y los Cantos de Maldoror, Mallarmé, Baudelaire. No recuerdo si habló de Aloysius Bertrand, pero me llamó la atención su tratamiento de Rimbaud y de su obra, precoz en su comienzo y en su fin. Haciendo un largo paréntesis, se refirió a la interpretación que hizo Paul Claudel sobre la conversión de Rimbaud al catolicismo en sus últimos meses, en el sentido de que todas las blasfemias que aparecen en sus textos no eran sino un intento de acercarse a Dios. Para Claudel la blasfemia sería una especie de invocación en negativo, pues, según él, nadie verdaderamente incrédulo se ocupa de Dios, aunque sea para denigrarlo. Me sorprendió el conocimiento del conferencista sobre los intelectuales católicos franceses y su ácido comentario de que "los católicos franceses son muy inteligentes", como dándole a la interpretación de Claudel el carácter de un astuto argumento que vendría a echar por tierra la versión oficial de que la conversión de Rimbaud fue manipulada por su hermana.
Termina la conferencia y después de cambiarnos nos acercamos a la fiesta de clausura, que tenía lugar en el mismo hotel donde transcurrió el congreso (el "Cumanagoto").
Adriano estaba sentado en una mesa hablando con otras personas. Me le acerqué y le hice mención de la hermana Maricarmen, el homenaje a San Juan de la Cruz y el Cántico de Jajó, sin decirle, por supuesto, nada acerca del chisme acerca de su emotivo comentario cuando lo designaron orador de orden. Como si hubiera tenido un resorte en la silla, se levantó bruscamente y se le humedecieron los ojos mientras me repetía literalmente lo que me había contado Maricarmen. Se despide de sus contertulios de mesa y me pregunta si se puede sentar conmigo. Por supuesto, todo un honor que nos acompañe.
Ya ubicados en la mesa, con pura gente del Hospital Psiquiátrico de Caracas, especialistas y residentes. Adriano continúa, eufórico, el relato:
- "¡Me tocó hablar al terminar la misa, pero mira qué cosa: el obispo, cuando se le dijo que yo iba a hablar, dijo: "Como no, que hable en el templo, pero eso sí...¡que sea después que yo dé la bendicion!",,,como diciendo: "¡yo no me hago responsable de lo que ese carajo diga o haga...que sea después de la misa!"
Después de reirse a carcajadas de la salida del obispo, añade:
-"¿Y quieres que te diga algo? Pues que el obispo tenía toda la razón: ¿qué sabía él de lo que yo pudiera decir; yo, un tipo que ha sido comunista, bebedor y libertino?"
Pasamos toda la fiesta hablando de literatura y de mística y hacía chistes sobre las estudiantes de la UCAB que fueron a Jajó no tanto por San Juan de la Cruz como para ver a los novicios. Luego intercambiamos teléfonos y quedamos en vernos.
Pasó algún tiempo sin que nos reencontráramos. En 1993 me encargué de los postgrados del hospital. Una de las actividades que me propuse fomentar fue la inclusión de un invitado especial al mes, preferiblemente de otras profesiones o discipinas, que les transmitiera a los residentes otra visión de la realidad diferente al discurso psiquiátrico o psicológico. En este cometido fue invalorable desde el inicio la colaboración de Manuel Matute, gracias a quien pude contactar a Rafael Cadenas, Rodolfo Izaguirre, Francisco Salazar Martínez y al mismo Adriano, con quien se encontraba frecuentemente en un restaurant llamado La Paragua, en la avenida Río de Janeiro. De modo que un miércoles, con el salón de conferencias lleno hasta el tope, se refirió a "La escritura como fenómeno interior". Paradójicamente, después de haber criticado lúcidamente la nefasta influencia que se estaba produciendo en el lenguaje por el mal uso de la tecnología, en el momento de finalizar su charla, como si un genio maléfico lo estuviera acechando, sonó estrepitosamente su enorme teléfono celular y Adriano, que no era muy veterano con el recién aparecido implemento, comenzó a hablar en alta voz y la charla terminó como los joropos, es decir, de repente.
Poco después comenzó el Mundial de Fútbol 1994 en Estados Unidos. Rebeca Weston, profesora del postgrado, me invitó a ver uno de los partidos en su casa y me pidió que llevara a Adriano, quien se encontraba en una fase de desintoxicación y cargaba sus propias cervezas sin alcohol, que tomaba disciplinadamente. Al finalizar el juego, él me pidió que lo llevara a un apartamento en Las Mercedes donde tenía un depósito de libros, tomó dos ejemplares diferentes y los colocó bajo el brazo. De allí fuimos a un local cercano donde él siguió tomando sus cervezas sin alcohol y me leyó un fragmento de uno de los libros, el titulado Del rayo y la lluvia, un capítulo llamado Tío, que casi no pudo terminar porque se le hizo un nudo en la garganta. El otro libro, más bien unos fascículos bellamente ilustrados era nada menos que el Cántico de Jajó, el mismo discurso que pronunció cuando el homenaje a San Juan de la Cruz. Escribió sendas dedicatorias y me los entregó. Vacilo en mostrar a mis lectores el texto de ellas, porque me puedo terminar creyendo lo que allí dice y porque puede parecer un tantico vanidoso de mi parte. Pero se trató de una manifestación tan grande de cariño, que ocultarla sería ingratitud.
En El rayo y la lluvia escribió:
-"Estos rayos y estas lluvias son para Franklin Padilla porque él solo es toda una tempestad del espíritu".
En el Cántico de Jajó anotó:
-"Para Franklin Padilla, quien se la pasa buscando a Dios por las noches".
El año siguiente (1995) asistí al bautizo, creo que en la Galería Durban, de su segunda novela Viejo, precedida de una presentación hecha por Alfonso Montilla, y seguida por un generoso brindis. Casi no hablamos, pues él era la celebridad y me limité a comprar mi ejemplar y hacer mi cola para que lo autografiara para mi hijo.
De nuevo transcurrieron algunos años sin que nos viéramos. Una vez más Manuel Matute es el vínculo que nos aproxima. Junto con Pedro Luis Ponce Ducharne, dicta una conferencia en la Sociedad Venezolana de Psiquiatría sobre la enfermedad que aquejó al compositor George Gershwin en sus últimos días. Adriano va como público y se sienta a mi lado, criticando, con su acento trujillano, a Manuel, por pronunciar "Chaplín", como palabra aguda:
- " Eso es una vaina de la gente de antes, pronunciar a la francesa como Chaplín, Mozárt... además, si lo va a decir en francés, que pronuncie Chaplán" .
En 2005 David Alizo publica Safo De Mil Amores. Con Manuel Matute a la cabeza, salimos del hospital Graciela Lucca, Pedro Téllez Jr., Juan Soto Sédek y yo a la Galería Durban, donde se bautizará el libro. La presentación corre a cargo de Adriano. Al verme me dice en tono de reclamo:
- "¿Y así es como usted trata a los amigos? Más nunca usted me ha buscado ni me ha invitado para hablarle a su gente".
Me sorprende su manifiesto disgusto y es la primera vez que un conferencista me reclama porque no lo haya invitado (generalmente soy yo quien anda detrás de los conferencistas). Ahora, escribiendo este relato y sacando cuentas, me percato de que habían transcurrido más de diez años desde su visita al hospital, el regalo del Cántico de Jajó y la lectura de Tío, sin contar la vez que me envió a través de Matute el ejemplar de El Verbo Iluminado que mencioné al comienzo de esta crónica. Ciertamente, él había sido sumamente afectuoso y yo, sin proponérmelo, me había mostrado indiferente y displicente. Me disculpé y le prometí que lo iba a incluir en la programación del postgrado.
La invitación no se pudo materializar enseguida. La programación ya había sido hecha y no había espacio en el calendario para los próximos meses. Sin entender por qué, la via Matute-Adriano no funcionó. Aparentemente Manuel Matute no lo pudo localizar y decidí llamarlo por teléfono. Cuando le hago la invitación me responde ásperamente que "iba saliendo de viaje". No me queda sino desearle muy buen viaje y despedirme de él. Casi en seguida me llama Manuel, muerto de risa, y me pregunta qué le dije a Adriano. Se lo cuento y él, riéndose más aún, me comenta que lo del viaje no era verdad, se trataba de una malcriadez de Adriano, quien a lo mejor se quería hacer rogar y al ver que yo me despedía tan frescamente, se quedó estupefacto: le había salido mal la malcriadez. Yo sinceramente no me di cuenta de nada. No me gustó su forma de atenderme, pero creí que realmente se iba de viaje. Mi respuesta lo hace reir más aún, risa extensiva a David Alizo, quien me detiene en un acto en el Auditorium de la Escuela de Medicina Vargas para comentarme cómo Adriano se dió un autogol. Al poco rato aparece Adriano y se dirige a mí en un tono humilde y contrito, pidiéndome disculpas "por su grosería" y renovando su deseo de ir al hospital.
Meses después me enteré de su apacible y súbita muerte en la barra del "Amazonia Grill", sobre el hombro de uno de los parroquianos que estaba sentado a su lado. El vecino de la barra creyó que Adriano se había quedado dormido.
HÉCTOR AGUILERA ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarFranklin, he disfrutado enormemente esta colcha de retazos: de principio a fin. Conocí a Adriano, o mejor dicho tuve la fortuna de conocerlo personalmente porque su segunda esposa Verónica Camino (psicóloga ya fallecida y madre de Andrés su último hijo) estudiaba con nosotros en El Peñón. Hasta allá fue Adriano (el Joyce de Escuque le decía yo, y me miraba con su mirada profunda como diciendo: qué irreverente este muchacho), nos deleito con una conferencia acerca del surrealismo y Andre Bretón que aún me emociona. Recitó, declamó, narró, coño no se como decírtelo una poesía hermosa de Bretón que es un canto a la mujer "La unión libre". Verónica, su mujer, lo había levantado "temprano" porque había el compromiso de la charla y Adriano cumplió, vino "enratonado" (tal vez debería decir "enratonadísimo"), bebió toda el agua que una jarra, colocada a su diestra, contenía, sudaba a mares, estaba húmedo todo su cuerpo; pero nada ni nadie le impidió deleitarnos con su verbo magistral. Testigos fueron: Carlos Márquez,Mauricio Goldemberg, Rafael Padrón, Hugo Domínguez y otros profesores que junto a nosotros: Lilian Tortolero(mi esposa), Isabel Carreira, Ronald Sánchez, Luís Cavara,Elsa Landaeta, Clara Chanlate, Solangel Suarez, Mirian Casique, María Gabriela Morales, Celia Silva y otros que la ahora no recuerdo, disfrutamos "una ..ola y parte de otra". Luego en otras ocasiones coincidimos en su casa, creo que en ese apartamento que mencionas, y en esas tertulias la pasábamos muy bien. Recuerdo que una ocasión en su apartamento, en 1988 cuando se hablaba de la descentralización (tan venida a menos en este gobierno) me dijo: "¿tu te imaginas si la oposición gana algunos estados?" y concluyó: "eso será buena para el país". Bueno Franklin, no quiero cansarte, con él y con Manuel Matute, logré enriquecer un poco más mi acervo cultural, con esas charlas tan amenas: "que ya no volverán". Eso sí: volverán otras y serán otros los autores, pero tenemos que seguir adelante.Te felicito nuevamente: colcha que abriga.
JOSÉ ORELLANA TORREALBA ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarColega y amigo Franklin, como siempre nos deleitas con tus crónicas
plenas de experiencias valiosas e impregnadas de un múltiple quehacer.
Justamente ayer, mientras esperaba a un familiar, tomé un libro y por
esas cosas del azar, se trataba, nada menos, de VIENTO BLANCO donde
nuestro comun amigo, Adriano, exhibe una prosa poética,muy propia de
él como excelente joyero que engastaba sus palabras en prendas de
altos quilates. esta vez nos presenta al mago ARMANDO REVERON. El
libro lo tengo dedicado por el Autor. Pero te escribo porque en ese
Congreso de Psiquiatría al que aludes, yo como miembro de la Directiva, organicé una plancha para la nueva Junta Directiva de la SVP y
Manuel llevaba otra. La mía se impuso totalmente y Matute se salvó
porque por ese cariño que le tenemos decidí llevarlo como Presidente,
pero el cuento es que estuve con Adriano, horas antes de su charla que
a todos nos dejó encantados, pero me temì que era imposible que
pudiese ser coherente porque estaba con una deliciosa "PEA" y sin
embargo casi nunca vi a un Orador con tanta coherencia, dotes
didácticas, palabras encantadas, para darnos a conocer a los Poetas
Malditos del París de esa época. Se dió el lujo de ofrecernos un
resumen completo de todo cuando quiso y pudo decir. Me dejó realmente
atónitos y a seguir de nuevo en la fiesta y en la bebida.
LA HERMANA MARY CARMEN GONZÁLEZ ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarBuenas noches, Franklin. He leído todos tus escritos, me encantan. Tu estilo vital y rico. Yo sabía que resultaría un aporte testimonial para los que te conocemos.
Gracias, amigo, por mencionar esos trozos de vida que compartimos.
Querido Franklin, ¡Qué crónica tan sabrosa!. Me encantó mucho esta semblanza de Adriano, quien fue mi profesor,en algún momento de mi carrera de Letras. Lo que más me gusta de todo lo que escribes, es cómo traes a nuestra vida de hoy todos esos recuerdos tan frescos y amables,de esa Venezuela que tuvimos y que ya no es.
ResponderEliminarJULIETA
MARÍA CANELÓN ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarCaramba Dasein, recordé ese congreso de Psiquiatría de Cumaná y a Adriano González León, cuya conferencia fue magnífica. En la fiesta de despedida, usted y él recitaban -como un contrapunteo" diferentes poemas, de verdad que aquí queda oportuna la frase "que momentos aquellos". Estuve sentada un rato al lado de él, recuerdo que le nombré un personaje femenino de su novela "país portátil", si mal no recuerdo Delia y este hombre me decía en tono de asombro"¿tu leíste mi novela?", "¿de verdad, la leíste?", lo cual me pareció muy humilde y hasta ingenuo de su parte, en otra oportunidad utilicé la palabra "misterio" y él como buen poeta comenzó a saborear la palabra, decía "que hermoso eso que dices....misterio...que palabra tan espléndida", por cierto que hasta bailé con él, pero ya en ese momento estaba bastante "pelao" y bailaba rarísimo, ja, ja, ja
No la conocí personalmente, pero me dijeron que la muerte de su esposa Verónica lo afectó profundamente. A lo mejor influyó en la recaida y quién sabe si hasta la muerte de AGL
ResponderEliminarEstimado Franklin, una vez mas es un auténtico placer leerte. Doble en este caso pues tuve la fortuna de ser testigo de ese evento en Cumaná y recuerdo lo que relata nuestra amiga María C. Desde la memoria se activa el recuerdo de Jorge Manrique "...como a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado, fue mejor..." Que tiempos inolvidables!
ResponderEliminarSOLÁNGEL SUÁREZ ESCRIBIÓ:
ResponderEliminarEstimado Dr. Padilla:
Con mucho gusto he leído su crónica "Mi colcha de retazos". Me deleité durante su lectura, ya que como su nombre lo indica no versó únicamente sobre Adriano González León, sino sobre una serie completa de retazos de otras importantes personalidades y actividades en el Hospital Psiquiátrico, en la Sociedad de Psiquiatría, galerías de arte, Jajó, etc.
En esta "Colcha de retazos", pude apreciar con más claridad al hombre culto, curioso, inteligente y sensible que he encontrado en Ud. Lo había podido captar en los eventos del Hospital Psiquiátrico, donde hemos coincidido.
En ese orden de ideas, me gustaron mucho las dedicatorias que le escribió a Ud. Adriano González León en sus libros. Cito:
"En El rayo y la lluvia escribió: "
-"Estos rayos y estas lluvias son para Franklin Padilla porque él solo es toda una tempestad del espíritu".
En el Cántico de Jajó anotó:
-"Para Franklin Padilla, quien se la pasa buscando a Dios por las noches". Me resultaron hermosísimas.
También disfruté mucho, la referencia al "Falke". Particularmente, la cita al Dr. Rafael Vegas, personaje importantísimo de mi vida. Fue el querido Director de mi Colegio: "Santiago de León de Caracas" y un gran modelo para mí. No creo que fue sólo por casualidad que yo, al igual que él, me dedicara a la Psiquiatría y a la Psiquiatría Infantil. ...
En fin, muy interesante esta colcha de retazos.
Muchas gracias por compartirla conmigo.
Buenas noches Dr Franklin Padilla, buscando en Internet el titulo Safo de Mil Amores del escritor David Alizo, llegue con este relato, y me gustaría saber si usted sabe donde puedo conseguirlo, ya sea nuevo o usado pero en buenas condiciones, me urge de verdad...
ResponderEliminarNo tengo idea. Pregunte en La pulpería del libro entre Sabana Grande y Chacaíto.
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