Del 8 al 11 de octubre de 1997, la Dirección Regional de Salud Mental (Estado Carabobo, Venezuela), dependientes de la Fundación Instituto Carabobeño para la Salud (INSALUD), organizó las I Jornadas Científicas Regionales en Salud Mental: "Hacia una Visión Integral del Psiquismo". Por tal motivo fui invitado por las Doctoras Adele Mobilli y Aída Torres y la Licenciada Tatiana Contreras a presentar el 10 de ese mes la Ponencia "Una Visión Teológica de la Salud Mental" en el Colegio de Médicos del Estado Carabobo. Posteriormente, el texto de dicha exposición fue publicado en Archivos Venezolanos de Psiquiatría y Neurología, órgano de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría en el número correspondiente a enero/diciembre de 1998, vol. 44/N° 90 y 91. Aunque el manuscrito entregado a la SVP llevaba el título entre signos de interrogación ("¿Una Visión Teológica de la Salud Mental?") con lo que quería dejar en claro el carácter de pregunta acerca de la posibilidad de esa visión, dichos signos de puntuación fueron eliminados por el editor.
En este momento presento de nuevo la ponencia, el ensayo, el artículo de opinión, o como se le quiera llamar, tal cual fue originalmente titulado y con muy pocas modificaciones, casi todas en lo que se refiere a citas bibliográficas. Estuve tentado a retirar la mención a Castro al comienzo de la conferencia, pensando que sonaría antipática o "políticamente incorrecta" para muchos oídos en estos momentos de la vida nacional. Pero luego decidí dejarla, recordando la frase del Evangelio: "Lo que he escrito, lo he escrito" (Juan 19:22).
En la medida en que el primer tipo de teólogo ayude a ese hombre concreto a interpretar su experiencia, no ya desde la experiencia individual, sino la de la comunidad creyente (ek-klesía), a leer los signos de los tiempos, estará haciendo buena teología. Más o menos así fue lo que entendí de la disertación de Frei Betto.
Pues bien, me di cuenta de que yo no tenía por qué preocuparme por el título de la conferencia, pues el nivel en el que nos íbamos a ubicar no era el del teólogo profesional, sino en el del hombre o mujer del mundo de la psiquiatría (o de profesiones afines) cuya experiencia diaria lo coloca ante personas que experimentan un tipo particular de sufrimiento: el debido a la pérdida de su salud en el vasto campo que hemos convenido en llamar "mental". Esas personas esperan de nosotros una acción que nos exige un conocimiento o pericia en el "arte" de curar. pero precisamente por tratarse de un encuentro interpersonal, es decir, intersubjetivo, ese arte mismo rebasa el conocimiento objetivo, aunque lo implica: es decir, no prescinde a un "momento" objetivo, pero no se limita a él.
(Aunque ya hay críticos a ese modelo que no parten precisamente de la psiquiatría. Pienso, entre nosotros, en Otto Lima Gómez, Henrique Benaim Pinto y su trabajo acerca de la queja, así como en Nelson Hamana y su ensayo "La mirada estética de la enfermedad").
Lo que quiero destacar es que no se trata de que hagamos de los médicos unos filósofos y unos teólogos, pero sí que el conocimiento que reciben durante su entrenamiento no es neutral desde el punto de vista ético: tiene una fuerte carga filosófica, y de un tipo de filosofía que en campos de las ciencias "duras" como la física, ya está bastante vapuleada. Esta manera de ver, esta forma de mirar tiene consecuencias prácticas que ya se están convirtiendo en hechos cotidianos en el maltrato que reciben no solo los pacientes psiquiátricos en los hospitales públicos, sino incluso los afectados por cualquier dolencia en la más encopetada clínica privada, aunque en el segundo caso el maltrato es más sutil. El antídoto sólo puede venir de un cambio en la manera como el médico ve al enfermo y lo que es más grave...se ve a sí mismo. Este "cambio en la mirada", como diría Hamana en el ensayo mencionado: ¿es posible sin la apertura a la dimensión trascendente, teologal?
Esta es nuestra pregunta fundamental.
Mientras preparaba esta charla, allá por los meses entre julio y septiembre de año 97 del siglo pasado, me sorprendió la noticia de la muerte del neuropsiquiatra Viktor Frankl, padre de la Logoterapia o tercera escuela vienesa de psicoterapia (la primera sería la de Freud y la segunda la de Adler). La sorpresa se debió a que justo en ese momento estaba revisando sus Lecciones metaclínicas, con miras a incluir sus constructos y conclusiones en la elaboración del presente trabajo. La primera entrada de este blog, "Reseña biográfica de Viktor Frankl", publicada el viernes 27 de mayo de 2011, da una pormenorizada relación de su vida. Pero, para los desprevenidos con prisa, me permito contarles que Frankl, nacido el 26 de marzo de 1905 en Viena, enfrentó por su condición de judío y por la anexión de Austria a la Alemania nazi, la disyuntiva de emigrar a Estados Unidos gracias a una visa que se le concedió solamente a él, o quedarse junto a sus padres, quienes no podían partir, exponiéndose a caer en manos de la Gestapo. Tuvo dos experiencias que le hicieron tomar la decisión que tomó.
La primera fue el hallazgo de un viejo mosaico en el que estaban reproducidas las letras hebreas iniciales (a manera de índice) del cuarto mandamiento hebreo:
"Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahve, tu Dios, te va a dar" (Éxodo 20:12).
La segunda experiencia fue un sueño en el que se veía junto a un grupo de judíos en un lugar cercado por alambradas e iluminado con fuertes reflectores, rodeado de soldados.
Frankl interpretó estos dos sueños como "señales del cielo" y decidió quedarse en Viena.
En 1942 la Gestapo apresó a la familia Frankl. Recorrió cuatro campos de concentración, en lo que él llamó su "experimentum crucis", como el preso 119.104. En ese itinerario (Theresienstadt,
Auschwitz, Kaufering III y Türkheim), Viktor Frankl, como tantos millones de víctimas, fue desvestido, afeitado en todo el cuerpo y despojado de todo vínculo con el pasado, incluyendo el manuscrito de una obra suya que él consideraba fundamental.
Relata en "El hombre en busca de sentido": "... Mientras esperábamos a ducharnos, nuestra desnudez se nos hizo patente: nada teníamos ya salvo nuestros cuerpos mondos y lirondos (incluso sin pelo); literalmente hablando, lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda..."
Allí descubrió no sólo lo ridículo que era tratar de salvar el manuscrito de su obra maestra, sino que el sentido de su existencia era sobrevivir ayudando a los compañeros a vencer la desesperación, organizando grupos de discusión, en los que evidenció, para su sorpresa, que los temas que preferían tratar los presos eran de naturaleza trascendente. debates filosóficos y teológicos. También descubrió que, en lugar de nivelarlos, la situación del campo acentuaba las diferencias: "...Allí se diferenciaron las personas, allí se revelaron los canallas y los santos..." Allí pudo descubrir las ideas básicas de lo que después elaboró como logoterapia, que pueden resumirse en estas frases suyas: "...al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino"; y esta otra: "tenemos que aprender por nosotros mismos y después enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros".
En una entrevista televisada en la Universidad de Duquesne, Frankl negó la especie de que él hubiera sacado las ideas acerca de la logoterapia de su experiencia del campo de concentración, pues éstas ya estaban escritas en el famoso manuscrito que se perdió y él luego reescribió y publicó con el título de Ärtzliche Seelsorge (literalmente: Cura de almas médica, pero traducido al castellano como Psicoanálisis y existencialismo), pero sí admitió que la segunda versión y todo lo que publicó de allí en adelante había sido validado empíricamente en una "ácida prueba experimental", como lo fue la experiencia de sobreviviente de cuatro campos de concentración.
Viktor Frankl murió el 3 de septiembre de 1997 a los 92 años. Parecía que en su caso se cumplió la promesa del mandamiento bíblico: "Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahve, tu Dios, te va a dar" (Éxodo 20:12).
A él, a su memoria, dediqué la conferencia de 1997 y a él dedico la revisión que de la misma hago hoy en este blog.
Siguiendo de cerca el pensamiento de Frankl, pero tomando en cuenta otras fuentes y aportes, vamos a examinar brevemente algunos problemas ineludibles, sin pretender, por supuesto, ser original, ni mucho menos agotarlos o resolverlos.
El problema psicosomático
Eugene Brody, en un libro titulado "Salud mental y ciudadanía del mundo", realiza un análisis de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre promulgados por las Naciones Unidas en 1948, y después de destacar los párrafos que la Declaración le dedica a los derechos de los individuos a no ser perseguidos, deportados, o torturados por su pertenencia a grupos religiosos, raciales o étnicos, concluye:
"La definición de las Naciones Unidas considera a la salud como un estado de bienestar no sólo psicológico y físico, sino en las dimensiones sociales y espirituales..."
Por otra parte, en la cuarta edición de la Clasificación de los Trastornos Mentales de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría, texto revisado (DSM-IV R), existe un código para la categoría "problemas religiosos y espirituales". El psiquiatra o psicólogo se ve obligado a atender problemas que antaño eran tareas del sacerdote o del director espiritual, lo cual requiere un discernimiento de naturaleza moral. El profesional debe hacerlo como tal, sin intrusismo en un área tan delicada, so pena de rebasar los límites de su competencia y hacer daño o desorientar a la persona que consulta. pero a menudo, como en el caso del código de la DSM-IV R, antes mencionado, y de la próxima DSM-V, a publicarse en 2013, es difícil deslindar esos límites.
¿Con qué criterios los encara? ¿Cuál es la visión con la que enfocaría estos problemas?
Ya conocemos la opinión de Freud sobre la religiosidad. Para él la religión fue vista como paranoia y luego como neurosis obsesiva. Dios no es más que la proyección de la imagen paterna, y la religión, al igual que el arte y la moral tienen que ver con la solución más o menos satisfactoria del complejo de Edipo. La conciencia moral -igual al superyó- tiene su origen en este constructo: es una conciencia inmanente, es decir, puramente subjetiva, sin un correlato objetivo, trascendente a ella, al cual referirse.
Por su parte, J. B. S. Haldane afirma que "en su nivel más simple, la vida no es otra cosa que un patrón de reacciones químicas que se autoperpetúa".
El conductismo, aunque no se pronuncia sobre el problema soma/psique y lo compara con una "caja negra", en sus conclusiones más radicales, no da lugar para una entidad que pueda llamarse "yo", "persona", mucho menos "mente", "alma" o "espíritu". Las investigaciones en neurofisiología, psicofarmacología, biología molecular, psiconeuroinmunología y en general el campo de las neurociencias, hacen cada vez más evidente que casi todos (por no decir todos) los trastornos mentales tienen un sustrato neurofisiológico, cuyo nivel se sitúa en procesos moleculares cada vez más accesibles, gracias a tecnologías progresivamente más afinadas, en exploraciones tales como la Resonancia Magnética Nuclear, la Tomografía Computada por Única de Fotones (SPECT), la Tomografía por Emisión de Positrones, etc.
Definitivamente, el dualismo cartesiano parece insostenible (ya Damasio habló hace tiempo del "error de Descartes"), pero el monismo materialista resulta insuficiente, como veremos luego.
¿Soluciones?
Utilizando y actualizando el concepto aristotélico de materia/forma, Claude Tresmontant intentó superar el dualismo al equiparar el concepto de "forma" al de "información". Informar es "dar forma" y esta "forma" va desde la que el ceramista da a la arcilla (la materia arcilla es "informada" por el ceramista) hasta la compleja información del "software". En el caso del hombre, Tresmontant afirma:
"...el cerebro no es únicamente materia, no es sólo lo que la física actual denomina materia, sino que es materia informada, o sea que esencialmente es información. Un cerebro vivo es un cerebro informado: catorce mil millones de neuronas con sus sinapsis y sus programaciones inscritas en el paleocórtex...Un cerebro vivo, es decir, un cerebro pensante, no tiene nada en común con el de un cadáver, si no es en el hecho de que el cerebro muerto contiene los átomos y moléculas que integraban el cerebro vivo en el momento de la defunción del individuo...Lo que hace que un cerebro esté vivo no es, pues, la materia integrada, sino la formación que integra..."
Para Viktor Frankl el problema cuerpo/alma, soma/psique, es un problema absolutamente insoluble, al igual que el problema del libre albedrío, en lo que coincide con Konrad Lorenz y Werner Heisenberg. Los fenómenos físicos y fisiológicos son inconmensurables, es decir, que permanecen y permanecerán en estratos separados y no son ni serán traducibles entre sí, aunque progrese la investigación en ambas disciplinas (fig. 1). Pero Frankl agrega (y en esto coincide con Tresmontant desde otras premisas)...a menos que se acceda a un nivel superior de razonamiento o conocimiento. Los dos planos de proyección o de incisión (fig. 2 y 3) encuentran la unidad más allá de los planos de incisión biológico o psicológico, es decir, en la dimensión humana, el espacio de lo humano, en la dimensión del fenómeno específicamente humano.
¿Y qué es lo específicamente humano, la dimensión específicamente
humana? Para ilustrarlo, Frankl usa el ejemplo del avión. Un avión
puede perfectamente rodar, es más, necesita rodar un trecho para
despegar o cuando aterriza. Pero si decimos que lo específico del
avión está en el hecho de que ruede, eliminaríamos lo específicamente
"aeronáutico" del avión, que es la capacidad que tiene para volar.
Bien, en el caso del hombre, lo específicamente humano es la dimensión espiritual que sostiene (o informa) el sólido de le figura.
Lo espiritual no es "algo" agregado a lo psicofísico, o algo "superior"
en el sentido de algo sobrepuesto, como ejemplifican Hartmann y
Scheler (fig. 4)
Lo humano, lo específicamente humano, que es lo espiritual, es lo que hace posible, justamente, la unidad de los contrarios, es lo que confiere, en el caso de las figuras geométricas, la tridimensionalidad que se proyecta en dos planos bidimensionales irreductibles.
Y esto tiene sus consecuencias prácticas. La imagen estratificada de Hartmann se asemeja a la famosa pirámide de Maslow: para este autor, las necesidades básicas son "inferiores", mientras que las "superiores" son las de trascendencia o autoactualización.
Estamos de acuerdo en que el hombre debe satisfacer las necesidades básicas: primum vivere deinde philosophari (primero vivir, luego filosofar). Como promotores y dispensadores de salud, debemos promover la satisfacción de esas necesidades. Pero también es cierto que en situaciones extremas (situaciones-límite, según Jaspers) lo único que puede hacer que un hombre soporte y supere dicha situación es el descubrimiento de un sentido, bien sea en un misión que realizar, otro ser humano a quién cuidar o un valor que resguardar (Frankl). La proyección (fig. 5) en los planos psicológico y fisiológico nos da unas
figuras cerradas. El cilindro, en cambio, está abierto: siguiendo la analogía, el hombre no está determinado, sólo condicionado. Lo que Jaspers llama existencia empírica es fáctica (dada), predecible: es mi "ser así". Pero el hombre es más que un "ser así" (Sosein), es un "ser ahí" (Dasein), un ser abierto al mundo, incompleto, proyectado hacia el futuro. Y lo que lo hace proyectarse es la búsqueda de un sentido (logos), de unos valores (fig. 6a).
Reduccionismo
Volveremos luego a esto. Por el momento, quisiéramos tratar el tema del reduccionismo.
Recordemos que Lorenz había dicho "la línea divisoria entre los dos grandes inconmensurables, lo fisiológico y lo psíquico, es infranqueable", opinión compartida con otras palabras por Heisenberg (véase de nuevo la fig. 1). Eso está muy claro y no representa ningún problema siempre y cuando los datos de cada campo de investigación se mantengan dentro de sus límites, los investigadores recuerden que se trata de un corte, un enfoque científico limitado por el método mismo, observacional, y que no pretende erigirse en la totalidad. Lorenz mismo, en sus investigaciones en etología, habla de "conducta análoga a
la moral en los animales".
El problema surge cuando se toma la parte por el todo, como en el chiste judío que Frankl contaba en varias ocasiones:
Dos miembros de la comunidad de un ghetto van donde el rabino a
dirimir un asunto: uno de ellos acusa al gato del otro de haberle
robado 2 kilos de mantequilla, mientras que el dueño del gato afirmaba que su minino jamás comía mantequilla. El rabino colocó al gato en una
balanza y Mirabili visu!...el gato pesaba exactamente 2 kilos. Entonces el rabino dijo: "-aquí está la mantequilla, pero ¿dónde está el gato?"
Él partió de la idea preconcebida de que si había 2 kilos, tenían que ser de mantequilla. A los reduccionistas (los que toman su visión por el todo) les ocurre lo mismo. En el caso del biologicismo (no de la biología en sí) se parte de la idea de que la conducta humana puede explicarse por mecanismos exclusivamente biológicos. Pero lo mismo ocurre con las demás disciplinas cuando toman su parcela por el todo: hay también un reduccionismo psicológico o psicologísmo, un reduccionismo sociológico o sociologismo, uno económico o economicismo y así sucesivamente.
Pero hay otra consecuencia: la visión reduccionista uniformiza. Al utilizar explícita o tácitamente la expresión "nada más que...", se elimina todo lo que de único u original hay en el ser humano (fig 7):
La proyección sobre un plano horizontal de un cilindro, un cono y una esfera de igual diámetro produce tres círculos idénticos. Si nos limitamos, por ejemplo, a ciertas manifestaciones clínicas, podríamos decir que Armando Reverón no era "nada más que" un esquizofrénico, Ramos Sucre no era "nada más que" un depresivo, o Santa Teresa de Ávila no era "nada más que" una histérica, negando lo que Gordon Allport denomina "autonomía funcional" que explica aún en presencia de trastornos psiquiátricos clasificables en los manuales, el genio pictórico del primero, la calidad poética del segundo o la santidad de la tercera.
"¿Azar y Necesidad" o "Logos"?
Quedamos en volver al tema del sentido y los valores. Era importante aclarar lo del reduccionismo porque éste impide la percepción del sentido y dificulta, a mi modo de ver, la fundamentación de una vida que valga la pena vivir. Es decir, hay una estrecha relación (y este es un aporte de Frankl) entre el reduccionismo y el nihilismo.
Pero tomemos, como se dice, el toro por los cuernos y hagamos desvergonzadamente la pregunta: ¿Tiene sentido la vida humana? La vida, como dice Haldane (Filosofía del futuro) "en su nivel más simple"...¿no es acaso..."otra cosa que un patrón de reacciones químicas que se autoperpetúa"?
En el ensayo "Reflexiones éticas sobre la clonación", la filósofo Luz Marina Barreto afirma:
"...ni la evolución sirve a la especie, ni ella es aparentemente dirigida por alguien o algo que que quisiera que un representante de cada una (de las especies, F. P.) permaneciera en un entorno determinado. La evolución resulta simplemente de las mutaciones en la información genética que recibe un individuo. No es una fuerza que prevea el destino de una especie" (Barreto 1999, p. 189. Las negritas son nuestras).
"La vida no es otra cosa que..."
"La evolución resulta simplemente de..."
¿Resultará cierta la conocida afirmación de Macbeth en el acto V, escena 5:
"Life is a tale, told by an idiot, full of sound and fury, signifyng nothing"
(La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada)?
Si equiparamos apresuradamente esa frase de Shakespeare con las afirmaciones anteriores, podríamos entonces, sí, admitir que el hombre es un ser abierto al mundo, pero a un mundo carente de sentido, en el cual, a lo sumo, puede, como ante una lámina de Rorschach, proyectar su subjetividad, intentar dar un sentido a algo que no lo tiene. Con razón hablaba Frankl acerca de nihilismo en las conclusiones al estilo de "El amor no es más que instintos reprimidos", "la conciencia moral no es más que el superyó", "Dios no es más que la proyección de la imagen paterna", "el espíritu no es más que la actividad nerviosa superior". Y así por el estilo.
Pero si releemos atentamente los dos párrafos anteriores nos podemos dar cuenta de que hay una cautela que los protege del reduccionismo:
"En su nivel más simple, la vida no es otra cosa que..." en el primer texto.
"ni la evolución es aparentemente dirigida desde arriba" en el segundo ejemplo.
Ciertamente, no es posible detectar ningún propósito o finalidad en el nivel molecular, ni, en el caso de la evolución, en el proceso de selección natural, detectar una mano invisible que dirija las mutaciones.
La investigación científica no sólo no puede, sino que tampoco debe salirse de sus límites metodológicos. Pero debe tener conciencia de que muestra sólo un segmento de la realidad. Es necesaria una reflexión en un nivel que Aristóteles llamaba "Filosofía Primera" y Viktor Frankl denominaba "metaclínico", ya que la palabra "metafísica" repugna hoy por buenas y malas razones.
Perdóneseme esta larga cita textual de Frankl:
"Supongamos una curva (fig. 8) en un plano vertical cortado por otro horizontal. Lo que queda en el plano horizontal son solamente puntos aislados que aparentemente no tienen relación entre sí. Pero esta falta de relación es solamente aparente, pues en la realidad esos puntos están unidos entre sí por la curva. Las uniones, empero, no se encuentran en el interior sino fuera del plano horizontal, es decir, más arriba y más abajo."
"Si transferimos lo que pudimos aprender de la comparación a sucesos que también acusan falta de coordinación llena de sentido, por ejemplo, a las mutaciones aparentemente caprichosas, se puede comprender por qué ellas -y con ellas toda la evolución- aparece, sobre el plano de incisión de las ciencias naturales necesariamente como por casualidad, mientras que el sentido "superior" o "inferior" - o sea, la curva sobre o bajo el plano horizontal- puede encontrarse sólo en otra superficie de incisión"..."no todo puede entenderse en el sentido de correlatos significativos - es decir, teleológicamente o en forma final-, sino que puede explicarse sólo como causa; pero por lo menos podemos entender por qué sucede eso y por qué debe suceder; por qué algo aparentemente no tiene sentido y tiene que ser así. Y por qué, con todo, podemos creer en un sentido que se encubre, que está por encima, aunque sea en otro plano de incisión, al cual, entonces, debemos seguir"..."lo que vale para el sentido vale tanto más para un sentido final. Cuanto más abarcante es un sentido, tanto menos se lo puede aprehender. El sentido infinito no es comprensible para un ser finito. Aquí la ciencia calla y toma la palabra la sabiduría" (Viktor Frankl: "Determinismo y humanismo" en "La Voluntad de Sentido", pp. 161 y 162. Las negritas son nuestras).
Sólo este paso de la ciencia a la sabiduría nos permite comprender cómo la autora del párrafo que citamos anteriormente, en el mismo ensayo, declare unas páginas más adelante, al referirse a la dignidad humana:
"El concepto de dignidad, de la majestad del sujeto dotado de razón ha pasado a nuestro secular sistema de valores como una intuición esencial, en favor de la cual sólo podemos hoy en día argumentar de modo racional si abandonamos su antropocentrismo y afirmamos que no tenemos derecho a disponer como nos dé la gana de lo que la historia evolutiva de la naturaleza ha formado en el transcurso de millones de años, en un (sic) génesis tanto más inverosímil, misterioso y milagroso cuanto más fuera del alcance de la acción y la temporalidad humanas se encuentra. Ahora bien, el sentimiento de milagro e inverosimilitud que nos impide destruir una forma biológica designa una forma de respeto que es distinta al mero rechazo del sufrimiento y el dolor que, como seres sintientes, nos vincula con otros seres sintientes. Yo diría más bien que ese sentimiento conserva parte de su origen contemplativo, es decir, parte del asombro metafísico y religioso involucrado en el observar, por primera vez, a la creación..." (Barreto, 1999 p. 201. Las negritas son nuestras).
En el lenguaje del filósofo cristiano Gabriel Marcel, diríamos que en el primer párrafo citado se enfoca el tema de la evolución a partir de una "reflexión primera", como un "problema" a resolver, en el cual hay un objeto de conocimiento y un sujeto que conoce. En el segundo párrafo, en cambio, se efectúa el paso a una "reflexión segunda" o "reflexión a la segunda potencia", no ya como "problema" a resolver sino como "misterio" a contemplar: el sujeto está implicado y responde con asombro y reverencia.
Señalo este paso de la "reflexión primera" a la "reflexión segunda" porque en una autora nada sospechosa de irracionalismo representa un claro ejemplo de lo que señalaba al comienzo de esta conferencia acerca del cambio en la mirada en la relación médico-paciente. Preguntaba si este cambio era posible sin una apertura a la dimensión trascendente, teologal.
¿Y cuál es el lugar donde puede ocurrir esa apertura, ese cambio?
No hay que ir muy lejos, ni consultar apretados tratados de teología. Es más, la pertenencia a una confesión religiosa no es garantía de esa apertura, si nos atenemos al siguiente relato que, no por conocido, deja de ser oportuno escuchar de nuevo:
"Se levantó un jurista y para ponerlo a prueba, le preguntó:
- Maestro, ¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna?
(Jesús) Le contestó:
- ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?
Replicó:
- "Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a tí mismo".
Le dijo entonces:
- Has respondido correctamente: hazlo y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
- ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le contestó:
- Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino, llegó junto a él, lo vio y se compadeció. Le echo aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó.
Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le encargó: cuida de él y lo que gastes, te lo pagaré al regreso. ¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que atracaron los asaltantes?
Contestó:
- El que lo trató con misericordia.
Y Jesús le dijo:
- Anda y haz tú lo mismo.
(Lucas, 10: 25-37)
En su obra "Teoría y realidad del otro", Pedro Laín Entralgo dedica una sección a analizar este célebre pasaje del Evangelio de Lucas, considerado como ejemplar del encuentro con el otro. El jurista, (maestro de la ley religiosa) le pide a Jesús una definición del "prójimo". Jesús, en lugar de darle una descripción "científica", abstracta u objetiva de la "projimidad" o "proximidad", lo pone ante un caso concreto, además extremo, en el cual ocurre algo que tiene que ver con lo que hemos tratado: El modo de mirar.
Los dos primeros, hombres religiosos, vieron al herido y pasaron de largo. El sacerdote, a lo mejor ocupado en sus menesteres, le dio prioridad al culto. El levita, eclesiástico de grado inferior al sacerdote, quizá pensó que estaba muerto, lo que lo contaminaría ritualmente y le impediría desempeñar sus servicios en el templo. Pero el texto dice claramente que los dos lo vieron. ¿Cómo fue esta visión? Fue una visión "objetiva", distante, que hizo que no se comprometieran con él.
Sólo este samaritano, considerado por los judíos de entonces como un hereje, casi un pagano, fue capaz de abrir los ojos y mirarlo de otra forma. ("lo vio y se compadeció" ) no ya objetivamente sino comprometidamente, hasta el punto de conmoverse. La palabra griega que se traduce como "compasión" (έσπλαγχνίσθη = misericordia) significa literalmente "sentir que se remueven las propias entrañas". Es una conmoción total, somática, la que experimenta el samaritano cuando ve al herido.
Y Jesús invierte el sentido de la pregunta del Jurista "¿quién es mi prójimo?" , mientras que Jesús repregunta: "¿Quién de los tres te parece que se comportó como prójimo del que atacaron los asaltantes?" La condición de proximidad o projimidad no es algo fáctico, no viene dado de una vez, heredado por la raza, el parentesco o la cultura. Es algo facultativo, una actividad que se decide ejercer. Recordando a Erich Fromm, diríamos que el amor es un arte ("tecné"), implica una acción comprometida. Ante un hecho de violencia, este hombre ejecuta acciones concretas, le echa aceite y vino, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a la posada...
Uno de los factores que han resaltado los expertos en el tema de la violencia, es el de la impunidad. La gente actúa "como si" no fuera con ellos. Fenómenos tan diferentes como la corrupción, la inseguridad y la violencia callejera en el tráfico tienen en común ese aspecto. Nadie se compromete. Se ha convertido en algo que forma parte del paisaje, del que todos nos quejamos pero frente al cual no actuamos cuando nos toca. Lo vemos desde fuera, como algo que le pasa "a los demás".
Otra categoría que genera violencia es la de la intolerancia, que también se ha agravado en los últimos 12 años con el fenómeno de la polarización política. El otro, el diferente a mí, el que no piensa como yo, es visto como enemigo.
En el ejemplo o parábola de Jesús, se pone en evidencia esa impunidad: el "pasar de largo" (o "hacer un rodeo" en otras traducciones) muestra un deseo de no complicarse la vida. Se pasa frente al herido como si no hubiera nadie allí, como si no pasara nada: es nada más que un cuerpo tendido en el camino. Por otra parte, en el hecho de que el jurista tenga que reconocer en el samaritano al verdadero observante de la ley ("el que practicó la misericordia", le responde a Jesús) destaca su intención de mostrarle que el camino del cielo pasa por la superación de la intolerancia. No se olvide que a la pregunta inicial del jurista sobre el modo de alcanzar la vida eterna, Jesús le pone ante los ojos dos mandatos de la Ley como si fueran uno: "Amarás a Dios" y "Amarás al prójimo". De modo que no hay excusa que valga. Más tarde, en su primera carta, el apóstol San Juan repetirá:
"Si uno no ama al hermano suyo a quien ve, no puede amar al Dios a quien no ve".
(1° Jn 4:20. Las negritas son nuestras).
En estos momentos difíciles en los cuáles se nos estimula a la indiferencia, a la discriminación, a la apatía, o a una preocupación exagerada por lo superfluo, podemos tomar aliento y nadar contra la corriente, a lo mejor en situaciones aparentemente sin importancia, en la labor cotidiana que no sale en televisión pero que resuena en el infinito.
Referencias Bibliográficas:
Aland Kurt et al. The New Greek Testament, in cooperation with the Institute for New Testament Textual Reserch. Munster- Westphalia. Third Edition. United Bible Societes, 1975.
American Psychiatric Association. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Fourth Edition, text revision. (DSM-IV TR). Washington DC. APA 2000.
Barreto, Luz Marina. Reflexiones éticas sobre la clonación. Las citas textuales de 1997 fueron tomadas de fotocopia del manuscrito cedido gentilmente por la autora. Posteriormente fue publicado en: Apuntes Filosóficos: Revista semestral de la Escuela de Filosofía. Universidad Central de Venezuela, N° 14. Caracas 1999 p 187-205.
Benaím Pinto, Henrique. Significado de la queja en la relación del médico con el paciente y del paciente con el médico. Universidad Central de Venezuela. Ediciones del Rectorado. Caracas 1983
Brody, Eugene: Mental Health and World Citizenship. Hough Foundation of Mental Health. The University of Texas, Austin, Texas. 1987.
Chiquirrin A. Regino. La Antropología de Viktor E. Frankl. Separata de Studium Ovetense, volumen XV, Oviedo, 1987.
De Viana, Mikel, Desiato, Massimo, De Diego, Luis. El Hombre: Retos, Dimensiones y Trascendencia. Universidad Católica Andrés Bello, Centro de Estudios Religiosos, Caracas, 1993.
Di Caprio, Nicholas. Teorías de la Personalidad. 2a Edición. Nueva Editorial Interamericana. Mexico 1985.
Ferrer, Elio. Introducción a la Filosofía. IUSI. Caracas, 1983 (folleto).
Frankl, Viktor E.
- El hombre en busca de sentido. 12a Edición. Ed. Herder. Barcelona, 1991.
- El hombre doliente. 2a Edición. Herder. Barcelona, 1990.
- La voluntad de sentido. 3a Edición. Herder, Barcelona, 1994.
(Nota: las figuras utilizadas en este ensayo fueron tomadas de las obras de Frankl mencionadas aquí.
El diseño de las mismas para su inclusión en este blog se debe a los buenos oficios de la Dra. Tibisay López de Aguiar, a quien le doy mis más expresivas gracias).
Haldane, J.B.S. Filosofía del Futuro. Citado por García Ponce, Antonio en "Caos, otra nueva aventura del Pensamiento". Suplemento Cultural de Últimas Noticias. Caracas, 31 de agosto de 1997, p. 1.
Hamana, Nelson. La mirada estética de la enfermedad. Las citas textuales de 1997 fueron tomadas de fotocopia del manuscrito cedido gentilmente por el autor. Posteriormente fue publicado en: Zona Tórrida, Revista de Cultura de la Universidad de Carabobo N° 33 Valencia/Venezuela-mayo 2000,
pp. 33-57.
Laín Entralgo, Pedro. Teoría y realidad del otro. Alianza Universitaria. Madrid, 1983.
Marcel, Gabriel. El Misterio Ontológico. En "Gabriel Marcel, Antología". Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1967.
Plé, Albert. Freud y la religión. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1969.
Schökel, Luis Alonso (traducción y comentarios). Biblia del Peregrino. Ediciones Ega. Bilbao.
Shakespeare, William
- The Complete Works. Random House. New York, 1952.
- Obras Completas. Traducción sde Luis Astrana Marín. Editorial Aguilar. Madrid, 1967.
Tresmontant, Claude. Ciencias del Universo y Problemas Metafísicos. Editorial Herder. Barcelona, 1978.
Urdanoz, Teófilo. Historia de la Filosofía. Tomo VI. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1975.
En este momento presento de nuevo la ponencia, el ensayo, el artículo de opinión, o como se le quiera llamar, tal cual fue originalmente titulado y con muy pocas modificaciones, casi todas en lo que se refiere a citas bibliográficas. Estuve tentado a retirar la mención a Castro al comienzo de la conferencia, pensando que sonaría antipática o "políticamente incorrecta" para muchos oídos en estos momentos de la vida nacional. Pero luego decidí dejarla, recordando la frase del Evangelio: "Lo que he escrito, lo he escrito" (Juan 19:22).
El título, que me sonaba algo pomposo, por no haber cursado yo estudios académicos de teología, se me hizo más tolerable gracias a una explicación de Frei Betto en un libro-entrevista a Fidel Castro, que me parecen todavía bastante atinadas: según el dominico brasileño, controvertido teólogo de la liberación, así como hay dos formas de hacer economía, existen dos maneras de hacer teología. Existen los profesionales universitarios graduados en las facultades de economía, quienes llegan a ser técnicos y asesores en el medio privado como las empresas o la banca, o bien en el medio público desarrollan programas económicos gubernamentales, sistemas y proyectos que son de difícil comprensión para el hombre común. Pero hay otro tipo de economista: es el ama de casa que va al mercado y saca sus cuentas de cuánto debe o puede gastar, que maneja los ingresos al hogar y sabe si puede o no ahorrar, o a qué debe darle prioridad en los gastos. Esa es la actividad que dio origen a la otra ciencia, la cual toma incluso su nombre de ésta. "Economía" viene del griego οἷκος νοµος "oikos nomos"; "oikos" significa casa, hogar (en latín domus, de ahí "doméstico"), y "nomos" regla, ley. "Eco-nomía" no es otra cosa que "reglas de la casa", "cómo llevar las cosas en el hogar". Por eso, cada vez que los economistas profesionales se olvidan de sus orígenes "domésticos" no sólo están cometiendo un error lingüístico, etimológico, sino también político, pues hacen peligrar a la "polis", a la ciudad ("ciudadanía" es el equivalente latino de "política"), la cual se fundamenta en la familia, en el hogar, es decir; en la casa (otra vez "oikos") lo que en nuestros días se puede expresar en palabras-clave como cesta básica, salario mínimo, cesta-tickets y otras lindezas que el ama de casa conoce muy bien pues tiene que ver con la comida y la vida cotidiana de la gente.
Así mismo, razonaba Frei Betto, ocurre con la teología. Esta no es más que la expresión fundamentada y sistemática de la experiencia de la fe. Y hay dos maneras de hacer teología, dos niveles de expresión de la fe. La primera es la de las personas que se dedican a estudiar esa experiencia de fe de manera sistemática, académica, utilizando todo el aparataje conceptual y las disciplinas y metodologías que les permitan dar razón ("logos") de ese Dios que se les revela en los llamados "lugares teológicos", principalmente en las Escrituras, pero también en las circunstancias que les ha tocado vivir, en las situaciones concretas, en los acontecimientos humanos, principalmente en los hombres mismos, y expresar e interpretar esa experiencia. Pero asimismo existe la experiencia del hombre común y corriente que vive su fe en su experiencia concreta en su trabajo (o desempleo) en sus relaciones de pareja y su vida familiar, profesional o social, en sus alegrías, sus angustias y en sus tristezas, en la salud y la enfermedad, y quien al ser interpelado en su fe por una situación en su existencia concreta, intenta dar razón de su Dios desde esa situación. En la medida en que el primer tipo de teólogo ayude a ese hombre concreto a interpretar su experiencia, no ya desde la experiencia individual, sino la de la comunidad creyente (ek-klesía), a leer los signos de los tiempos, estará haciendo buena teología. Más o menos así fue lo que entendí de la disertación de Frei Betto.
Pues bien, me di cuenta de que yo no tenía por qué preocuparme por el título de la conferencia, pues el nivel en el que nos íbamos a ubicar no era el del teólogo profesional, sino en el del hombre o mujer del mundo de la psiquiatría (o de profesiones afines) cuya experiencia diaria lo coloca ante personas que experimentan un tipo particular de sufrimiento: el debido a la pérdida de su salud en el vasto campo que hemos convenido en llamar "mental". Esas personas esperan de nosotros una acción que nos exige un conocimiento o pericia en el "arte" de curar. pero precisamente por tratarse de un encuentro interpersonal, es decir, intersubjetivo, ese arte mismo rebasa el conocimiento objetivo, aunque lo implica: es decir, no prescinde a un "momento" objetivo, pero no se limita a él.
(Aunque ya hay críticos a ese modelo que no parten precisamente de la psiquiatría. Pienso, entre nosotros, en Otto Lima Gómez, Henrique Benaim Pinto y su trabajo acerca de la queja, así como en Nelson Hamana y su ensayo "La mirada estética de la enfermedad").
Lo que quiero destacar es que no se trata de que hagamos de los médicos unos filósofos y unos teólogos, pero sí que el conocimiento que reciben durante su entrenamiento no es neutral desde el punto de vista ético: tiene una fuerte carga filosófica, y de un tipo de filosofía que en campos de las ciencias "duras" como la física, ya está bastante vapuleada. Esta manera de ver, esta forma de mirar tiene consecuencias prácticas que ya se están convirtiendo en hechos cotidianos en el maltrato que reciben no solo los pacientes psiquiátricos en los hospitales públicos, sino incluso los afectados por cualquier dolencia en la más encopetada clínica privada, aunque en el segundo caso el maltrato es más sutil. El antídoto sólo puede venir de un cambio en la manera como el médico ve al enfermo y lo que es más grave...se ve a sí mismo. Este "cambio en la mirada", como diría Hamana en el ensayo mencionado: ¿es posible sin la apertura a la dimensión trascendente, teologal?
Esta es nuestra pregunta fundamental.
Mientras preparaba esta charla, allá por los meses entre julio y septiembre de año 97 del siglo pasado, me sorprendió la noticia de la muerte del neuropsiquiatra Viktor Frankl, padre de la Logoterapia o tercera escuela vienesa de psicoterapia (la primera sería la de Freud y la segunda la de Adler). La sorpresa se debió a que justo en ese momento estaba revisando sus Lecciones metaclínicas, con miras a incluir sus constructos y conclusiones en la elaboración del presente trabajo. La primera entrada de este blog, "Reseña biográfica de Viktor Frankl", publicada el viernes 27 de mayo de 2011, da una pormenorizada relación de su vida. Pero, para los desprevenidos con prisa, me permito contarles que Frankl, nacido el 26 de marzo de 1905 en Viena, enfrentó por su condición de judío y por la anexión de Austria a la Alemania nazi, la disyuntiva de emigrar a Estados Unidos gracias a una visa que se le concedió solamente a él, o quedarse junto a sus padres, quienes no podían partir, exponiéndose a caer en manos de la Gestapo. Tuvo dos experiencias que le hicieron tomar la decisión que tomó.
La primera fue el hallazgo de un viejo mosaico en el que estaban reproducidas las letras hebreas iniciales (a manera de índice) del cuarto mandamiento hebreo:
"Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahve, tu Dios, te va a dar" (Éxodo 20:12).
La segunda experiencia fue un sueño en el que se veía junto a un grupo de judíos en un lugar cercado por alambradas e iluminado con fuertes reflectores, rodeado de soldados.
Frankl interpretó estos dos sueños como "señales del cielo" y decidió quedarse en Viena.
En 1942 la Gestapo apresó a la familia Frankl. Recorrió cuatro campos de concentración, en lo que él llamó su "experimentum crucis", como el preso 119.104. En ese itinerario (Theresienstadt,
Auschwitz, Kaufering III y Türkheim), Viktor Frankl, como tantos millones de víctimas, fue desvestido, afeitado en todo el cuerpo y despojado de todo vínculo con el pasado, incluyendo el manuscrito de una obra suya que él consideraba fundamental.
Relata en "El hombre en busca de sentido": "... Mientras esperábamos a ducharnos, nuestra desnudez se nos hizo patente: nada teníamos ya salvo nuestros cuerpos mondos y lirondos (incluso sin pelo); literalmente hablando, lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda..."
Allí descubrió no sólo lo ridículo que era tratar de salvar el manuscrito de su obra maestra, sino que el sentido de su existencia era sobrevivir ayudando a los compañeros a vencer la desesperación, organizando grupos de discusión, en los que evidenció, para su sorpresa, que los temas que preferían tratar los presos eran de naturaleza trascendente. debates filosóficos y teológicos. También descubrió que, en lugar de nivelarlos, la situación del campo acentuaba las diferencias: "...Allí se diferenciaron las personas, allí se revelaron los canallas y los santos..." Allí pudo descubrir las ideas básicas de lo que después elaboró como logoterapia, que pueden resumirse en estas frases suyas: "...al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino"; y esta otra: "tenemos que aprender por nosotros mismos y después enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros".
En una entrevista televisada en la Universidad de Duquesne, Frankl negó la especie de que él hubiera sacado las ideas acerca de la logoterapia de su experiencia del campo de concentración, pues éstas ya estaban escritas en el famoso manuscrito que se perdió y él luego reescribió y publicó con el título de Ärtzliche Seelsorge (literalmente: Cura de almas médica, pero traducido al castellano como Psicoanálisis y existencialismo), pero sí admitió que la segunda versión y todo lo que publicó de allí en adelante había sido validado empíricamente en una "ácida prueba experimental", como lo fue la experiencia de sobreviviente de cuatro campos de concentración.
Viktor Frankl murió el 3 de septiembre de 1997 a los 92 años. Parecía que en su caso se cumplió la promesa del mandamiento bíblico: "Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahve, tu Dios, te va a dar" (Éxodo 20:12).
A él, a su memoria, dediqué la conferencia de 1997 y a él dedico la revisión que de la misma hago hoy en este blog.
Siguiendo de cerca el pensamiento de Frankl, pero tomando en cuenta otras fuentes y aportes, vamos a examinar brevemente algunos problemas ineludibles, sin pretender, por supuesto, ser original, ni mucho menos agotarlos o resolverlos.
El problema psicosomático
Eugene Brody, en un libro titulado "Salud mental y ciudadanía del mundo", realiza un análisis de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre promulgados por las Naciones Unidas en 1948, y después de destacar los párrafos que la Declaración le dedica a los derechos de los individuos a no ser perseguidos, deportados, o torturados por su pertenencia a grupos religiosos, raciales o étnicos, concluye:
"La definición de las Naciones Unidas considera a la salud como un estado de bienestar no sólo psicológico y físico, sino en las dimensiones sociales y espirituales..."
Por otra parte, en la cuarta edición de la Clasificación de los Trastornos Mentales de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría, texto revisado (DSM-IV R), existe un código para la categoría "problemas religiosos y espirituales". El psiquiatra o psicólogo se ve obligado a atender problemas que antaño eran tareas del sacerdote o del director espiritual, lo cual requiere un discernimiento de naturaleza moral. El profesional debe hacerlo como tal, sin intrusismo en un área tan delicada, so pena de rebasar los límites de su competencia y hacer daño o desorientar a la persona que consulta. pero a menudo, como en el caso del código de la DSM-IV R, antes mencionado, y de la próxima DSM-V, a publicarse en 2013, es difícil deslindar esos límites.
¿Con qué criterios los encara? ¿Cuál es la visión con la que enfocaría estos problemas?
Ya conocemos la opinión de Freud sobre la religiosidad. Para él la religión fue vista como paranoia y luego como neurosis obsesiva. Dios no es más que la proyección de la imagen paterna, y la religión, al igual que el arte y la moral tienen que ver con la solución más o menos satisfactoria del complejo de Edipo. La conciencia moral -igual al superyó- tiene su origen en este constructo: es una conciencia inmanente, es decir, puramente subjetiva, sin un correlato objetivo, trascendente a ella, al cual referirse.
Por su parte, J. B. S. Haldane afirma que "en su nivel más simple, la vida no es otra cosa que un patrón de reacciones químicas que se autoperpetúa".
El conductismo, aunque no se pronuncia sobre el problema soma/psique y lo compara con una "caja negra", en sus conclusiones más radicales, no da lugar para una entidad que pueda llamarse "yo", "persona", mucho menos "mente", "alma" o "espíritu". Las investigaciones en neurofisiología, psicofarmacología, biología molecular, psiconeuroinmunología y en general el campo de las neurociencias, hacen cada vez más evidente que casi todos (por no decir todos) los trastornos mentales tienen un sustrato neurofisiológico, cuyo nivel se sitúa en procesos moleculares cada vez más accesibles, gracias a tecnologías progresivamente más afinadas, en exploraciones tales como la Resonancia Magnética Nuclear, la Tomografía Computada por Única de Fotones (SPECT), la Tomografía por Emisión de Positrones, etc.
Definitivamente, el dualismo cartesiano parece insostenible (ya Damasio habló hace tiempo del "error de Descartes"), pero el monismo materialista resulta insuficiente, como veremos luego.
¿Soluciones?
Utilizando y actualizando el concepto aristotélico de materia/forma, Claude Tresmontant intentó superar el dualismo al equiparar el concepto de "forma" al de "información". Informar es "dar forma" y esta "forma" va desde la que el ceramista da a la arcilla (la materia arcilla es "informada" por el ceramista) hasta la compleja información del "software". En el caso del hombre, Tresmontant afirma:
"...el cerebro no es únicamente materia, no es sólo lo que la física actual denomina materia, sino que es materia informada, o sea que esencialmente es información. Un cerebro vivo es un cerebro informado: catorce mil millones de neuronas con sus sinapsis y sus programaciones inscritas en el paleocórtex...Un cerebro vivo, es decir, un cerebro pensante, no tiene nada en común con el de un cadáver, si no es en el hecho de que el cerebro muerto contiene los átomos y moléculas que integraban el cerebro vivo en el momento de la defunción del individuo...Lo que hace que un cerebro esté vivo no es, pues, la materia integrada, sino la formación que integra..."
Para Viktor Frankl el problema cuerpo/alma, soma/psique, es un problema absolutamente insoluble, al igual que el problema del libre albedrío, en lo que coincide con Konrad Lorenz y Werner Heisenberg. Los fenómenos físicos y fisiológicos son inconmensurables, es decir, que permanecen y permanecerán en estratos separados y no son ni serán traducibles entre sí, aunque progrese la investigación en ambas disciplinas (fig. 1). Pero Frankl agrega (y en esto coincide con Tresmontant desde otras premisas)...a menos que se acceda a un nivel superior de razonamiento o conocimiento. Los dos planos de proyección o de incisión (fig. 2 y 3) encuentran la unidad más allá de los planos de incisión biológico o psicológico, es decir, en la dimensión humana, el espacio de lo humano, en la dimensión del fenómeno específicamente humano.
¿Y qué es lo específicamente humano, la dimensión específicamente
humana? Para ilustrarlo, Frankl usa el ejemplo del avión. Un avión
puede perfectamente rodar, es más, necesita rodar un trecho para
despegar o cuando aterriza. Pero si decimos que lo específico del
avión está en el hecho de que ruede, eliminaríamos lo específicamente
"aeronáutico" del avión, que es la capacidad que tiene para volar.
Bien, en el caso del hombre, lo específicamente humano es la dimensión espiritual que sostiene (o informa) el sólido de le figura.
Lo espiritual no es "algo" agregado a lo psicofísico, o algo "superior"
en el sentido de algo sobrepuesto, como ejemplifican Hartmann y
Scheler (fig. 4)
Lo humano, lo específicamente humano, que es lo espiritual, es lo que hace posible, justamente, la unidad de los contrarios, es lo que confiere, en el caso de las figuras geométricas, la tridimensionalidad que se proyecta en dos planos bidimensionales irreductibles.
Y esto tiene sus consecuencias prácticas. La imagen estratificada de Hartmann se asemeja a la famosa pirámide de Maslow: para este autor, las necesidades básicas son "inferiores", mientras que las "superiores" son las de trascendencia o autoactualización.
Estamos de acuerdo en que el hombre debe satisfacer las necesidades básicas: primum vivere deinde philosophari (primero vivir, luego filosofar). Como promotores y dispensadores de salud, debemos promover la satisfacción de esas necesidades. Pero también es cierto que en situaciones extremas (situaciones-límite, según Jaspers) lo único que puede hacer que un hombre soporte y supere dicha situación es el descubrimiento de un sentido, bien sea en un misión que realizar, otro ser humano a quién cuidar o un valor que resguardar (Frankl). La proyección (fig. 5) en los planos psicológico y fisiológico nos da unas
figuras cerradas. El cilindro, en cambio, está abierto: siguiendo la analogía, el hombre no está determinado, sólo condicionado. Lo que Jaspers llama existencia empírica es fáctica (dada), predecible: es mi "ser así". Pero el hombre es más que un "ser así" (Sosein), es un "ser ahí" (Dasein), un ser abierto al mundo, incompleto, proyectado hacia el futuro. Y lo que lo hace proyectarse es la búsqueda de un sentido (logos), de unos valores (fig. 6a).
Reduccionismo
Volveremos luego a esto. Por el momento, quisiéramos tratar el tema del reduccionismo.
Recordemos que Lorenz había dicho "la línea divisoria entre los dos grandes inconmensurables, lo fisiológico y lo psíquico, es infranqueable", opinión compartida con otras palabras por Heisenberg (véase de nuevo la fig. 1). Eso está muy claro y no representa ningún problema siempre y cuando los datos de cada campo de investigación se mantengan dentro de sus límites, los investigadores recuerden que se trata de un corte, un enfoque científico limitado por el método mismo, observacional, y que no pretende erigirse en la totalidad. Lorenz mismo, en sus investigaciones en etología, habla de "conducta análoga a
la moral en los animales".
El problema surge cuando se toma la parte por el todo, como en el chiste judío que Frankl contaba en varias ocasiones:
Dos miembros de la comunidad de un ghetto van donde el rabino a
dirimir un asunto: uno de ellos acusa al gato del otro de haberle
robado 2 kilos de mantequilla, mientras que el dueño del gato afirmaba que su minino jamás comía mantequilla. El rabino colocó al gato en una
balanza y Mirabili visu!...el gato pesaba exactamente 2 kilos. Entonces el rabino dijo: "-aquí está la mantequilla, pero ¿dónde está el gato?"
Él partió de la idea preconcebida de que si había 2 kilos, tenían que ser de mantequilla. A los reduccionistas (los que toman su visión por el todo) les ocurre lo mismo. En el caso del biologicismo (no de la biología en sí) se parte de la idea de que la conducta humana puede explicarse por mecanismos exclusivamente biológicos. Pero lo mismo ocurre con las demás disciplinas cuando toman su parcela por el todo: hay también un reduccionismo psicológico o psicologísmo, un reduccionismo sociológico o sociologismo, uno económico o economicismo y así sucesivamente.
Pero hay otra consecuencia: la visión reduccionista uniformiza. Al utilizar explícita o tácitamente la expresión "nada más que...", se elimina todo lo que de único u original hay en el ser humano (fig 7):
La proyección sobre un plano horizontal de un cilindro, un cono y una esfera de igual diámetro produce tres círculos idénticos. Si nos limitamos, por ejemplo, a ciertas manifestaciones clínicas, podríamos decir que Armando Reverón no era "nada más que" un esquizofrénico, Ramos Sucre no era "nada más que" un depresivo, o Santa Teresa de Ávila no era "nada más que" una histérica, negando lo que Gordon Allport denomina "autonomía funcional" que explica aún en presencia de trastornos psiquiátricos clasificables en los manuales, el genio pictórico del primero, la calidad poética del segundo o la santidad de la tercera.
"¿Azar y Necesidad" o "Logos"?
Quedamos en volver al tema del sentido y los valores. Era importante aclarar lo del reduccionismo porque éste impide la percepción del sentido y dificulta, a mi modo de ver, la fundamentación de una vida que valga la pena vivir. Es decir, hay una estrecha relación (y este es un aporte de Frankl) entre el reduccionismo y el nihilismo.
Pero tomemos, como se dice, el toro por los cuernos y hagamos desvergonzadamente la pregunta: ¿Tiene sentido la vida humana? La vida, como dice Haldane (Filosofía del futuro) "en su nivel más simple"...¿no es acaso..."otra cosa que un patrón de reacciones químicas que se autoperpetúa"?
En el ensayo "Reflexiones éticas sobre la clonación", la filósofo Luz Marina Barreto afirma:
"...ni la evolución sirve a la especie, ni ella es aparentemente dirigida por alguien o algo que que quisiera que un representante de cada una (de las especies, F. P.) permaneciera en un entorno determinado. La evolución resulta simplemente de las mutaciones en la información genética que recibe un individuo. No es una fuerza que prevea el destino de una especie" (Barreto 1999, p. 189. Las negritas son nuestras).
"La vida no es otra cosa que..."
"La evolución resulta simplemente de..."
¿Resultará cierta la conocida afirmación de Macbeth en el acto V, escena 5:
"Life is a tale, told by an idiot, full of sound and fury, signifyng nothing"
(La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada)?
Si equiparamos apresuradamente esa frase de Shakespeare con las afirmaciones anteriores, podríamos entonces, sí, admitir que el hombre es un ser abierto al mundo, pero a un mundo carente de sentido, en el cual, a lo sumo, puede, como ante una lámina de Rorschach, proyectar su subjetividad, intentar dar un sentido a algo que no lo tiene. Con razón hablaba Frankl acerca de nihilismo en las conclusiones al estilo de "El amor no es más que instintos reprimidos", "la conciencia moral no es más que el superyó", "Dios no es más que la proyección de la imagen paterna", "el espíritu no es más que la actividad nerviosa superior". Y así por el estilo.
Pero si releemos atentamente los dos párrafos anteriores nos podemos dar cuenta de que hay una cautela que los protege del reduccionismo:
"En su nivel más simple, la vida no es otra cosa que..." en el primer texto.
"ni la evolución es aparentemente dirigida desde arriba" en el segundo ejemplo.
Ciertamente, no es posible detectar ningún propósito o finalidad en el nivel molecular, ni, en el caso de la evolución, en el proceso de selección natural, detectar una mano invisible que dirija las mutaciones.
La investigación científica no sólo no puede, sino que tampoco debe salirse de sus límites metodológicos. Pero debe tener conciencia de que muestra sólo un segmento de la realidad. Es necesaria una reflexión en un nivel que Aristóteles llamaba "Filosofía Primera" y Viktor Frankl denominaba "metaclínico", ya que la palabra "metafísica" repugna hoy por buenas y malas razones.
Perdóneseme esta larga cita textual de Frankl:
"Supongamos una curva (fig. 8) en un plano vertical cortado por otro horizontal. Lo que queda en el plano horizontal son solamente puntos aislados que aparentemente no tienen relación entre sí. Pero esta falta de relación es solamente aparente, pues en la realidad esos puntos están unidos entre sí por la curva. Las uniones, empero, no se encuentran en el interior sino fuera del plano horizontal, es decir, más arriba y más abajo."
"Si transferimos lo que pudimos aprender de la comparación a sucesos que también acusan falta de coordinación llena de sentido, por ejemplo, a las mutaciones aparentemente caprichosas, se puede comprender por qué ellas -y con ellas toda la evolución- aparece, sobre el plano de incisión de las ciencias naturales necesariamente como por casualidad, mientras que el sentido "superior" o "inferior" - o sea, la curva sobre o bajo el plano horizontal- puede encontrarse sólo en otra superficie de incisión"..."no todo puede entenderse en el sentido de correlatos significativos - es decir, teleológicamente o en forma final-, sino que puede explicarse sólo como causa; pero por lo menos podemos entender por qué sucede eso y por qué debe suceder; por qué algo aparentemente no tiene sentido y tiene que ser así. Y por qué, con todo, podemos creer en un sentido que se encubre, que está por encima, aunque sea en otro plano de incisión, al cual, entonces, debemos seguir"..."lo que vale para el sentido vale tanto más para un sentido final. Cuanto más abarcante es un sentido, tanto menos se lo puede aprehender. El sentido infinito no es comprensible para un ser finito. Aquí la ciencia calla y toma la palabra la sabiduría" (Viktor Frankl: "Determinismo y humanismo" en "La Voluntad de Sentido", pp. 161 y 162. Las negritas son nuestras).
Sólo este paso de la ciencia a la sabiduría nos permite comprender cómo la autora del párrafo que citamos anteriormente, en el mismo ensayo, declare unas páginas más adelante, al referirse a la dignidad humana:
"El concepto de dignidad, de la majestad del sujeto dotado de razón ha pasado a nuestro secular sistema de valores como una intuición esencial, en favor de la cual sólo podemos hoy en día argumentar de modo racional si abandonamos su antropocentrismo y afirmamos que no tenemos derecho a disponer como nos dé la gana de lo que la historia evolutiva de la naturaleza ha formado en el transcurso de millones de años, en un (sic) génesis tanto más inverosímil, misterioso y milagroso cuanto más fuera del alcance de la acción y la temporalidad humanas se encuentra. Ahora bien, el sentimiento de milagro e inverosimilitud que nos impide destruir una forma biológica designa una forma de respeto que es distinta al mero rechazo del sufrimiento y el dolor que, como seres sintientes, nos vincula con otros seres sintientes. Yo diría más bien que ese sentimiento conserva parte de su origen contemplativo, es decir, parte del asombro metafísico y religioso involucrado en el observar, por primera vez, a la creación..." (Barreto, 1999 p. 201. Las negritas son nuestras).
En el lenguaje del filósofo cristiano Gabriel Marcel, diríamos que en el primer párrafo citado se enfoca el tema de la evolución a partir de una "reflexión primera", como un "problema" a resolver, en el cual hay un objeto de conocimiento y un sujeto que conoce. En el segundo párrafo, en cambio, se efectúa el paso a una "reflexión segunda" o "reflexión a la segunda potencia", no ya como "problema" a resolver sino como "misterio" a contemplar: el sujeto está implicado y responde con asombro y reverencia.
Señalo este paso de la "reflexión primera" a la "reflexión segunda" porque en una autora nada sospechosa de irracionalismo representa un claro ejemplo de lo que señalaba al comienzo de esta conferencia acerca del cambio en la mirada en la relación médico-paciente. Preguntaba si este cambio era posible sin una apertura a la dimensión trascendente, teologal.
¿Y cuál es el lugar donde puede ocurrir esa apertura, ese cambio?
No hay que ir muy lejos, ni consultar apretados tratados de teología. Es más, la pertenencia a una confesión religiosa no es garantía de esa apertura, si nos atenemos al siguiente relato que, no por conocido, deja de ser oportuno escuchar de nuevo:
"Se levantó un jurista y para ponerlo a prueba, le preguntó:
- Maestro, ¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna?
(Jesús) Le contestó:
- ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?
Replicó:
- "Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a tí mismo".
Le dijo entonces:
- Has respondido correctamente: hazlo y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
- ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le contestó:
- Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de camino, llegó junto a él, lo vio y se compadeció. Le echo aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó.
Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le encargó: cuida de él y lo que gastes, te lo pagaré al regreso. ¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que atracaron los asaltantes?
Contestó:
- El que lo trató con misericordia.
Y Jesús le dijo:
- Anda y haz tú lo mismo.
(Lucas, 10: 25-37)
En su obra "Teoría y realidad del otro", Pedro Laín Entralgo dedica una sección a analizar este célebre pasaje del Evangelio de Lucas, considerado como ejemplar del encuentro con el otro. El jurista, (maestro de la ley religiosa) le pide a Jesús una definición del "prójimo". Jesús, en lugar de darle una descripción "científica", abstracta u objetiva de la "projimidad" o "proximidad", lo pone ante un caso concreto, además extremo, en el cual ocurre algo que tiene que ver con lo que hemos tratado: El modo de mirar.
Los dos primeros, hombres religiosos, vieron al herido y pasaron de largo. El sacerdote, a lo mejor ocupado en sus menesteres, le dio prioridad al culto. El levita, eclesiástico de grado inferior al sacerdote, quizá pensó que estaba muerto, lo que lo contaminaría ritualmente y le impediría desempeñar sus servicios en el templo. Pero el texto dice claramente que los dos lo vieron. ¿Cómo fue esta visión? Fue una visión "objetiva", distante, que hizo que no se comprometieran con él.
Sólo este samaritano, considerado por los judíos de entonces como un hereje, casi un pagano, fue capaz de abrir los ojos y mirarlo de otra forma. ("lo vio y se compadeció" ) no ya objetivamente sino comprometidamente, hasta el punto de conmoverse. La palabra griega que se traduce como "compasión" (έσπλαγχνίσθη = misericordia) significa literalmente "sentir que se remueven las propias entrañas". Es una conmoción total, somática, la que experimenta el samaritano cuando ve al herido.
Y Jesús invierte el sentido de la pregunta del Jurista "¿quién es mi prójimo?" , mientras que Jesús repregunta: "¿Quién de los tres te parece que se comportó como prójimo del que atacaron los asaltantes?" La condición de proximidad o projimidad no es algo fáctico, no viene dado de una vez, heredado por la raza, el parentesco o la cultura. Es algo facultativo, una actividad que se decide ejercer. Recordando a Erich Fromm, diríamos que el amor es un arte ("tecné"), implica una acción comprometida. Ante un hecho de violencia, este hombre ejecuta acciones concretas, le echa aceite y vino, lo monta en su cabalgadura, lo lleva a la posada...
Uno de los factores que han resaltado los expertos en el tema de la violencia, es el de la impunidad. La gente actúa "como si" no fuera con ellos. Fenómenos tan diferentes como la corrupción, la inseguridad y la violencia callejera en el tráfico tienen en común ese aspecto. Nadie se compromete. Se ha convertido en algo que forma parte del paisaje, del que todos nos quejamos pero frente al cual no actuamos cuando nos toca. Lo vemos desde fuera, como algo que le pasa "a los demás".
Otra categoría que genera violencia es la de la intolerancia, que también se ha agravado en los últimos 12 años con el fenómeno de la polarización política. El otro, el diferente a mí, el que no piensa como yo, es visto como enemigo.
En el ejemplo o parábola de Jesús, se pone en evidencia esa impunidad: el "pasar de largo" (o "hacer un rodeo" en otras traducciones) muestra un deseo de no complicarse la vida. Se pasa frente al herido como si no hubiera nadie allí, como si no pasara nada: es nada más que un cuerpo tendido en el camino. Por otra parte, en el hecho de que el jurista tenga que reconocer en el samaritano al verdadero observante de la ley ("el que practicó la misericordia", le responde a Jesús) destaca su intención de mostrarle que el camino del cielo pasa por la superación de la intolerancia. No se olvide que a la pregunta inicial del jurista sobre el modo de alcanzar la vida eterna, Jesús le pone ante los ojos dos mandatos de la Ley como si fueran uno: "Amarás a Dios" y "Amarás al prójimo". De modo que no hay excusa que valga. Más tarde, en su primera carta, el apóstol San Juan repetirá:
"Si uno no ama al hermano suyo a quien ve, no puede amar al Dios a quien no ve".
(1° Jn 4:20. Las negritas son nuestras).
En estos momentos difíciles en los cuáles se nos estimula a la indiferencia, a la discriminación, a la apatía, o a una preocupación exagerada por lo superfluo, podemos tomar aliento y nadar contra la corriente, a lo mejor en situaciones aparentemente sin importancia, en la labor cotidiana que no sale en televisión pero que resuena en el infinito.
Referencias Bibliográficas:
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(Nota: las figuras utilizadas en este ensayo fueron tomadas de las obras de Frankl mencionadas aquí.
El diseño de las mismas para su inclusión en este blog se debe a los buenos oficios de la Dra. Tibisay López de Aguiar, a quien le doy mis más expresivas gracias).
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¡Hola, Franklin!: ciertamente para reflexionar in extenso... Y actuar definitivamente hacia el prój(x)imo. Creo que vivimos en un habitat que no quiere con-vivir con el otro.
ResponderEliminarFíjate nomás en el tráfico (escluyendo las motos, por supuesto, otra prueba de que no reconocemos al otro). No es que no guardamos la mínima regla de mutua conveniencia en el diario tumulto, sino que no damos paso al peatón por más viejo e impedido que sea, y mutatis mutandi, etc, etc, como diría el Rey de Siam en "El Rey y yo"- de RH. Uno de los orígenes, digo yo es co condescendiente que se hizo nuestro habitat con la obtención automática de los bienes. Riqueza derivada del bajo=productivo. No sé por qué pienso en una frase de un yugoeslavo de tiempos de Tito de paso por Venezuela al preguntarle sobre los pocos $$ al mes que ganaban en ese sistema me acotó: nos pagan demasiado para lo poco que hacemos... Si extrapolamos esta aseveración, a lo mejor estamos en la vía de enderezarnos. ¿No te parece?
Un abrazo. Luis.
Querido Pancho:
ResponderEliminarEsta es la segunda vez que leo tu artículo. Ahora viene precedido de ese comentario que lo enriquece mucho. Creo que lo releeré otras veces más. Es una fuente de sabiduría y orientación inestimable. Como en las parábolas biblícas, siempre hay algo nuevo y profundo qué encontrar en tu hermoso texto. Conmovedor
Un abrazo
Carlucho
Un ensayo enjundioso que merece la pena ser divulgado. Mis respetos.
ResponderEliminarDoctor siempre digo que no hay casualidad, sino causalidad. En estos momentos tengo a mis estudiantes de Catequesis revisando este texto bíblico para realizar una dramatización y de esta manera hacerles entender (si se puede decir) lo que significa el otro para mi y lo que yo puedo llegar a significar para él. Gracias. En algunos puntos del artículo me perdí, pues tengo pocos conocimientos sobre estos temas, pero en síntesis me gustó leerlo. Lo que si no percibí (me disculpo por eso) es lo relacionado con la metafísica y la religión católica. Saludos
ResponderEliminarSupongo que eres la misma persona que hizo un comentario en el post de la Hna. Maricarmen. En todo caso, toda la reflexión que se hace en la conferencia es de carácter metafísico, especialmente lo referente al pensamiento de Viktor Frankl, quien lo llama "metaclínico", que viene a ser lo mismo: a partir de los datos obtenidos bien desde los sentidos, o desde la ciencia, hacer una reflexión sobre el Ser que rebase esos datos "físicos" y vaya "mas allá" (meta) de ellos. La relación con el cristianismo no significa que éste sea una metafísica o una filosofía. Quiere concluír en que no hay contradicción entre los hallazgos de ésta y los de la fe cristiana. Hay otra conferencia que di recientemente sobre lo mismo y que te puede servir; está en este blog: http://micolchaderetazos.blogspot.com/2015/07/necesidad-de-un-saber-no-acumulativo-en.html
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