Retazos de temas que me han interesado alguna vez, experiencias vividas, recuerdos, libros leídos, textos perdidos y rescatados, films que han dejado una impronta en mi memoria, pero también proyectos no realizados o postergados...







sábado, 26 de mayo de 2012

DE LA AGRAFIA A LA BLOGOSFERA

"¡Tienes que escribir!"
Eso me decía Maricarmen González mientras caminábamos desde el aeropuerto de Mérida, yo con una maleta en la mano, mientras buscábamos un vehículo que nos llevara al convento de los Carmelitas Descalzos, donde me esperaba  el Padre José Ramón Castañeda. No, no iba a entrar al convento. Iba a pasar allí unos días de las vacaciones de ese agosto, porque Pepe, médico y carmelita, me había invitado a disfrutar de la paz y el sosiego en ese idílico lugar.
A Maricarmen González la había conocido aquí en Caracas en una convivencia donde los Salesianos en Sarría y a Pepe en una casa de retiros en Los Teques, también de los Padres Salesianos.  Ambos compartían conmigo una excepcional experiencia de fe  dentro de una corriente de renovación espiritual que se dio en la Iglesia a comienzo de los setenta, y aunque los tres hemos dejado de frecuentar los ambientes "oficiales" de la Renovación Carismática, nos hemos mantenido en la misma fe y en la misma amistad.
Maricarmen estudiaba Letras en la ULA y andaba en una búsqueda y una duda acerca de si seguir sus estudios o hacerse religiosa. Al final se salió con la suya: se hizo religiosa y como su comunidad es de educadoras, de esas que trabajan en Pro-Patria o en Barinas, le dieron la orden de que terminara sus estudios. Andariega y conversadora, además de monja de la Presentación, es Licenciada en Letras y está estudiando otra carrera. Por ella conocí al médico y novelista José León Tapia, a quien  pude llevar a dar una conferencia en el Hospital Psiquiátrico de Caracas.También, gracias a un amor compartido á trois por la poesía de San Juan de la Cruz, Adriano González León y yo nos hicimos amigos...pero, en fin, esa es otra historia. 
Lo cierto es que Maricarmen me decía desde entonces : 
- "¡Tienes que escribir. Tú has vivido muchas cosas y las debes contar!"
De verdad nunca he sentido el prurito  de ser escritor. Apartando lo relacionado con la profesión, alguna vez escribí uno que otro texto supuestamente "poético" con ocasión de una muchacha, o la muerte de un amigo, pero esos escritos no pasaban de volverse amarillos en un archivo que aún tengo, o sencillamente desaparecer.

Sin embargo,  varios de mis amigos, al igual que la hermana Maricarmen González, me decían lo mismo:
- "¡Tienes que escribir!".  
Cuando me nombraron Director de la Escuela de Psiquiatría del Hospital, mi hijo, entonces frisando la veintena me dijo:
"¡Qué bueno!...¡Así te verás obligado a escribir...aunque sea memos y convocatorias!"
Y resultó cierto.  La necesidad, digamos burocrática, dentro de lo académico, me llevó a soltarme la mano, hasta el punto de criar fama de que yo escribía bien.

- "Tú que escribes bien, revísame esta correspondencia para ver si se puede decir mejor lo que puse allí"
Pero yo no sentía para nada la necesidad de escribir.  El hecho de que me gustara leer, así como de que cuidara la ortografía y el buen decir por amor al idioma, no tiene nada que ver. 

Nunca he llevado un diario. Les tenía alergia, por aquello que Unamuno prevenía: se empezaba escribiendo lo que se había vivido y se terminaba viviendo para escribir en el diario.












A fines de 1996 la Sociedad Venezolana de Psiquiatría y la Universidad de Carabobo le hicieron en Valencia un merecido  homenaje que al doctor Manuel Matute. Al regreso de ese evento, ya en Caracas, anoté el recuerdo de lo ocurrido en un cuaderno donde supuestamente iba a escribir recuerdos y  otras notas:

23 de diciembre de 1996.  Decido arrancar.
Después de un almuerzo en Valencia el 8 de noviembre de 1996 con la Dra. Rosemary Domínguez, algunos egresados del HPC y otros médicos valencianos, me llevan a conocer la Casa de la Estrella, lugar donde sesionara el Congreso de Venezuela después de la Independencia a raiz del terremoto de 1812 y sede de la separación de Venezuela de la Gran Colombia y nacimiento de la actual República de Venezuela.
Mientras nos dirigíamos en automóvil a la Casa, el conductor, un joven médico llamado Eliécer Coronel, inicia una conversación en la cual se tocan temas relacionados con el movimiento musical venezolano. Le cuento algunos de mis recuerdos de la etapa en que estudié en la Escuela de Música José Ángel Lamas:  evocación del Maestro Sojo, del Quinteto Contrapunto y la génesis del movimiento musical venezolano. Emocionado, me pregunta: "¿Y usted no piensa escribir todo eso? Esa es la memoria de lo último importante en nuestro movimiento cultural".  La pregunta me atraviesa y me interpela. 
Llegamos a la Casa de la Estrella y el Profesor Arroyo nos la muestra y nos da acceso a algunas oficinas, otrora salas donde sesionó el Primer Congreso de la República de Venezuela bajo la égida de Miguel Peña. Yo escucho atento y observo, pero no dejo de pensar en la pregunta del "muchacho".
Al salir retomamos el tema y Coronel me repite: "escriba todo eso, doctor. Si no, se va a perder y eso es valiosísimo". 
Siempre he considerado mis recuerdos como algo muy valioso, pero en el ámbito personal, o a lo sumo, de mis familiares y amigos más cercanos. Las observaciónes de Eliécer me hacen prometerle:
-"Me has convencido.  Lo voy a escribir.  Como salga".
-"Hágalo, doctor.  Y si no las quiere publicar me las da a mí".
Así van.  Por supuesto que no pienso publicarlos tal como los escriba en un primer apunte o borrador.  Éste será sólo el "rodaje", hablando en términos cinematográficos.  Después haré un "montaje" o edición, y si se puede publicar se hará.
De todos modos, publicados o no, van dedicados a mi inesperado mentor.

Hasta allí lo anotado en el cuaderno. Nunca volví a ver al Dr. Eliécer Coronel y el asunto de escribir mis memorias o lo que fuera reaparecía esporádicamente. De vez en cuando abría el cuaderno, escribía algunas líneas que luego rompía. En una ocasión, como cinco años después, volví al cuaderno sólo para dejar constancia de lo siguiente:

1° de febrero de 2001.  Nunca escribí nada de lo que me propuse en esta nota. Me pasaron muchas cosas -precisamente una el día siguiente - que me alejaron de esos intereses.

Ya para esa fecha había aparecido Internet y mi hijo se había ido a estudiar a Francia. Antes me había enseñado algunos rudimentos para el correo electrónico y en un cyber  fui completando este aprendizaje, hasta comunicarme con él vía e-mail con la mayor naturalidad. Y no sólo con Gabriel (mi hijo) sino con familiares y amistades dentro y fuera de Venezuela.  Le estaba cogiendo el gustico a eso de escribir cartas. Pero cuando me aconsejaban que aprovechara ahora las facilidades de procesador de palabras y me pusiera a escribir, decía:

- "¡Pero es que yo no tengo computadora!"
- "¿Y por qué no te compras una? No son tan caras"
- "Es difícil de explicar.  No es sólo una cuestión de dinero.  Es que tengo un problema de espacio"

El 6 de septiembre de 2008 el Capítulo Carabobo de la SVP realizó el Simposio Libre albedrío y Psiquiatría: homenaje al Dr. Franklin Padilla Guzmán. Ab imo pectore



Como  la Dra. Adele Mobilli, encargada de hacer mi semblanza, se encontraba indispuesta, el Dr. Carlos Rojas Malpica leyó el texto que Adele le dejó escrito conjuntamente con la presentación con diapositivas.  De modo que Carlucho dió lectura a la semblanza, aderezándola con morcillas de su invención.  No voy a tratar aquí de lo que significó para mí ese homenaje. Lo hice con unas palabras que pronuncié y escribí a posteriori. Lo que quiero contar, para los fines del relato que ya lleva más longitud de la debida, es que, para concluir el acto, la Junta Directiva Nacional de la SVP, representada por varios de sus miembros, así como el Capítulo Carabobo, me hizo entrega de una hermosísima placa...y de una computadora portátil.  Creo que no hubo segundas intenciones de parte de los directivos de la Sociedad, y a mí me emocionó inmensamente el gesto de Néstor Macías y Danilo Martínez cuando me hicieron entrega de la laptop.  Pero debo confesar que me pareció leer en sus ojos, así como en los de muchos de lo que estaban presentes (¿idea delirante? ¿proyección de un sentimiento de culpa?) la frase:
- "¡Tienes que escribir...carajo!" "¡Ahora no tienes excusa!"

No recuerdo si ese mismo año o el siguiente, tuvo lugar un evento en Caracas, un congreso o una jornada, en la que me encontré con los amigos y ex-alumnos Maritza Chavier y Edgar Benítez, quienes residen en Barquisimeto. La ocasión de salirnos de unas conferencias y sentarnos a conversar, dio pié a que Maritza nos comentara la experiencia con su blog La Casa que habito. Nos contó con entusiasmo cómo se involucró en esta aventura de  fotografías y textos (que aún continúa) partiendo literalmente de cero. Yo ni siquiera tenía muy claro qué era eso de un blog. La escuché con interés y atención, guardando en mi memoria lo conversado, aparentemente sin vincularlo conmigo. 

Otra experiencia, esta vez cinematográfica, vino a sumarse a estas "cartas anónimas de Dios", como llama Walt Whitman a las coincidencias. En esos días se proyectó en Caracas la película Julie & Julia, con dos historias paralelas: la  de Julia Child, quien en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial llevó la cocina francesa a los EEUU, y la de Julie Powell,  una funcionaria felizmente casada pero insatisfecha con su rutinario trabajo, quien se propone  cincuenta años después, elaborar las 550 recetas de la primera en 365 días, y publicarlas diariamente en un blog.  Más allá del hecho culinario, el film nos habla de una experiencia de escritura, pues la gran hazaña de la Child fue la elaboración de un libro y la de la Powell fue su incursión en la blogosfera, publicando en el blog las recetas y su experiencia de cocinarlas, con un éxito tan espectacular como la de la Child cuando publicó su libro Mastering the Art of French Cooking.

Pero el acontecimiento definitivo que me entusiasmó a navegar con la bitácora fue el testimonio de Yoani Sánchez a través de su blog semanal Generación Y. Yoani, conjuntamente a otros disidentes cubanos, ha logrado vencer el cerco de la censura gubernamental, mostrando al mundo la vida de la Cuba contemporánea  a pesar de limitaciones increíbles a causa de las prohibiciones y persecuciones del régimen de los Castro. En un video titulado Razones ciudadanas   podemos conocer cómo el blog ha servido no sólo para la denuncia política, sino para dar a conocer las más diversas actividades, desde la poesía y la narrativa hasta la actividad artesanal de un ama de casa.
Con esos antecedentes, ¿qué más cabía esperar?  Fue sólo cosa de días la decisión de despegar con el blog. El título y las frases que lo siguen lo tomé de la semblanza que Adele Mobilli no pudo leer aquél 6 de septiembre. Por cierto, hasta hoy le debía los créditos a Adele por ese texto que ha tenido un enorme éxito, y ha generado a veces más simpatías que las mismas entradas del blog.

El 28 de mayo de 2011 salió a la blogosfera Mi colcha de retazos con una semblanza biográfica de Viktor Frankl. Faltando pocas horas para el aniversario me pregunto:

-"¿Y entonces?"  "¿Hasta cuando va a durar?" Y me respondo lo que dije en aquella primera entrada:  - "No sé.  Lo veremos".

Gracias a todos ustedes, mis amables lectores, por la receptividad que han mostrado desde el comienzo, por las palabras de aliento y las muestras de cariño de viva voz o a través de mi correo, así como por los comentarios que algunos se han animado a publicar en el blog y otros me  han enviado al correo.  Gracias también por las críticas y observaciones, que han sido siempre constructivas. Gracias por la colaboración a través de textos, fotografías o vínculos.
Vamos a ver hasta cuándo dura esto.

El autor a los doce años de edad en un Fotomaton del Coney Island