(The Trouble with Harry) o El tercer tiro (1956).
Un idílico rincón campestre en Vermont durante un hermoso día de otoño. Tres detonaciones. Un cadáver, el de Harry. Un viejo capitán (Edmund Gwenn), que cree en un accidente de caza del que se siente responsable, entierra, desentierra y transporta varias veces al cadáver sobre cuya identidad se interrogan con perplejidad una solterona, un médico miope, un pintor abstracto (John Forsythe). Se descubre que Harry fue marido por una noche de Jennifer (Shirley Mac Laine), pero este descubrimiento no conduce a nada nuevo. Finalmente… esta pequeña aventura sin importancia tendrá, por lo menos, el mérito de formar una nueva pareja: el pintor abstracto y la concretísima Jennifer.
(François Truffaut. Suprimí adrede una frase donde Truffaut revela quién mató a Harry).
Quizá el problema con esta obra, que Hitchcock adoraba y Truffaut no se atrevía a denostar, reside en las diferencias nacionales del sentido del humor. Para Truffaut “…Todo el humor del film procede de un único mecanismo, siempre el mismo, una especie de flema exagerada; se habla del cadáver como si se tratara de un paquete de cigarrillos”. A Hitchcock esto le parece divertidísimo, el colmo de la comicidad. Él nos dice que se trata de un principio muy británico llamado understatement. En palabras de Hitchcock “…es la sub valoración, la subdeclaración, la subestimación…” «Understatement» es “…la presentación en tono ligero de acontecimientos muy dramáticos”.
A mí me ocurre algo similar a la sorpresa de Truffaut por la preferencia del maestro por The trouble with Harry. Quizá tiene que ver con el sentido del humor británico que no siempre calza con el mío. A mi modo de ver hay una saturación de “understatement”. En casi todos sus films existe esta tensión entre lo poco que se dice y lo mucho que se ve en la imagen. Eso es la esencia del cine según Hitchcock: la imagen capta lo que los personajes realmente sienten mientras dicen cosas que no tienen nada que ver con esos sentimientos. Pero al ser expuesto a esta sobredosis de humor negro, a esta legión británica de chistes sobre un cadáver que sucesivamente es enterrado y desenterrado, transportado, dibujado, desvestido, lavado y vuelto a vestir, hace que la película se me haga tediosa e interminable. Nada, ni las excelentes actuaciones de una novata Shirley Mac Laine al lado del veterano Edmund Gweenn y de John Forsythe; ni la hermosa fotografía de Robert Burks sobre el otoñal paisaje de Nueva Inglaterra; ni la eficaz partitura de Bernard Herrmann, impiden que en varios momentos la avalancha de diálogos preñados de understatement me haya hecho mirar el reloj con la inquietud que precede al bostezo. Lo siento.
Lo que te ha aburrido me encanta. Es que el humor British negro es mi predilecto. Me partía de risa.
ResponderEliminarLo que te ha aburrido me encanta. Es que el humor British negro es mi predilecto. Me partía de risa.
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