En agosto de 1990 me encontraba
de vacaciones y no había salido de Caracas. Me llamó a la casa una residente de
entonces, la Dra. Petra Robles, y me preguntó si yo conocía al escritor y
médico José León Tapia. Sólo lo había oído nombrar y había visto una noticia
donde el presidente Carlos Andrés Pérez inauguraba la publicación de sus obras
completas por la Editorial Centauro, de José Agustín Catalá. Me explicó Petra
que había la propuesta de parte de la Comisión Técnica del Hospital Psiquiátrico de Caracas (o del
Comité Organizador, no recuerdo) de invitarlo para que dictara una conferencia con motivo del aniversario del Hospital,
pero él vivía en Barinas, su ciudad natal, de cuyo hospital era el jefe de Servicio
de Cirugía. A través de la Hermana Maricarmen
González, gran amiga y religiosa de La Presentación, congregación que cuenta con un colegio en Barinas, pudimos localizar al escritor y hacerle la invitación. Durante todo
el mes de agosto y parte de septiembre me leí la mayoría de las novelas de Tapia y me pude
enterar de la vida y muerte de Ezequiel Zamora, quien realmente me había
interesado muy poco hasta entonces y a quien Tapia le había dedicado el relato Por aquí pasó Zamora. Menos aún conocía a Pedro Pérez Delgado, de quien
el novelista barinés había escrito Maisanta, el último hombre a
caballo
El
doctor Tapia llegó a Caracas y el 17 de septiembre de ese año lo fui a buscar a
la casa de su hija en mi aún nuevo Malibú azul, junto con la Dra. Robles.
En el
camino, en el comienzo de la Avenida Sucre viniendo de la Bolívar, Tapia dirigió
una mirada hacia el Cuartel de La Planicie y desde el asiento trasero nos dictó
una conferencia magistral sobre ese baluarte inaugurado en 1910 por Cipriano
Castro como Academia Militar, para ser sucesivamente Ministerio de la Defensa y
Museo Histórico Militar.
Sin sospechar segundas intenciones me llamó la
atención que Tapia le pusiera tanto empeño a la descripción de la edificación en la que tampoco me había fijado mucho, pero lo entendí cuando
recordé que su novelística tenía que ver con las gestas históricas,
especialmente militares.
Llegados
al hospital nos dirigimos al Auditorium Aurora Doubain, donde se dio comienzo al acto.
Después
de unas palabras del doctor Manuel Matute, me tocó hacer la presentación del escritor,
en la que prevaleció lo afectivo en relación a mis ancestros llaneros, de modo
que hice una evocación de los escritores llaneros, mencionando al calaboceño Lazo Martí, y al barinés Arvelo
Torreaba, como también una remota mañana en la calle Bolívar de San Juan de Los Morros, cuando conocí frente a la casa de mi abuelo Cristóbal Padilla a
Herminia, hermana del general Emilio Arévalo Cedeño, el legendario guerrillero que mató a Funes y perdió todas sus luchas contra
Gómez.
Finalmente
Tapia dictó su conferencia sobre Los Vencidos, novela que acababa de escribir y
que no había sido publicada, la cual, con su faulkneriano título, trataba de
llanura, hazañas y héroes.
La conferencia
fue un éxito y fui felicitado por mi presentación y por haber logrado traer a José León Tapia desde
Barinas. No logro recordar (que Petra me asesore) si lo llevamos de nuevo a su
casa o se quedó almorzando con las autoridades del hospital.
El
resto de la historia es conocido: en 1992 Chávez se rindió en ese Museo
Histórico Militar, Carlos Andrés Pérez fue defenestrado, siguió el gobierno provisional
de Velásquez y el período de Caldera hasta que Chávez y sus felones camaradas inauguraron esta dolorosa
etapa de nuestro país. Ahora, después de muerto, el cuartel se convirtió en
el mausoleo de una hazaña, cuando lo fue de una derrota militar y una ignominia
política.
Chávez
convocó la Constituyente y José León Tapia fue uno de los miembros de la
Asamblea que redactó la nueva Carta Magna. Inicialmente dentro del chavismo,
se alejó y tomó distancia del oficialismo.
¿Fue
mera coincidencia la improvisada clase de José León Tapia en mi vehículo sobre
el Museo de La Planicie?
¿Lo
fue la presencia de tantos ex-guerrilleros y dirigentes de izquierda en la
conferencia del hospital, muchos de los cuales son ahora gente del oficialismo
y otros están hoy arrepentidos?
¿Qué
había en la atmósfera que nos empujaba a tantos a valorar lo épico, lo heroico,
lo militar, y a despreciar y estigmatizar lo racional, lo ciudadano, lo
democrático, la política?
Vale
la pena reflexionar sobre el concepto de Zeitgeist o Espíritu de los tiempos.