A Déspina Xanthopoulou
UNA FELIZ
EQUIVOCACIÓN. Para Michael Cacoyannis resultó providencial la equivocación de
un librero. El joven director chipriota de
ascendencia griega estaba entusiasmado con el reciente éxito de su amigo Yorgos
Tsabelas en el montaje de Antígona. Se dirigió a una librería y solicitó un
ejemplar de la Electra de Sófocles. El vendedor, por equivocación, le entrega
la tragedia homónima de Eurípides y Cacoyannis se entusiasma con la lectura de
este trágico del Siglo V a.C. proponiéndose filmar esta obra con Irene Papas,
quien ya contaba con cierta fama y había filmado con Robert Wise en Hollywood.
Aunque no se conocían, a Irene Papas le interesó el proyecto, que se rodaría
sobre un guión en griego moderno pero guardando extrema fidelidad al original
de Eurípides. De modo que con Electra se inició una gran
amistad que se prolongó hasta la muerte de Cacoyannis , ocurrida en Atenas el
25 de julio de 2011. Irene se convirtió
en su cómplice, su musa, su actriz fetiche y su colaboradora durante todo el proceso
de producción, incluyendo la revisión del material del rodaje de cada día y su
opinión para su inclusión en la sala de montaje. .
El tercer griego de esta historia (en realidad el cuarto si
contamos a Eurípides) es el compositor Mikis Theodorakis, músico y militante
político de izquierda, a quien recordamos en Venezuela por haber escrito en
1971 el himno del MAS (Movimiento al Socialismo), prometedor partido de
izquierda cuyos fundadores se habían deslindado del comunismo ortodoxo.
Mikis Theodorakis |
Esta helénica trinidad permaneció unida después de Electra,
participando en 1964 en la película que les daría mayor fama internacional
aunque no fuera la mejor realización de Cacoyannis: Zorba el Griego, que dejó grabada en la memoria
colectiva de mi generación la imagen de Anthony Quinn bailando el sirtaki en la
playa con Alan Bates.
Otra razón para considerar providencial el haber rodado la
trilogía en el orden inverso a la cronología es que el momento del rodaje de cada film
permitió que Irene Papas pudiera haber representado los tres personajes
diferentes que interpretó en
cada una de las películas, aunque no sabemos si lo hubiera hecho tan bien o mejor
de haberle tocado otros. Nacida en 1929 tendría 32 o 33 años para la fecha del
rodaje de Electra, lo que le permitió ser la protagonista de este film. En 1971,
con 42 años resultó una convincente, perversa y seductora Helena en Las troyanas Y por último, en 1977 tenía 48 años y una apariencia física para
convencernos de ser Clitemnestra, la amorosa madre de Ifigenia en la cinta de este nombre que se
tornaría feroz vengadora de su hija. Un mal pensado podría creer que todo esto
lo tenía fríamente calculado Cacoyannis para que fuera ella y sólo ella quien
interpretara estos disímiles pero protagónicos personajes. Pero esto es ir
demasiado lejos. No está verificada la especie de que Cacoyannis tenía hecho primero el guión de
Ifigenia pero debió postergar su filmación hasta el final, como se ha dicho en
varias publicaciones. Según me dijo un destacado estudioso
de la trilogía, Cacoyannis se contradijo varias veces al
referirse a este asunto.
Electra (1962).
Ya en Grecia, y finalizada la Guerra de Troya,
Agamenón regresa a su hogar y es recibido por su esposa Clitemnestra, madre de
Ifigenia, Electra, Orestes y Crisótemis. Amancebada con Egisto, planifica con
éste el asesinato de Agamenón en venganza de la muerte de Ifigenia. Electra es
casada con un campesino pobre para evitar que tenga una descendencia noble y
sea una amenaza para el trono, pero éste mantiene una casta relación con ella,
protegiéndola mientras busca a su hermano para vengar a su padre. Una vez
ocurrido el encuentro, juran ante la tumba de Agamenón llevar a cabo el plan de
venganza. Orestes asesina a Egisto y posteriormente, matan a Clitemnestra.
Llenos de remordimientos ambos son desterrados pues, si bien ejecutaron una
justa venganza, llegaron al matricidio.
En un prólogo digno
del mejor cine mudo, sólo acompañado por la música de Theodorakis, se nos
cuenta gracias al eficaz montaje el comienzo de la historia: el regreso de
Agamenón a Argos, el adulterio de Clitemnestra (Aleka Katseli)
con Egisto (quien aparece durante toda la película, interpretado por Fivos
Radsís) y el asesinato de Agamenón en el baño, mientras oscuras aves cruzan el
firmamento. El uso de los primeros planos permite percibir los sentimientos de
los personajes: el espanto de los niños, la ambición y la lujuria de
Clitemnestra y Egisto, así como el encierro de la adolescente Electra y el
extrañamiento del niño Orestes.
El silencio sólo es interrumpido por los vecinos
de Argos, quienes comentan, al ver pasar en su carreta al campesino destinado
para futuro marido (Notis Peryalis) acerca del motivo del desigual matrimonio de
Electra. Temiendo que ésta, desde su condición de heredera de Agamenón
desposada con alguien de su alcurnia y con herederos también ilustres, reclame
su puesto junto con Orestes, deciden casarla con alguien de condición tan baja
que ni siquiera aparece su nombre. De modo que Electra, ya adulta (una robusta
Irene Papas) es llamada por su madre para ser entregada al campesino. Una amiga
le acerca un cuchillo a Electra, quien luego aparece vestida de negro y con el
cabello corto y arroja con desprecio el cabello cortado a los pies de
Clitemnestra. El coro canta:
El sol posó su mirada
sobre la tierra /
Desde su carro dorado
/
Y al ver la
injusticia decidió /
Alterar su rumbo. /
Se oscureció el
amanecer /
Se encendió el
atardecer /
Echaron a correr las
nubes del norte /
La Naturaleza toda
fue desvelada /
Mas llegará el día /
El feliz día /
En que el país
celebrará, las montañas reverdecerán /
La tierra saciará su
sed /
Sí, las montañas reverdecerán.
Una vez comenzada la acción
en el presente del drama los diálogos entre Electra y el campesino, así como
con el coro, son realistas y sencillos. La actuación de Irene Papas es de una gran naturalidad, evitando en todo
momento el tono declamatorio y la grandilocuencia. Llega a esbozar cierta
ternura hacia su humilde esposo, en medio de la dureza de su personaje, en un diálogo donde
ella se empeña en acarrear el agua y él al principio se opone, para luego
ceder.
Al reaparecer Orestes
(Yannis Fertis) y ver a Electra con el cabello corto se imagina que se trata
de una esclava, por lo que no la toma en cuenta ni siquiera para preguntarle
por su hermana. Son las vecinas, que conforman el coro, quienes la identifican
al llamarla por su nombre. Al principio Orestes es tomado por un enviado del
enemigo y tiene que ir ganando la confianza de Ifigenia y presentarse como un
amigo de su hermano, quien lo envió para hacerle saber que está vivo y desea
encontrarse con ella. Al enterarse del matrimonio de su hermana se queda
sorprendido al saber que el esposo la ha “respetado”, no la ha tocado, no por temor, sino por considerarse indigno y
saber que los motivos de su unión con tal princesa no son nada claros. El actor
que interpreta al campesino y marido de Electra logra captar y transmitir la bonhomía y generosidad que hacen que Orestes y Pílades acepten su invitación con
agrado y hagan una reveladora consideración sobre la verdadera nobleza, la del espíritu, que no
tiene que ver con la riqueza.
El coro, formado por las vecinas del pueblo,
encabezadas por una especie de corifeo femenina (Zeanó Ioannídu)
recita sus parlamentos o canta sus lamentos, mostrando con sus movimientos sus
intenciones, como cuando cubren a Electra para que el recién llegado y
desconocido Orestes no le haga daño.
Por iniciativa del
esposo de Electra, van a buscar al antiguo preceptor de Orestes, ya ciego
(Manos Katrakis), quien lo cuidó después del destierro. Al escuchar su voz y
reconocer una cicatriz que tenía detrás de una oreja, el anciano reconoce a Orestes y ocurre el
reconocimiento o anagnórisis entre
los hermanos. Planificada la venganza con su preceptor, Orestes se dirige junto
con Pílades al lugar donde Egisto efectúa unas libaciones y sacrificios a Baco.
Allí presenciamos una escena sin diálogos, donde unos bailarines enmascarados, con
su vertiginosa danza y los breves planos del montaje, preludian la tragedia.
(No pude menos de
recordar una escena de la segunda parte de Iván el terrible en esta secuencia, sólo que en vez de Prokófiev teníamos a Theodorakis y por otra parte Cacoyannis,
a diferencia de Eisenstein, sí pudo
culminar su trilogía cuando los coroneles fueron
derrocados y juzgados, pero
Stalin murió en su camita).
Los comensales ven a
los forasteros y Orestes se hace pasar por un tesalio. Egisto le ofrece su
cuchillo para probarlo, pues los tesalios tienen fama de buenos destazadores de
toros y novillos. Orestes toma el cuchillo para destazar el novillo pero Egisto
saca su espada, Orestes la suya y un plano siguiente nos muestra a los
bailarines ejecutando una danza con los cuchillos.
Una elipsis nos hace
ver que Orestes ha matado a Egisto y en casa de Electra un mensajero trae la
noticia de que Orestes se ha ganado a la población, quien lo ha nombrado rey.
Orestes es aclamado y le hace entrega a Electra del cadáver de Egisto para que
lo insulte y le reclame todo lo que nunca le pudo decir en vida. Me llama la
atención que entre los insultos vaya unido un piropo: -“¡Pobre hombre apuesto!”
Entretanto llega
Clitemnestra, quien ha sido llamada bajo
engaño por su hija para cuidarla en su supuesto puerperio. Admito que he visto
pocas confrontaciones de una intensidad como la de este diálogo entre Electra y
su madre.
Al fin Clitemnestra acepta entrar en la vivienda de Electra, pero es
ahora ésta quien, en un último rasgo de clemencia y dolor, la llama justo
cuando va a atravesar el umbral, como queriendo salvarla, para luego fingir que
se trataba de otra cosa y dejar que Orestes la asesine al entrar en la cabaña. Nuevamente
aparecen las aves cruzando el firmamento y rápidos planos alternan a los tres
personajes con los gritos de horror de las mujeres del coro quienes lamentan la
atrocidad del matricidio. Aquí no hay atenuantes. Una madre ha sido asesinada
por sus propios hijos. No aparecen los
Dióscuros (los otros hermanos, ya deificados) como en la obra teatral. Orestes
le dice a Electra que ya no hay sitio en la tierra adonde pueda ir ni amigo que
sea capaz de mirarlo a los ojos, y ésta reclama la responsabilidad del crimen
por haber sido ella quien lo incitó a cometerlo. Electra y Orestes se miran y entrelazan sus manos
ensangrentadas, para luego tomar cada uno un camino diferente. Los habitantes
de Argos se acercan alarmados y sus
miradas y gestos expresan horror y reprobación. Las mujeres del coro se alejan
de Electra y le dan paso para luego cerrarse como grupo mientras Orestes con
Pílades, por su parte, y Electra por la suya, se alejan de la cámara. Aparecen
los créditos.
REFERENCIAS
Eurípides. Electra.
Biblioteca Virtual Universal. 2009. En www.biblioteca.org.ar
No aparece el nombre del traductor.
Laín Entralgo, Pedro. La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Revista de Occidente. Madrid 1958 pp 261-333.
Valverde
García. Alejandro. Catarsis contra violencia en Electra (M. Cacoyannis, 1962). En:
http://www.metakinema.es/metakineman2s4a1.html
Valverde García, Alejandro. A Electra le sienta bien
el cine. En:
Valverde García, Alejandro. "La
gran herencia de Michael Cacoyannis: la trilogía cinematográfica de
Eurípides", Metakinema 9 (2011). En:
Valverde García, Alejandro. Irene Papas, arte y
cosmopolitismo. En: http://www.raco.cat/index.php/FilmhistoriaOnline/article/viewFile/244175/327093