Una señorita de compañía (Joan Fontaine) se casa con un lord (Laurence Olivier) atormentado por el recuerdo de su primera esposa, Rebeca, muerta misteriosamente. En la gran mansión de Manderley, la nueva esposa no se siente a la altura de las circunstancias, temerosa de decepcionar; se deja dominar y luego aterrorizar por el ama de llaves, la señora Danvers, obsesionada por el recuerdo de Rebeca. Una investigación tardía sobre la muerte de Rebeca, el incendio de Manderley y la muerte de la incendiaria, la señora Danvers, pondrán fin a las angustias de la heroína. (François Truffaut)
La primera película norteamericana de Alfred Hitchcock es un film de talante británico: la historia es inglesa, transcurre en un innombrado lugar de Inglaterra, los actores son en buena parte británicos y el director, por supuesto. Sin embargo, para Hitchcock, de haberse rodado en Inglaterra, hubiera sufrido de muchas limitaciones, especialmente en el guión. Asimismo Manderlay, la casa, que es uno de los tres personajes importantes del film, se hubiera tenido la tentación de ubicarla en un lugar preciso de Inglaterra, lo que le hubiera quitado la sensación de aislamiento en que se encontraba la heroína, de quien, por cierto, nunca se nos dice su nombre.
Aunque no se trata de un thriller propiamente, sino de una trama psicológica, el suspenso está presente todo el tiempo. La heroína se siente permanentemente , observada, descalificada y comparada desfavorablemente con la difunta Rebeca por casi todos: la familia de su esposo Max, la servidumbre de Manderlay, especialmente el ama de llaves, la señora Danvers, quien siempre aparece sorpresivamente sin que se lea vea caminar o se la oiga venir. Comete torpezas que la avergüenzan, a pesar de la protección de Max, quien trata de hacerle valer su lugar en la casa. Un detalle, por ejemplo, es revelador de la inseguridad que la heroína padece: accidentalmente rompe una estatuilla y oculta los pedazos en una gaveta, olvidando que ella es la dueña de la casa.
Rebeca ha sido uno de los favoritos del público desde su estreno. Las actuaciones de Olivier, de la novata Joan Fontaine y de los actores secundarios, en especial Judith Anderson como la Sra. Danvers y George Sanders como el cínico Jack, primo de Rebeca, así como el vestuario, la escenografía y las maquetas o efectos especiales, configuran una atmósfera de misterio y ensoñación, de cuento de hadas que ha mantenido su lozanía durante 74 años. Truffaut comentaba en el libro que la historia era muy parecida a “La Cenicienta” y Hitchcock va más allá y le responde que la heroína es Cenicienta y la Sra. Danvers una de sus envidiosas hermanas.
Hitchcock no consideraba Rebeca como una película suya, es decir con la “marca Hitchcock”. Tampoco admite que él se haya ganado ningún Oscar con ella, pues el premio de mejor película se lo entregaron a Selznick, el productor.
En relación al primer aspecto, es cierto que Selznick era un productor omnipotente, omnisapiente, omnisciente y omnipresente. Pero actualmente puede verse que Hitchcock ganó en profundidad en el tratamiento de sus personajes en Rebeca, hasta el punto que la atmósfera de misterio que rodea a la historia y a los personajes reaparece en varios de sus mejores creaciones en algo que podríamos llamar un "segundo estilo Hitchcock", que no es el thriller lleno de humor, suspenso y peripecias sino el drama psicológico de sus intérpretes, siendo quizá Vertigo el epítome de este género o estilo.
En cuanto a lo del Óscar, como ya hemos tratado este asunto en otro artículo de este blog [enlace], su adquisición no es una prueba de excelencia ni su negación una descalificación para el autor o intérprete, quien se defenderá con su obra. Pero somos humanos y el no reconocimiento por nuestros pares y colegas duele. En su laconismo, me parece que hay cierta amargura en sus respuestas a Truffaut en el siguiente diálogo:
François Truffaut: - Creo que la película obtuvo un Oscar, ¿no?
Alfred Hitchcock: - Sí, para el mejor film del año.
F.T.: -¿Es éste el único Oscar que usted ha conseguido?
A.H. - Nunca he recibido un Oscar.
F.T.: -Pero, sin embargo, el de Rebeca...
A.H.: -Este Oscar fue para Selznick, el productor; aquel año, en 1940, fue John Ford quien tuvo el Oscar al mejor director por Las uvas de la ira.
La relación entre los dos cineastas fue tensa pero productiva. Veremos cómo Hitchcock posteriormente se liberó de la égida del productor. Pero él también salió beneficiado en esa relación, no sólo por el aspecto comercial, sino porque pudo desplegar todo su talento sin ninguna cortapisa.
En relación a la adaptación y la fidelidad al libro, sabemos que Hitchcock no era muy amigo de filmar obras literarias célebres sino que utilizaba obras que él pudiera utilizar libremente una vez adquiridos los derechos de autor, como hizo años después con Los Pájaros, de la misma novelista. Pero en Rebeca fue bastante fiel a la novela de Daphne Du Maurier.
Sólo un detalle en relación a la muerte de Rebeca es diferente, probablemente por la censura de la época:
Sólo un detalle en relación a la muerte de Rebeca es diferente, probablemente por la censura de la época:
Lo que sigue es spoiler:
En la película la muerte de Rebeca es accidental. Max (Laurence Olivier) le relata a la heroína (Joan Fontaine) que después de haber tenido una violenta discusión con Rebeca al saber que estaba embarazada de Jack, ella cae al suelo y se golpea la cabeza, lo que origina su muerte.
En la novela, Max asesinó a Rebeca. De hecho, le confiesa a la heroína:
“- Se volvió y se quedó mirándome. Sonreía con una mano metida en el bolsillo del pantalón y la otra sosteniendo el cigarrillo. Todavía sonreía cuando la maté. La bala la atravesó de parte a parte. Pero no cayó en seguida. Permaneció de pie unos segundos, mirándome, sonriendo con los ojos muy abiertos”.
(Daphne Du Maurier. Rebeca. Traducción de Fernando González. En Novelas. Editorial Planeta.
Barcelona 1958 T.I. p. 341)
Barcelona 1958 T.I. p. 341)
No puedo terminar esta alusión al libro original sin mencionar la supuesta demanda que la escritora brasileña Carolina Nabuco, autora de La Sucesora (1934) hizo a Daphne Du Maurier acusándola de plagio. La verdad, contada por la propia Nabuco, es algo diferente. Según cuenta la propia Carolina en las páginas de Oito décadas, ella misma traduciría A Sucessora al inglés esperando verla publicada en los Estados Unidos, por lo que envió un agente literario a Nueva York. Esperando también su recepción en Inglaterra, le pidió que también hiciese contacto con a esa nación, sin obtener respuesta. Tiempo después, ya publicada Rebecca, el New York Times Books Review comentó las semejanzas entre las dos novelas. Aunque el asunto levantó polvo en Brasil, Carolina no pensó en realizar ningún proceso judicial contra los editores ingleses ni contra Du Maurier. Pero cuando se filmó la película, los abogados de la United Artists buscaron a Carolina para que fijase una cantidad de dinero como compensación financiera siempre que firmase un acuerdo en el cual constara que las semejanzas de A Sucessora y Rebecca eran “mera coincidencia”. La escritora se negó.
Para finalizar este comentario sobre Rebeca, hay una fábula que Hitchcock le cuenta a Truffaut y que revela la importancia que le daba a la fidelidad a las obras literarias. La cito textualmente:
Seguramente conocerá usted la historia de las dos cabras que se están comiendo los rollos de una película basada en un «bestseller», y una cabra le dice a la otra: «Yo prefiero el libro».